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La izquierda extraparlamentaria desafía al Poder en Italia

Los jóvenes de la izquierda extraparlamentaría (los llamados autónomos) han decidido manifestarse por las calles de Roma hoy viernes, pese a la expresa prohibición de las autoridades. Esta manifestación, que coincide con el aniversario de la muerte de un autónomo en los enfrentamientos registrados con la policía hace un par de años, tiene en apariencia un sólo objetivo: protestar por la forma en que se condujo la policía durante la redada monstruo el pasado lunes, en busca de pistas de los secuestradores de Aldo Moro.

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En realidad los objetivos del movimiento autónomo van más allá de la simple protesta; constituyen un abierto desafío al poder establecido, y de ahí su importancia y gravedad. No se trata, por otra parte, de un propósito oculto. En la asamblea estudiantil preparatoria de esta manifestación se ha dicho claramente que la crisis política provocada por el secuestro de Aldo Moro ha creado un vacío institucional, paralización y confusión en el aparato estatal, del que se debe aprovechar al máximo el movimiento autonomista. «Estar a la defensiva sería un error», ha dicho el joven Oreste Scalzone, dirigente de los Comités Comunistas, organización que no debe confundirse con el Partido Comunista y que, en todo caso, está mucho más a la izquierda que él.En la asamblea estudiantil se habló, igualmente, de que «hay que reconquistar la calle en términos físicos y políticos», de que es menester «habituarse a vivir en este nivel de enfrentamiento» y, en fin, de «la práctica de la ilegalidad de masas, con golpes a los centros de la reacción». Esto último, hipérbole de matiz sociopolítica aparte, significa que durante la manifestación de hoy, simultáneamente a ella pueden producirse pequeñas acciones guerrilleras contra objetivos menores. Por ejemplo, quemar automóviles de las autoridades académicas porque, según se dijo en la asamblea, son representantes de las fuerzas represivas dentro del recinto universitario.

Temor a una catástrofe

Desórdenes de este tipo, con una policía que tiene a todos sus efectivos permanentemente en activo desde hace ya veinte días, por tanto cansados e hipersensibles, puede conducir a una catástrofe. Un ejemplo sólo sobre el grado de nerviosismo y mano dura de la policía italiana en estos días: ha bastado un mal modo a un agente por parte de una joven muy conocida en la alta sociedad romana, casada con Nicola Caracciolo, uno de los reyes del negocio editorial en Italia y cuñada de Gianni Agnelli, el patrón de la Fiat, para que ni siquiera unos buenos padrinos, como habrá tenido, le hayan quitado tres días de arresto en las celdas de una comisaría. Por lo demás, desórdenes de este tipo significan, como ha hecho ver el periódico comunista L'Unita, «una complicidad de hecho con las Brigadas Rojas». En efecto, junto a la última carta de Aldo Moro, los secuestradores del presidente del Partido Democracia Cristiana hicieron público un libro de sesenta páginas, fechado en febrero de 1978, rimbombantemente titulado Resoluciones de la dirección estratégica es un libro de tonos apocalípticos, de una dialéctica a base de silogismos, en el que se alternan citas de Marx y Engels con frases de Ulrike Meinhof y del abogado Claus Croissant, defensor de los terroristas alemanes, a veces retórico (define a la sociedad italiana como «un campo de concentración de millones de trabajadores») y en ocasiones, bufo (por ejemplo, cuando llama al líder comunista español, Santiago Carrillo, «agente de la CIA»).

Pues bien, en ese libro se dice claramente que las «Brigadas Rojas no son el Partido Comunista combatiente, sino su vanguardia armada». O la «cabeza pensante» de un movimiento popular no tan proletario (en el sentido estricto de la palabra, igual a obrero), cuya base está constituida, o las Brigadas Rojas pretenden constituir con la rebeldía juvenil ultraizquierdista de los años 68 y 77. Es decir, aquellos que trasladaron a Italia la contestación del mayo francés, y estos otros indios metropolitanos que el pasado año sembraron el terror y la destrucción en algunas universidades italianas, supuestos pieles rojas con el hacha de guerra desenterrada y tránsfugas de las reservas en las que hasta entonces los había mantenido una sociedad superindustrializada, urbana y consumista. En el primer caso, hijos de papá con mala conciencia social; en el segundo, hijos de obreros a los que ni siquiera el acceso a la Universidad les ha privado del fantasma del paro.

Los 129 detenidos el pasado lunes, con procedimientos y modos que ciertamente parecen haber sobrepasado incluso las leyes antiterroristas aprobadas hace poco, modo y procedimientos que dan pretexto a la manifestación convocada para hoy, pertenecen por igual a esos dos focos de radicalismo juvenil fechado en el 68 y en el 77.

De ellos, sólo 41 han pasado a disposición judicial (veintinueve por asociación ilegal, y doce por tenencia ilícita de armas). En ,aquella redada, la policía no pudo detener a otros 47 que se encuentran en paradero ignorado. Puede que alguno de ellos figure entre el grupo de secuestradores de Aldo Moro, en esa «vanguardia armada de la que son cómplices de hecho» (L'Unita Dixit) estos otros jóvenes romanos que hoy pretenden echarse a la calle.

Agentes de policía que practicaron un registro en una casa solitaria de una playa en las afueras de Nápoles detuvieron a una mujer que tiene «marcada semejanza» con otra que formaba parte del comando de las Brigadas Rojas que secuestró a Moro.

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