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De la guardería a la escuela infantil: algo más que un cambio de nombre

«Son tantos los problemas con que nos enfrentamos -declaró a EL PAÍS un portavoz de esta coordinadora-, que no sabemos por dónde empezar. Todo está por hacer, todo sin organizar. Nuestra Coordinadora considera como una necesidad vital crear una escuela especial de preparación para trabajadores de escuelas infantiles, ya que la inmensa mayoría del personal que trabaja actualmente en estos centros carece de la cualificación adecuada. Queremos además pasar a depender exclusivamente del Ministerio de Educación, aun que éste no nos subvencione en absoluto.»Las guarderías que funcionan en estos momentos en España, cuya cifra es incalculable, dependen de diferentes organismos o entidades, esto sin contar con las particulares, algunas de las cuales han terminado por pasar a ser gestionadas por el personal del centro, una vez que su rentabilidad ha dejado de compensar a los primitivos dueños. En función del dinero que obtienen, se dividirían entre las que tienen afán lucrativo y las que no lo tienen, pero existen diferencias importantes en cuanto a los organismos que las regentan. Además de algunos estatales, caso de las guarderías que dependen de la Dirección General de Desarrollo Comunitario, y que anteriormente eran de la Sección Femenina, hay diferentes organismos paraestatales, como el INAS (Instituto Nacional de Asistencia Social), las Cajas de Ahorros, Cáritas e, incluso, algunas de los ayuntamientos, además de las llamadas laborales. En cualquier caso, y aunque algunas resultan muy económicas, la inmensa mayoría son casi prohibitivas u obligan a las familias a realizar grandes sacrificios. Las subvencionadas pueden costar unas 3.000 pesetas, en el caso de Madrid, y las que no lo están alcanzan las 7.000, y eso presentando grandes déficit a final de año. Las que se plantean su misión desde un punto de vista comercial pueden costar cerca de 14.000 pesetas mensuales. «Frente a estos precios astronómicos -añade un portavoz de la Coordinadora- contrasta la cifra ridícula de los sueldos, que oscilan entre las 14.000 y las 25.000 pesetas, ya que, al no haber nada legislado al respecto, muchas de las guarderías están registradas dentro de la rama de Actividades Diversas, y en no pocos casos el personal no figura ni siquiera como instructores, sino como celadores, lo cual permite mantener jornadas de ocho horas y un sueldo más bajo.»

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La inmensa mayoría no sabemos nada de los niños

La situación del personal de estas guarderías, que reivindican cada vez con más insistencia el nombre de escuelas infantiles, es bastante anómala, al no existir, como se ha señalado más arriba, ninguna cláusula dentro de la ley General de Educación que contemple su caso. Lo cierto es que la mayoría reconoce su falta de preparación, su desconocimiento de la psicología infantil en un trabajo que, sin embargo, requiere unas cualidades muy particulares para ejercerlo. «No tenemos ni idea de lo que son los niños -afirmaba una maestra de una guardería de Getafe-; por tanto, la mayor parte de las guarderías no cumplen más que una función estricta de "guardar", de almacenar niños hasta que los padres vienen a recogerlos, mientras que una minoría empieza a comprender la enorme importancia de poner en contacto al niño con un mundo de conocimientos que se realiza de una manera global, a lo largo de todos los pequeños acontecimientos de su vida.» En alguna medida esta idea de considerar a las instituciones educativas como lugares de «aparcamientos» de niños se prolonga después a la escuela de EGB. Muchas protestas contra su «reducido» horario no son sino manifestación de este equívoco concepto de la educación.

