Bacon
Andan autorizando ahora las asociaciones de nudistas, y yo me he apresurado a desnudarme, mientras me dan el carnet. Esta crónica la escribo ya desnudito.-¿Pero usted no se enfriaba en seguida?
Bueno, ahora tengo el truco del papel higiénico. Me parece que ya lo he contado: cuando noto frío en un sitio, voy al baño, me envuelvo por dentro en el rollo del papel y ando de momia por la vida, tan vestido. Así me fui a ver la exposición de Bacon:
-¿Cómo no sale Bacon a recibirme?- le pregunto a un señor que manda en la puerta, y que desde luego no es un March.
-Bacon está con gripe, pero ya tiene el billete y vendrá a Madrid.
Jorge Grau, mediativo y solo frente a un cuadro del inglés asombroso, que es como un Turner que, en lugar de pintar marinas, pinta marineros.
-Y a ser posible desnudos y borrachos- le digo a Jorge.
Los hombres de Bacon, marineros o no, están siempre desnudos y, preferentemente, en el baño. Se ha especulado sobre si se suicidan, vomitan o expresan la náusea de nuestro tiempo. Me parece que buscan el rollo de papel, como yo, para envolverse tipo momia antiséptica, porque hay que ver lo que está cayendo en Londres. Le tengo que preguntar a Santiago Amón.
¿Y por qué les han puesto cristales a los hermosos óleos? A lo mejor, por vestir un poco a esos marinerazos amigotes de Bacon. La Fundación March no deja de ser una fundación decente. Si no es por los millones de March, no conocemos a Bacon en España. Si no es por Bacon, nadie hubiera denunciado tan profundamente en pintura la náusea del mundo capitalista. O sea que aquí está el todo Madrid asumiendo sus contracciones.
También encuentro a Máximo de Pablo, pintor importante y gran amigo, o a la inversa. En tiempos nos desnudábamos los dos en Santander, para bañarnos en el Sardinero, pero como siempre llovía, nos volvíamos a vestir.
El nudismo requiere un clima, claro. Franco no autorizó nunca el nudismo, no por nada, sino que Mariano Medina anunciaba todos los días marejadilla en el Cantábrico, y con marejadilla no se está bien de maja desnuda.
De maja desnuda o de doncel de Sigüenza me pongo alternativamente para escribir esta crónica. Rafael Fernández, con pendientito en la orejita derecha, viene a casa para decirme que Isabel Tenaille es efébica y que si la amo en silencio es porque no me atrevo a amar directamente a un chico de COU. Los gay son como los católicos de antes: en seguida hacen apostolado.
Con Isabel Tenaille y Natalia Figueroa quiero apuntarme de nudista en cuanto lo pongan. Para las cenas, para los almuerzos, para las cosas, me envuelvo en mi rollo higiénico, me pongo encima el abrigo y voy tan formal. Me llama Soledad Lorenzo, hermosa como un Picasso primitivo, para invitarme a la cosa ecológica de César Manrique, que inaugura en Theo:
-Tienes que conocer Lanzarote, Paco.
-No, que me pinchan como a Cubillo.
La primera vez que salí a Europa (para hablar de Lorca, qué cosas), en vez de irme a ver las carnes profundas de Linda Lovelace, me fui a ver las carnes macilentas que pinta Bacon, en un museo de Munich. Allí los bacon no tenían cristal. En eso se nota que no estamos en el Mercado Común. Nos separa un cristal. Y Oreja no va a romperlo. Ya se ha visto que no vale para cristalero. La carne es triste, no porque lo diga Mallarmé, sino porque lo pinta Bacon. Conozco carnes más alegres, pero no les voy a dar a ustedes pistas. Los españoles, desnudos, somos unos bacons en peor. Esto del nudismo no va a resultar. Nos quedaba mejor la camisa azul.
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