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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Epica y naipes: la fantasía contra el aburrimiento

Bajo el rótulo, ya clásico, de Swird & Sorcery, se viene catalogando un subgénero de la ciencia-ficción que ha ido adquiriendo popularidad, prestigio y calidad a lo largo de los últimos años, al abrigo de la protesta que el mundo occidental ha tenido la osadía de formular, y en ocasiones airadamente, contra los escritores maudits, la literatura francesa, los «nuevo filósofos» y la política, por citar sólo cuatro de las innumerables máscaras con que el aburrimiento nos acecha. Con mucho de ficción y muy poco de ciencia (no hay una sola descripción de esos complicadísimos aparatos que protagonizan la SF tradicional), el nuevo género se conoce también con el nombre de Fantasía épica, lo que ya es de por sí significativo. En un calendario para. 1978, espléndidamente dibujado por Rodney Matthews y dedicado a la obra de Michael Moorcock, se emplea todavía otra denominación para este tipo de narrativa: Wizardry & Wild Romance. Ese calendario está haciendo furor, por cierto, en Inglaterra, y la contemplación de sus láminas constituye un modelo de fuga estética poco común en estos días de perpetua cárcel.

Michael Moorcock

El caballero de las espadas, La reina de las espadas, y El rey de las espadas. Francisco Arellano Editor. Madrid, 1977. Tres volúmenes.

Traducciones delirantes

Entre los numerosos relatos de Moorcock, quien, además de usar luenga barba y melena y de tocarse la cabeza con una boina de paracaidista, ha grabado discos como cantante y es responsable de algunos guiones cinematográficos, destaca la trilogía de Corum Jhaelen Irsei El Príncipe de la Túnica Escarlata. Es esa trilogía la que Francisco Arellano nos ofrece ahora en español, dentro de una colección llamada «Delirio» y dirigida por Leopoldo Sanjuán. Las traducciones hacen honor al título de la serie, pues son, ellas también, delirantes. La primera novela, El caballero de las espadas, vertida al castellano por Jesús Gómez García, deja al lector de habla española un sabor de boca mejor que el de las otras dos versiones. Sandra Harnden Wassiltchikoff traduce La reina de las espadas, y, a pesar de su nombre, que parece extraído de la propia saga, no consigue en ningún momento satisfacer las exigencias lingüísticas del lector menos exigente. En cuanto al Rey de las espadas, hay que decir que Asunción Ayala Moral, su traductora, ha utilizado en su tarea un castellano apresurado, incorrecto y vulgar; la edición de este último libro está, además, muy poco cuidada, menudeando los fallos de composición, algunas faltas de ortografía y una impresión borrosa que dificulta la lectura.Pues bien, pese a todas las deficiencias externas que empañan las versiones de la trilogía de Corum, no puedo por menos que felicitar a Francisco Arellano por haberse convertido en el introductor de la obra de Moorcock en España. Por ese simple hecho, aparentemente sin importancia, Arellano, Sanjuán y hasta los traductores de cada uno de los relatos han entrado con pie firme, en la historia. Y lo han hecho así porque no es a un autor de moda a quien han introducido, ni siquiera un subgénero literario de venta fácil y segura. No. Con Moorcock vuelve Homero, para mayor escarnio de pedagogos y seres racionales. Vuelve la gesta inútil y soberbia de Gilgamesh, vuelve el strip-tease divino de Ishtar en los infiernos. Vuelven Beowulf y Hildebrand, las runas y los slokas. Vuelven Roldán, Rodrigo, Arturo, Igor, Angélica y Medoro, Lauren Bacall y Humphrey Bogart. Todo lo que la épica universal ha atesorado en siglos, en milenios. La primera canción de guerra en los albores de nuestra especie, el primer héroe, la primera mujer. Vuelven la diversión y el juego, lo que no duele y salva, lo que no mortifica y redime.

El arte de la reescritura

Moorcock es un maestro en el arte de la reescritura. Del mismo modo que Corum, Elfic: de Melnibone y Erekose son Los Tres que Son Uno, Moorcock se funde sabiamente con todos aquellos que contaron antes que él la misma historia que él está contando ahora. Su suspirada Tanelorn, la ciudad azul de las altas cúpulas, se llamó, antes, Camelot y mañana tendrá otro nombre. Escritores como J. R. R. Tolkien y como Moorcock nos reconcilian con la literatura de un siglo como el nuestro, tan arruinado por los moralistas.Mientras el castillo familiar arde y su raza es exterminada, Corum Jhaelen Irsei, el último de los Vadhagh, es mutilado por el feroz mabden Glandyth-a-Krae, que le arranca un ojo y le corta una mano. A partir de ese Instante, el príncipe Corum, con el Ojo de Rhynn y la Mano de KwIl, inicia su lucha contra el caos y a favor. de la ley, acompañándole en sus empresas, la bella Rhalina, su amada, y el bardo Jhary-a-Conel, su compañero.

Al final de la trilogía, nuestro héroe habrá reconquistado para el Orden los quince planos perdidos. Pero no ha desvelado ninguna clave. Las hazañas de Corum, como la fantasía, no tienen fin ni límite, y siempre sorprenden. Y el género en que se inscriben esas hazañas, la Epicay el subgénero, la Epica fantástica, son junto a algunos cuadros de Albrecht Altdorfer y a un centenar de códices iluminados, cosas que me gustaría salvar del nuevo diluvio que se avecina.

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