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Entrevista:

"El hombre histórico y la sociedad que lo formó han terminado"

Entrevista con el realizador italiano Marco Ferreri

Ángel S. Harguindey

Marco Ferreri es, sin duda, uno de los realizadores más personales de la última década. Películas como La gran comilona, estrenada recientemente en Barcelona; La última mujer, sin estrenar aún, o Adiós al macho, seleccionada oficialmente para el próximo Festival de Cannes y que se estrenará en el mes de mayo en Madrid, explican el por qué de la significación polémica de Ferreri, una polémica que, como él mismo explicará en esta entrevista, pierde paulatinamente su condición de elitista y minoritaria para entrar ya en los circuitos comerciales y en las recaudaciones de taquilla importantes. dialogó con él.

Pregunta. ¿Puede explicar qué es Adios al macho, no su argumento sino sus intenciones?Respuesta. Bueno, de esta película se ha dicho que era una visión apocalíptica mía, pero no hay apocalipsis, eso ya está pasado. Yo sigo siempre sacando imágenes del hombre, sobre el hombre, pero éste no vive en una pantalla blanca sino en una sociedad, con unas estructuras determinadas que cada vez que las contemplo las veo más ruinosas y deficitarias. Al final lo que puedo decir es que el hombre histórico ya se acabó aunque no, naturalmente, el hombre biológico.

P. ¿Podría matizar un poco esa distinción?

R. El hombre histórico es un hombre moldeado, construido, el biológico es el origen, lo primero. Siempre se puede buscar esa realidad del hombre biológico, del que no afirmo que sea mejor o peor que el histórico, simplemente creo que es diferente.

P. Pero usted hace esa clasificación desde la perspectiva cultural del hombre histórico, es decir, desde ese plano usted sentencia su muerte...

R. Es cierto. Yo analizo el hombre desde esa perspectiva cultural, la misma que ha conformado el hombre histórico, pero igual que existe una cultura «oficial», aquélla que nos enseñan en la escuela desde niños, existe también una cultura «no oficial» y no me refiero a ningún fenómeno underground. Bien, desde esta perspectiva creo que el hombre histórico se ha terminado porque también se acaba la sociedad que lo produjo. En el terreno cinematográfico puedo decir que hice varias películas «reformistas» en las que se creía en cierta posibilidad de mejoramiento de la sociedad. Ahora ya no se pueden hacer películas reformistas, hay que ir más adelante y eso es lo que pretendo desde La gran cena. Lo que ocurre es que mis tres últimas películas, la ya citada, la de La última mujer y ésta de Adios al macho, se ha producido una mayor afluencia de espectadores. No son películas realizadas siguiendo las reglas del «éxito», pero sin embargo son las que más espectadores acuden a ellas. Lo que me fascina es la relación entre el autor, la película y el espectador, el otro gran protagonista del filme. Pues bien, desde que dejé de hacer películas «reformistas» acuden a verla no sólo las minorías intelectuales.

P. Usted asegura que se ha terminado ya la sociedad que construye y crea al hombre histórico pero, ¿en qué se basa para tal afirmación?

R. Bueno, creo que ha terminado un período social de la economía. Esta sociedad va contra sus principios, contra sus instituciones. Cuando ves, por ejemplo, ese deseo del hombre de que sea la mujer la que ocupe la jefatura de la célula, ese deseo de fomentar la relación hombre-mujer y de que éste ocupe el lugar del primero... creo que ya no se puede sostener esa falsa imagen de tranquilidad. Se ha terminado la familia, la pareja, todo lo que justificaba la actual estructura social...

P. En sus películas no hay una referencia directa a lo que podríamos llamar la «política profesional». ¿Qué piensa del Estado, de los Gobiernos, de los políticos?

R. No hay referencias a la política profesional, pero lo cierto es que el discurso se complica. Pienso que el Estado ha llegado a su última fase. No sólo se ve en Italia, sino en España, en todas partes. Los presupuestos en los que se asentaba el Estado de Derecho han sido transgredidos por la propia maquinaria estatal, esto se ve muy claramente en Alemania. Ahora bien, todo esto son palabras y el espectador que va a ver mis películas lo hace, pienso, por las sensaciones que recibe, que son a nivel fisiológico. Le atraen esas relaciones entre el hombre y la mujer, entre los viejos y los jóvenes, que no son problemas específicamente políticos, de la política profesional, pero sí pienso que analizo la política. Por ejemplo, en La última mujer reflexiono sobre un ingeniero y lo hago también sobre el trabajo. Es un ingeniero que se aparta de los esquemas tradicionales... En realidad, desde el punto de vista de la historia, se ve claramente que el Imperio Romano tuvo un fin muy concreto, al que sucede el Medioevo, época en la que existió la posibilidad de formar un hombre distinto al del Imperio Romano y no se hizo. Creo que siempre existió un gran miedo ante la transformación del hombre; pensaban que al acabar con el hombre histórico terminarían también con el biológico y esto no será así: el hombre, por una serie de leyes biológicas, subsistirá, como los perros. Lo que sucede es que hemos llegado al tope en la construcción del hombre. Si este tinglado estaba montado sobre una base económica, pienso que ésta llegó al límite. Por lo que respecta a la cultura, desde los últimos cien años de la Humanidad la cultura no sale del cinturón industrial de las ciudades. Se terminó la cultura del campo y del campesinado. En el mundo actual todo gira en torno a la relación patrón-obrero y no se dan cuenta que el número de marginados, insatisfechos, etcétera, aumenta día a día.

P. Sus últimas películas, los hechos que muestra, pueden ser explicados desde criterios intelectuales complicados, pero también pueden ser descritos como la selección de temas, cada uno más insólito que el anterior. Una cena en la que los comensales se suicidan a base de comer incesantemente, una pareja en la que el hombre acaba por cortarse el pene con un cuchillo eléctrico, un hombre que se relaciona con viejos y que ama a un pequeño chimpancé, es decir, podría hablarse de sus filmes desde la perspectiva del circo, un «más difícil todavía ... »

R. Mis temas no son insólitos. Creo que esa selección implica un deseo de romper los esquemas de historias tradicionales. Eso que tú dices del circo me sirve, porque al escoger esos temas, me alejo cada vez más de esos restos arqueológicos que son los conceptos narrativos tradicionales.

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