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Crítica:CINE/"CAR WASH"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una alegre invitación a la vida

Car Wash. Dirección, Michael Schultz. Guión de Joel Schumacher. Fotografía, Franck Stanley. Música, Nonnan Whiffield. Interpretes: Franklin Ajaye, Sully Boyar, Richard Brestoff, Carmine Caridi, etcétera. EE UU. Musical. Local de estreno: cine Bulevar.

No se entienden muy bien las razones de la presencia de este filme en Cannes, aunque es preciso reconocer que, dada la baja calidad de las películas a concurso y su poco interés, una más no iba a desentonar en el pobre conjunto de su postrera y amplia edición.

Car Wash hubiera hecho mejor papel en alguna semana dedicada al sano esparcimiento, a espectáculos musicales o al cine superficial dedicado a los negros. Filme realizado por gente de color, desde su director hasta su reparto numeroso, con una buena música, entre pop y rock y, como tal, dedicada a los amantes del género, es, sobre todo, un sainete en el que dicha música no cesa, una visión demasiado amable de cierto mundo y sus problemas, tomados a veces por su lado sentimental y a ratos ofrecidos con caracteres grotescos.

Como su nombre indica, la acción sucede en una estación de servicio por la que, al modo de las viejas comedias, van desfilando diversos tipos, divertidos casi siempre a pesar de sus perfiles diferentes. Toda una fauna actual, más o menos auténtica, a distinto nivel social, se da cita en ella de paso, con su psicología elemental, a lo largo de un día, dando forma a una alegre imitación de la vida, entre cantos y voces sabiamente ordenados y dirigidos. Hay personajes que suponen auténticos hallazgos, como el profeta del dólar; otros ya conocidos, como la prostituta en busca de su perdido amor, el muchacho que quiere triunfar en un concurso radiofónico o el señor cuyo análisis de orina es confundido con el explosivo de un supuesto terrorista.

Todas estas historias, muy bien servidas por sus intérpretes, apuntan siempre a un universo blando y amable, a una versión actualizada de La cabaña del Tio Tom urbana y convencional, antes que a problemas auténticos y actuales. Por supuesto que no todo ha de ser denuncia y drama, pero aquí la fiesta no se nos ofrece como tal, sino como visión impuesta por los productores. Tal afirmaba su director en Cannes, explicándose o, mejor, justificándose. Decía que él hubiera querido filmar una jornada auténtica de la vida de sus hermanos de raza, mas posteriores presiones le obligaron a convertir su historia en un mero musical.

Sin embargo, tales traiciones suelen tener parca recompensa, y Michael Schultz, no sabemos si por propia cuenta y riesgo, ha dado un paso más y puesto a claudicar ha acabado por cambiar a sus hermanos por una mera troupe de canto y danza, tal como muchos blancos se los imaginan. De poco sirve o, por mejor decirlo, resulta aún más agravante, la pareja central que carga de mal grado con el mensaje elemental de la película. El uno, un musulmán revolucionario en busca de revancha, el otro, un antiguo recluso al que la cárcel ha transformado convirtiéndole en hombre de provecho, se enfrentan al final convirtiendo el relato en un canto al buen sentido y la virtud en aras le un absurdo paternalismo. Tal nos dice el guión, pero quien de veras triunfa a pesar de historia tan aleccionadora es el ritmo y los actores al compás de una música actual que tanto como los gags mantiene el interés del público no a través del análisis que se nos prometía, sino a lo largo de un amable y ameno pasatiempo.

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