Portugal limita la posibilidad de pescar en sus costas entre seis y doce millas
La flota española tendrá que abandonar los caladeros portugueses situados entre seis y doce millas de la costa, por decisión de las autoridades de Lisboa. Se estima que solamente las capturas de barcos gallegos en esa zona pueden aproximarse a mil millones de pesetas anuales.
Después de la implantación de las doscientas millas de soberanía pesquera, el Gobierno portugués ha sido presionado por el sector artesanal para tomar esta medida en defensa de su flota de litoral, que en un decenio ha quedado reducida a doscientos barcos, la mitad de los que trabajaban en los años sesenta. Los portugueses atribuyen también a la presencia de barcos extranjeros en sus costas parte de culpa en la reducción de más de un 20 % de producción de su importante industria conservera. Incluso argumentan que han tenido que comprar merluza y sardinas en países extranjeros, siendo sus costas ricas en estas especies.En los primeros contactos de autoridades pesqueras españolas, representantes del sector extractivo y científicos se ha pedido que nuestras flotas declaren las capturas que obtienen en aguas lusitanas. Según datos oficiales, solamente Vigo recibe pescado de aquellas aguas por un valor de quinientos millones de pesetas cada año.
Marín (Pontevedra) envía buena parte de su flota a pescar merluza y otras especies a la costa portuguesa, y Huelva obtiene también gran cantidad de marisco.
Portugal exige que nuestros barcos abandonen la franja entre seis y doce millas, primero los arrastreros y después los que pescan al cerco -arte menos dañino-, pero está dispuesto a conceder varios años para la operación, aunque el tiempo dependerá de la presión que ejerzan los pescadores portugueses, cuyos barcos trabajan en régimen de reciprocidad en aguas españolas, aun cuando la balanza pesquera es muy favorable a España.
Diversos medios científicos consideran que una solución posible, no perjudicial para nuestra flota ni dañina para los caladeros portugueses, sería aumentar las mallas de cuarenta centímetros a sesenta o setenta, como se hace en la mayor parte de los países pesqueros del mundo.
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