Angustia en Italia ante el posible asesinato de Aldo Moro
En toda Italia se espera, con angustia, que llegue de un momento a otro la trágica noticia del asesinato de Aldo Moro, el líder de la DC, condenado a muerte por el «tribunal del pueblo» de las Brigadas Rojas. Todas las fuerzas del orden están movilizadas en un supremo y desesperado esfuerzo para dar con el paradero del político antes de que los terroristas pongan fin a su vida. La secretaría del partido de Moro ha lanzado un llamamiento a todo el país. La consigna es «salvar la vida de este hombre sea como sea». Pero la DC no ha cedido a las presiones de su sector más católico, que ha pedido estos días una negociación con las Brigadas porque «es más importante la vida humana que el prestigio del Estado», y ha confirmado que políticamente no se debe tratar con terroristas. Los democristianos tampoco quieren, sin embargo, resignarse a aceptar pasivamente que sea sacrificado el político más prestigioso de Italia.
En un editorial de Il Popolo, órgano oficial del partido, publicado ayer excepcionalmente, la DC afirma: «No queremos desesperar como políticos, no podemos dejar de esperar como cristianos», y añade que el caso Moro no es el problema de un partido, sino de todo el país.Esta tesis ha sido aceptada también por los socialistas. Bettino Craxi, secretario del partido, ha visitado a la señora Moro para ofrecer la solidaridad de los socialistas y ha afirmado que «la liberación de Moro es objetivo que debe ser considerado uno de los deberes fundamentales del Estado».
Los comunistas, que han sido desde el primer momento los más duros en aceptar cualquier negociación con los terroristas, acaban de celebrar una reunión de su ejecutiva. Bufalini, en nombre del partido, ha declarado que el problema Moro no es sólo un delito, sino la tentativa de «provocar una crisis en el nuevo equilibrio político del país, del cual Moro fue uno de los mayores artífices». Por eso ha dicho: « No bastan las condenas, hay que quitarles el agua a los terroristas para que no puedan seguir nadando.» Los comunistas sostienen que son «absurdas» las acusaciones de algunos intelectuales de derecha, que piensan que el terrorismo es hijo del marxismo leninista, pero aceptan una cierta autocrítica.
Mientras se espera que no suceda lo peor, los órganos de prensa de izquierda declaran que las Brigadas Rojas han perdido ya en realidad la batalla, porque no han conseguido arrastrar a una parte de la población a su lógica demencial: no han podido dividir a la DC y mucho menos a los partidos que apoyan al Gobierno. Tampoco han paralizado al Parlamento, que en estos días ha trabajado día y noche para aprobar la ley del aborto,
De todos modos, el clima es de nerviosismo. Existe mucho escepticismo acerca de la posibilidad de ayuda de los organismos internacionales para salvar la vida de Moro. El Vaticano ya no interviene y se prueba a través de la Cruz Roja Internacional. Quizá es ésta la razón por la cual en las últimas horas la ministra de Salud, Tina Anselmi, ha visitado tres veces a la señora Moro. Esta vez las Brigadas Rojas han actuado, como confirma la policía, con toda la fuerza de su organización: setenta personas han participado en el secuestro del político Italiano y siguen actuando en los mayores centros de la organización: Milán, Roma, Turín y Génova. Por eso el desafío es mayor. Sería más fácil cogerles en un error, pero también resultaría grave que lo único que obtuviese la policía fuese recoger el cuerpo sin vida de Moro.
El juicio en Turín de los líderes «históricos» de las Brigadas Rojas, reiniciado ayer, ha reducido las pocas esperanzas que quedaban. Renato Curcio, fundador de la organización terrorista, ha declarado: «Asumimos la responsabilidad moral de la condena a muerte de Moro. Es una condena de toda la clase política italiana. Seguirán hechos concretos.» Sólo cuando empezó a Insultar al jefe del Estado, Giovanni Leone, fue expulsado de la sala.
Llamamiento de Amnistía
Amnistía Internacional hizo ayer un llamamiento a las Brigadas Rojas para que no lleven a cabo la sentencia de muerte impuesta a Aldo Moro. En una nota difundida en Londres, Amnistía Internacional fundamenta su apelación en razones humanitarias y en las leyes internacionales.
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