La URSS propuso a Estados Unidos un que conjunto contra China en 1969
La Unión Soviética propuso en varias ocasiones a Estados Unidos, durante 1969, lanzar un ataque conjunto contra la República Popular China, para destruir las instalaciones nucleares de ésta, pero el presidente Nixon rechazó tales propuestas, asegura en su libro publicado ayer el antiguo ayudante presidencial H. R. Haldeman.
Según Haldeman, que se encuentra actualmente en prisión como consecuencia de su complicidad en el escándalo Watergate, los norteamericanos se alarmaron cuando observaron que la URSS estaba estacionando gran cantidad de tropas en la frontera con China y Henry Kissinger dijo que existían «grandes posibilidades» de que el ataque tuviera lugar el 15 de abril de ese año. Kissinger negó ayer que hubieran exisitido las proposiciones soviéticas de atacar a China a que se refiere Haldeman, y también el entonces secretario de Estado, William Rogers, desmintió las afirmaciones del antiguo jefe del staff de la Casa Blanca.
El libro de Haldeman fue distribuido ayer a las librerías de todo el país, con dos semanas de adelanto sobre la fecha prevista, como consecuencia de que el diario Washington Post publicara el jueves las principales revelaciones contenidas en el libro. Esta filtración al Post desbarató la cuidadosa preparación hecha por la casa editora Time Books, una empresa filial del New York Times, que había vendido los derechos exclusivos de publicación de fragmentos del libro a una treintena de periódicos en Estados Unidos y a otros muchos en el extranjero.
En vez de publicar el extracto del libro en cinco capítulos durante la próxima semana, el New York Times publicó ayer de una vez todo el resumen y la empresa editora liberó del embargo a los periódicos que habían comprado los derechos de reproducción. La prepublicación por el Post, que no había pagado ningún tipo de derechos, provocó una polémica en los medios periodísticos. Unos alaban al Post por haberse adelantado, a pesar, incluso, de que Newsweek, un semanario de su misma empresa, pagó por el extracto del libro, mientras que otros acusan más o menos veladamente a Newsweek de haber cedido las pruebas del libro al Post.
El escándalo sirvió para que los primeros ejemplares del libro de Haldeman, titulado The ends of power, desaparecieran rápidamente de las librerías. Por su parte, el ex presidente Richard Nixon, al que Haldeman acusa de ser el principal culpable del caso Watergate, se limitó a facilitar un comunicado a la prensa en el que anuncia que su libro de memorias aparecerá el próximo mes de mayo.
Haldeman revela también en su obra que los soviéticos comenzaron a construir una base de submarinos atómicos en Cuba y que los norteamericanos advirtieron la presencia de técnicos soviéticos cuando vieron campos de fútbol en la zona. Kissinger dijo entonces: «Esos campos de fútbol pueden significar una guerra. Los cubanos juegan al béidbol, son lo rusos quienes juegan al fútbol».
Kissinger sale bastante malparado del libro, donde se le describe como el «halcón de lo halcones», partidario de la línea dura que luego, fuera de la Casa Blanca, se hacía pasar por un liberal. El entonces asesor de Nixon fue muy reticente a la apertura de relaciones con China, según Haldeman, que le dibuja como un personaje egoísta, inseguro, inteligente y odiado por el resto del equipo que trabajaba en la Casa Blanca.
La teoría del «loco»
Según el libro, Nixon fue el inven tor de la teoría del «loco» en la guerra de Vietnam. Se trataba de figurarante Hanoi como un presidente dispuesto a ganar la guerra a cualquier precio, incluido un holocausto atómico, con el fin de obtener concesiones por parte de los norvietnamistas. Sin embargo, señala Haldeman, Hanoi no cedió y los planes fracasaron.
Respecto al escándalo Watergate, Haldeman sugiere que la operación de los «fontaneros» de la Casa Blanca, destinada a colocar micrófonos en la sede del Partido Demócrata, estaba siendo seguida de cerca por la CIA, y que incluso era conocida por alguien en el Partido Demócrata. La detención de los «fontaneros» se habría debido, pues, a un sabotaje. Nixon dispuso inmediatamente que se pagara a los detenidos a cambio de que guardaran silencio.
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