Portugal no volverá a ser el mismo país
Director del semanario ExpressoExiste en Portugal una libertad de expresión que, cuatro años atrás, era impensable. No se trata apenas de lo dicho o escrito por los «mas media» sino también y, tal vez, principalmente, de una posibilidad de comunicación entre las personas que la era del salazarismo-marcelismo impidiera cuidadosamente siempre. En las relaciones de trabajo, en los contactos entre las diversas generaciones y profesiones, en las escuelas y en las familias, el diálogo se ha tornado en un hábito ya difícilmente reversible, sustituyendo los disonantes monólogos que anteriormente constituían la regla general. Este cambio de mentalidad constituye el aspecto más importante y más duradero del Portugal posterior al 25 de abril.
Portugal no volverá a ser el mismo país, porque la sociedad portuguesa ya no es la misma.
Esto, sin embargo, con ser mucho, no es suficiente.
Durante estos cuatro años, quizá como consecuencia de un mecanismo histórico, simbolizado por el principio del péndulo (estábamos muy a la derecha, fuimos muy a la izquierda, volvimos ádesplazarnos para la derecha), los portugueses se vieron convulsionados por corrientes profundas en sentidos opuestos. La estructura social (un proletariado todavía incipiente una alta burguesía semidestruida y recelosa, una pequeña y una media burguesías fundamentales, pero siempre descontentas) fue profundamente sacudida. El sistema económico social es fruto de las contradicciones que hasta aquí han estado en vigor (no se sabe si, como dice la Constitución, vivimos «en transición para el socialismo», o si caminamos para una economía de mercado más apropiada a la Europa en la que pretendemos insertarnos». El Gobierno y la vida política se resienten de las frustraciones que el poder político no consigue dominar (la larga gestación del segundo Gobierno constitucional y la alianza PS/CDS que se realizó son ejemplo claro de una solución de compromiso que difícilmente resolverá las cuestiones de fondo originadas por los continuos choques de las corrientes antes mencionadas). Las fuerzas armadas reflejan las dificultades en que se debate la sociedad civil (no es una casualidad que exista, en la Constitución portuguesa, como órgano de soberanía al nivel del Gobierno o del Parlamento, el Consejo de la Revolución, enteramente formado por militares y dotado de poderes que, al menos en teoría, le permiten bloquear la actividad legislativa).
Así, tenemos una nación que, cerrado a través de una descolonización discutible del ciclo del imperio, que duró quinientos años, busca un camino propio que le garantice la identidad y le justifique la existencia como Estado independiente y soberano.
Todo esto es también una herencia del 25 de Abril. Una herencia que no podemos enjuiciar, porque más temprano o más tarde estaríamos puestos ante la indiscutible realidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.