Jean Pierre Rampal y Robert Veyron-Lacroix
De nuevo Jean Pierre Rampal en Madrid, esta vez para ofrecer un recital de precios desorbitados a beneficio de la Asociación Española para la Lucha contra la Poliomielitis.Programa enteramente dedicado al barroco. En la primera parte, tres obras de Bach, ninguna de ellas pensada originalmente para la flauta (lo que parece algo excesivo en un compositor que dedicó ocho sonatas a este instrumento): la suite en do menor transcripción del original de laud BWV 997 y dos sonatas BVW 526 y 527, transcripciones de otras dos sonatas en trío para órgano. El transcribir sonatas en trío (es decir, para dos voces melódicas y bajo) a sonatas a solo (es decir, una voz melódica y clave concertado en vez de continuo) era una práctica corriente en el barroco (existen casos del propio Bach); por ello esto no es en modo alguno censurable, aunque innecesario en el caso de un instrumento tan bien atendido por el cantor de Santo Tomás.
En la segunda parte, una preciosa y rara vez escuchada sonata de Telemann (en fa menor) dedicada en principio al fagot, pero con la indicación del propio Telemann «este solo puede ser interpretado en la flauta de pico»; la sonata Hallenser número 2 de Haendel y, por último, la formidable Follia de Corelli (op. 5, número 12), original para violín, pero transcrita para flauta sólo dos años después de su aparición en una publicación de John Walsh en Londres, 1702. Tres regalos fuera de programa: los Greensleeves to a ground, el allegro de la segunda sonata de Il pastorfido, de Vivaldi, y la Siciliana de la sonata en la bemol de Bach (atribuida a Bach, puesto que parece ser apócrifa).
Ya hemos hablado del barroco de Rampal y Veyron-Lacroix en otras ocasiones; limitémonos a decir que es una visión premeditada mente no historicista, cosa por lo demás necesaria al emplear un instrumento moderno cuya misma física no admite más barroquismo que la ornamentación y si acaso alguna modificación en la medida, pero nunca en la técnica instrumental (ataque, articulación, vibrato, afinación ... ). Como tal hay que acercarse a este modo de hacer música y no buscar en él lo que no tiene ni quiere tener. Si aceptamos esto así, disfrutaremos de una música llena de atractivo y belleza. Rampal es un músico fundamentalmente subjetivo: su personalidad invade, arrastra a la del propio autor y, por supuesto, a la del público: es uno de esos intérpretes que «seducen» (y como decía Ortega, en España para convencer ha ce falta antes seducir) aun cuando racionalmente no comulguemos con uno u otro punto de su arte. Rampal es siempre músico porque su fraseo, libre, flexible (tanto que puede poner en peligro su cuadratura) es sencillamente extraordinario; porque su sonido es uno de los fenómenos más asombrosos de nuestra época; porque su virtuosismo es insuperable (su fiato o su articulación seguramente habrían puesto en entredicho a Quantz u Hotteterre), Rampal es uno de esos intérpretes que es músico en función de su instrumento y sin él no lo concebiríamos.
Podemos destacar momentos de gran belleza, como el comienzo de la sonata de Haendel o el Vivace de Telemann; pero toda la velada se movió dentro del alto nivel habitual del barroco chez Rampal.
Veyron-Lacroix desempeñó su cometido con corrección y gusto, aunque con cierta falta de agógica verdaderamerite difícil de obtener en el clave y rnásjunto a un músico tan arrebatado como Rampal. Velada, pues, deliciosa, recreo de los sentidos antes que de la mente, como es característico de la interpretación francesa, que provocó la reacción más entusiasta de los asistentes.
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