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Carter se opone a la presencia de los comunistas italianos en el Gobierno

En una vuelta a la política kissingueriana, de abierta hostilidad a los partidos comunistas occidentales, el Gobierno norteamericano declaró ayer que «no favorece» la participación de los comunistas en el Gobierno y que «le gustaría ver reducida la influencia comunista en cualquier país de Europa occidental». La declaración, dirigida en principio a la situación en Italia, adquirió así un tono de advertencia general que podría ser aplicado a Francia y España.

El comunicado, leído por un portavoz del Departamento de Estado, es el más duro ataque de la Administración Carter al eurocomunismo, política de la que hace meses la Casa Blanca afirmaba que constituía mayor problema para la Unión Soviética que para Estados Unidos.En el comunicado se afirma que «los recientes acontecimientos de Italia han aumentado el nivel de preocupación del Gobierno norteamericano» ante la actitud de los países comunistas occidentales.

Sin mencionar a la alianza militar del Atlántico Norte -OTAN- ni a los poderosos intereses económicos que Estados Unidos tiene en Europa, la declaración asegura que Estados Unidos e Italia comparten profundos valores e intereses democráticos -agrega- y «creemos que los comunistas no comparten esos valores e intereses».

El cambio de actitud del Gobierno Carter hacia los partidos eurocomunistas se puso de relieve la semana pasada durante su visita a París. Carter, para compensar la posible propaganda electoral que de su visita podría obtener el presidente Valery Giscard d'Estaing, recibió al líder del Partido Socialista francés, François Mitterrand, para subrayarle la oposición de Estados. Unidos a una alianza electoral de la izquierda francesa.

Si bien el Gobierno norteamericano insistió en que su criterio sobre la participación de los partidos comunistas occidentales europeos en los Gobiernos no se ha alterado, fuentes diplomáticas apreciaron ayer un importante giro del lenguaje en el comunicado.

En un principio se había hablado sólo de «participación», pero a partir de ahora la Administración Carter alude además a la influencia que los partidos comunistas tienen en la escena europea aliada. A pesar de que ayer se dijo que el propio Carter haría la declaración en la rueda de prensa convocada para hoy, ésta fue dejada al Departamento de Estado.

A su regreso a Washington y ante la creciente debilidad del Gobierno de la Democracia Cristiana italiana, Carter convocó a su embajador en Roma, Gardner, en un gesto tendente a dramatizar la «preocupación de Estados Unidos por el ascenso del Partido Comunista italiano».

En las últimas 48 horas, Carter mantuvo reuniones con su consejero nacional de, Seguridad, con el ministro de Defensa y con el ministro del Tesoro, para analizar la situación en Italia. Sin embargo, a preguntas de los periodistas, el portavoz del Departamento de Estado aseguró que Estados Unidos no planea ninguna presión directa o ayuda a ningún partido italiano como ocurrió en el pasado. Durante la década de los 60, Estados Unidos canalizó fondos a los partidos conservadores italianos y llegó a financiar a grupos de extrema derecha que planearon un golpe de Estado.

En la declaración, el Gobierno norteamericano reconoce que «nuestros aliados de Europa occidental son países soberanos y, por derecho y en propiedad, la decisión de cómo deben gobernarse reside sólo en sus ciudadanos», y añade, «al mismo tiempo, creemos que tenemos la obligación ante nuestros amigos y aliados de expresar claramente nuestros puntos de vista».

Casualmente, esta declaración precederá a un programa de televisión en el que el ex secretario de Estado, Henry Kissinger, expondrá su oposición a los partidos comunistas occidentales.

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