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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Las violadas

En lo que no han pensado los violadores enfurecidos que ahora andan sueltos por Madrid y por toda La Mancha, como gusta de decir Tarradellas, es en que nos están poniendo en un aprieto a los normales, o sea a los moderados del sexo, que llega uno a casa, agotado de vivir esta democracia asamblearia, y lo primero que le lee a uno en el periódico la santa esposa: -Pues aquí trae que han violado a una señorita en Entrevías. Y sólo le robaron cuatrocientas y pico pesetas.

Así leída la noticia, suena como si valiese la pena dejarse violar por ese precio. O va uno a ver a su mejor amiga de toda la vida:

-¿Sabes? A la cuñada de Puri la han violado tres veces en el ascensor. Y la policía sospecha que es el mismo. ¿No te parece edificante?

-Cómo va a ser edificante violar a la cuñada de Puri en un ascensor.

-No, lo digo más que nada por la insistencia. Se ve que es un tipo fiel.

En las cenas de matrimonios también sale mucho el tema. Lo sacan las señoras, claro:

-Pues, con esto de la democracia, hay soltera que sale por tres violaciones al mes. Y dicen que algunos son gente fina, de muy buenas maneras, no creas.

Yo le ruego al señor Martín Villa que, dentro de la ola de terrorismo que nos invade, preste especial atención al tema de las violaciones, porque nos están abochornando por vía insospechada a los varones de vida sexual ordenada que quedamos en el país, y que ya no somos muchos, desgraciadamente. Como la democracia supone la transvaloración de todos los valores, aunque sea la democracia de Suárez, resulta que el violador se ha convertido en la figura ejemplar de los nuevos tiempos, en el arquetipo moral, y a la señora de Arespacochaga la he oído decir que anoche hubo ochenta violaciones en Madrid.

-¿Insiste usted en que la delincuencia común tiene en estos momentos un carácter político?

-me pregunta una marquesa.

-Insisto.

Las marquesas, duquesas y señoras del Rastrillo en general han decidido este año, muy sensatamente, prescindir del babilónico montaje caritativo, dar la pastizara directamente y en silencio, no sé si por miedo a los periodistas o por miedo a los violadores. El violador suele ser un hombre joven y la juventud tiene hoy resueltos esos problemas por vías naturales. La ola de violaciones no es para mí sino una corroboración programada de lo que anunciaban los profetas del fascismo español en los años treinta, recogido y recordado por José Carlos Mainer:

-Y vendrán los rojos y violarán a nuestras hermanas.

Hay que demostrar al personal que, como han venido los rojos, aunque sea a tomar el soconusco con Tarancón, como Carrillo, nuestras hermanas pueden darse por violadas.

-Pues hay señorita que sale a cinco violaciones por mes, unos meses con otros -me insiste la marquesa de antes.

A Lalo Azona le ofrecen cuatrocientas mil pesetas por irse de corresponsal y no seguir el western de la tele. Eso sí que me parece a mí una violación del doncel, a quien, por cierto, le puso ojos de violador sentimental -dicen- la vieja dama Oriana Fallaci, cuando su dramatizada visita a España.

Franco nos dio una moral familiar represiva que consistía en hacer muchos hijos, mucha mano de obra barata, pero a oscuras, porque como era eso, mano de obra barata, daba igual cómo saliese. Ahora ha venido la libertad y el violador se convierte en el héroe del barrio porque es el que lleva a sus últimas consecuencias los logros de la sociedad permisiva. Para los que hemos tenido una vida sexual y familiar prudentemente moderada por Franco, y anualmente estimulada por los premios de natalidad, el violador, ya digo, es una figura moral que nos abruma. Isabel Tenaille me contaba el otro día que hay un hombre que la espera y sigue a toda hora, durante meses. El violador de ascensores es un caso de insistencia y fidelidad que no deja de conmover a la santa esposa con cuarenta años de aguachirle conyugal, como decía Cernuda. Yo diría que hay una campana orquestada de violadores a sueldo para establecer el terror sexual y el silogismo democracia/ violación. «Pues yo sigo ilesa y empiezo a sentirme discriminada», me dice la marquesa de antes.

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