Precisamente por esta razón la Coordinadora de Guarderías ha pensado crear, aunque el proyecto no está totalmente listo, una escuela especial para enseñantes de escuelas infantiles que profesionalice en dos vertientes, por un lado, a todas aquellas personas que vayan a dedicarse a una labor educacional con niños entre cero a seis años; de otro lado, debería procurar una convalidación de título, tras un período de adaptación aún sin fijar ni estructurar, de aquellas personas que vienen ejerciendo esta profesión desde hace tiempo y cuentan

De la guardería a la escuela infantil: algo más que un cambio de nombre

con una experiencia adecuada. «Es necesario -añaden además los portavoces de la coordinadora- vigilar la salud mental del enseñante más que su nivel de conocimientos. Hay que comprender que el personal que trabaja en estos centros, desde las limpiadoras hasta la cocinera, debe ser gente capaz de tratar con niños en una edad particularmente importante; por ello creemos que debe existir una gestión democrática de estos centros, perteneciendo todo el mundo a la comunidad educativa, sin ninguna clase de jerarquización. Hay demasiadas jóvenes de dieciséis años trabajando en estos centros, sin ninguna estabilidad emocional, sin la madurez suficiente como para tratar con niños tan pequeños, muchas de ellas con grandes carencias maternales, que proyectan en los pequeños a su cargo.»La ubicación ideal de las guarderías, que hoy atiende a intereses que nada tienen que ver con los niños, es otro tema abiertamente polémico que plantea graves conflictos. Si bien lo ideal sigue siendo la guardería en el contexto del barrio, que permite al pequeño una socialización en su medio habitual, lo cierto es que, dada la estructura urbana de nuestras ciudades, hay un enorme núcleo de población que vive en la periferia y trabaja en el centro, con lo cual dejar a los niños en guarderías por la mañana significa aumentar su horario «escolar», por llamarlo de alguna manera, un mínimo de dos a tres horas más, exactamente el tiempo que se pierde en el transporte. La solución de montar guarderías en los centros de trabajo de las madres que en un determinado momento pasó a formar parte de las reivindicaciones de las centrales sindicales, es hoy vista con verdadera aversión por la Coordinadora. «Hemos visitado algunas de estas guarderías de empresas importantes; la verdad es que nos parecen espantosas en líneas generales. En muchos casos se sitúan en las últimas plantas de los edificios, sin otro lugar de expansión para los pequeños que terrazas cubiertas. Además, las madres, en las horas de las comidas, iban a visitar a sus hijos, que parecían más como sus apéndices que otra cosa. Sujetos a la angustia del trabajo, a los ruidos, cuando no a la contaminación industrial. Hay casos, como por ejemplo la Residencia Sanitaria «La Paz», donde incluso se ubicó entre el depósito de cadáveres y un crematorio, aparte de los inconveniente que tiene de por sí un centro sanitario. Pero es que, además, condiciona enormemente ala madre hacia ese trabajo, supone una mayor sujeción, lo mismo que para el pequeño, ya que nunca se plantea su existencia como un derecho del niño en el medio social en el que nace.»

Reivindicamos un niño autónomo y sociable

Pasar de la actual situación de las guarderías, que no favorece al niño en lo más mínimo, a ese nuevo estado que un sector de los enseñantes propone, y que debería estar supervisado y reconocido por el Ministerio de Educación, es el gran paso adelante que se propone dar la Coordinadora Nacional.

«Nosotros queremos hacer un niño autónomo, pasando de la dependencia absoluta que tiene en la familia a una dependencia relativa, que sería la de un centro del tipo que proponemos. Un niño capaz de tomar conciencia de sus necesidades, pero dándole las armas y los instrumentos necesarios para construir la sociedad. Son varios los obstáculos que nos impiden llegar a estos fines; de un lado, la propia familia, coercitiva y opresora; de otro lado, la sociedad, y, finalmente, los propios enseñantes, que tampoco estamos preparados para emprender esta misión, razón por la cual pensamos crear esa escuela de formación de maestros o como quiera llamárseles, capaces de despertar todas las capacidades del niño, sin olvidar que se está educando en todos los momentos de su vida.»

Propugnamos una gestión horizontal y democrática, una jornada de 35 horas lectivas y cinco no lectivas; una jubilación a los 55 años; vacaciones como el resto de los enseñantes y, por supuesto, pasar a depender del Ministerio de Educación.»

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