Protestas en Italia por un viaje a Washington del embajador norteamericano
El viaje realizado ayer a Washington por Richard N. Gardner, embajador norteamericano en Italia, para examinar los diversos aspectos de una «inminente» caída o reajuste del Gobierno democristiano de Andreotti, ha despertado una ola de recelos y censuras en todos los sectores políticos italianos, incluido el comunista. Entre los elementos a examen ahora de, la Casa Blanca destaca el de las relaciones del próximo Gobierno de Roma con el Partido Comunista. La reacción contra este viaje de Gardner fue motivada inicialmente por un artículo aparecido recientemente en el diario norteamericano New York Times, en el -que se recordó el «ínfimo concepto» que en Estados Unidos se tiene de los comunistas italianos.
El viaje del embajador ha irritado especialmente a la izquierda italiana. Se teme que el presidente James Carter abandone su prometida política de «no indiferencia» por otra de mayor «injerencia» en los asuntos internos italianos. El líder Comunista encargado de la política exterior de su partido, Giancarlo Pajetta, acaba de publicar un artículo de alarma y protesta en L´Unita, recordando que los comunistas son partidarios de la OTAN y que corresponde a la Democracia Cristiana aclarar su posición, pues «la paciencia seria una ingenuidad».Se confirma mientras tanto en los círculos políticos que la iniciativa de discutir al más alto nivel el «caso ltalia» partió del propio embajador Gardner. Los comunistas italianos han reaccionado sin dramatizar y no han presentado interpelaciones parlamentarias como, sin embargo, han hecho inmediatamente: los democristianos, que tampoco aceptan injerencias de nadie. El artículo de Pajetta se limita a recordar que «una Europa que no sea ni antisoviética ni antiamericana exige la premisa de una, garantía inequívoca de no injerencia». En la Democracia Cristiana se va concretando, lenta pero claramente, una postura colectiva ante la «cuestión comunista». La negativa a un Gobierno de emergencia con los Comunistas es rotunda. Un Gobierno con los socialistas, en la mayoría en la que los votos comunistas no sean determinantes, es posible, pero los socialistas se niegan a ello en forma igualmente drástica. Según el PSI, está de por medio la salud misma de la República.
Setenta y dos diputados y quince senadores democristianos han escrito una carta a su secretario, Benigno Zacocagnini, solicitando un debate sobre las relaciones con los comunistas. Este grupo moderado solicita ante todo el respeto de los compromisos electorales. Los firmantes representan el 22,70% del electorado democristiano, de los 14.209.000 que votaron por la Democracia Cristiana en junio de 1976. Su peso en el partido es determinante y corresponderá a Moro convencerlos de su política. Los parlamentarios democristianos se reúnen mañana para adoptar una decisión colegial sobre la política a seguir después de la reunión de la directiva realizada ayer. Se da por segura la crisis del Gobierno Andreotti, pero se trata de concertar trámites y procedimientos. Andreotti prefiriría provocar un debate parlamentario antes de presentar su dimisión al presidente de la República. Es probable que la Democracia Cristiana trate de evitar el debate para poder «pilotar» mejor la crisis. El recrudecimiento del terrorismo ha contribuido a enrarecer el clima de la crisis, y las últimas propuestas no son capaces de frenarla.
A última hora los empresarios han hecho público un plan de desarrollo que promete 100.000 nuevos puestos de trabajo y un desarrollo del 4,5 % si el Gobierno logra reducir el déficit de 28.700 a 19.000 millones.
La segunda propuesta de última hora viene de Ugo la Malfa, el líder republicano, que pidiendo un Gobierno de emergencia con los comunistas ha abierto la crisis política. La Malfa, temeroso, propone poner el carro delante de los bueyes: un pacto social, siempre con los comunistas, entre partidos, sindicatos y empresarios para controlar la dinámica de los salarios y hacer inversiones productivas.
Condenados los secuestradores de Guido de Martino
Entretanto, la audiencia de Nápoles condenó a casi dos siglos de cárcel (conjuntamente) a los catorce autores del secuestro de Guido de Martino, hijo del ex secretario del Partido Socialista italiano, el 5 de abril del año pasado.Las penas oscilan entre los ocho meses y los catorce años de reclusión. Dos de los inculpados fueron absueltos. Con la condena de la banda de secuestradores concluye la primera fase de un proceso. que no está cerrado todavía, después de diez meses de audiencias. Todos coinciden en señalar que el secuestro de Guido de Martino tuvo un matiz político, pero los nombres de los «cerebros» de la operación permanecen en la sombra. Uno de los condenados, Vincenzo Tene, un ambiguo sindicalista que se infiltró en el Partido Socialista para organizar el secuestro, habló de un joven dirigente democristiano, Tanimaro di Martino, como responsable del proyecto.
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