Emmanuelle
Por fin estrenan Emmanuelle en Madrid, hombre, para santificar estas fiestas, o sea que aunque estoy con el resfrío, como dice Silvia, mi argentina particular (que me ha regalado una larga bufanda roja), aunque estoy con el resfrío me levanto de buena mañana (esta otra barbaridad no la dice Silvia, sino la tele, que también es argentina a su manera) y saco las entradas para ver a la Kristell, que aunque la vi ya en el extranjero no es lo mismo.Digo que no es lo mismo, porque lo que tiene morbo es pecar en España. Pecar fuera de España casi no es pecado, para los españoles. El morbo, cuando la adolescencia, estaba en llevarse a la criada cerril a la alcoba de los abuelos que en paz descansen. La transgresión, que dirían Bataille y su amigo (y mi amigo) Paco Nieva. Los españoles vivimos de transgresiones. No ya sólo mancillar a Silvia Kristell, sino incluso y al mismo tiempo mancillar la Patria.
Lo que pasa es que Emmanuelle nos llega tarde, como la democracia, como Gil-Robles, como nos ha llegado todo a los españoles. La geografía lujuriante y militarista de Tailandia, con sus masajes míticos para ejecutivos americanos (Bangkok ha sustituido a La Habana como lupanar USA), nos llega a Madrid cuando ya todos los madrileños y todas las madrileñas han estado en Tailandia para comprobar que el orgasmo mercenario es casi tan aburrido como la cadena de orgasmos encelofanados de Emmanuelle, película letárgica que vi una vez dando cabezaditas, no recuerdo en qué capital porno de Europa, y a la que ahora vuelvo, como he dicho, sólo por la cosa de la transgresión.
Que a esto es a lo que iba, hombre, a la transgresión, que ayer por la mañana he visto en un periódico el anuncio de Emmanuelle con el seno izquierdo de Silvia Kristell ileso y de perfil, y esto me ha excitado mucho más que toda la ola-de-erotismo-que-nos-invade, porque el seno valiente y pugnaz de la estrella, entre esquelas heráldicas y cartas pastorales, queda realmente transgresivo. El desnudo de Silvia Kristell, mucho más que la jungla tailandesa, lo exalta y resalta la jungla tipográfica de un periódico.
Me he sentido mucho más gratificado libidinalmente, como dirían Marcuse y César Alonso de los Ríos, mediante las quince pesetas del periódico y el seno de tipografía que mediante las muchas pesetas de la butaca del cine y el seno en tecnicolor, o lo que sea, del filme propiamente dicho.
Los españoles llevamos dentro un reprimido y eso es lo bueno. El reprimido es el que disfruta y amortiza estos precios. O sea que esta mañana he vuelto al quiosco loco de pasión, buscando el seno transgresor con el que había soñado toda la noche, y he aquí que ya no está. Le han cruzado por encima un rectángulo blanco y un texto discretamente sugeridor, pero que para mí ha sido anestesiante. ¿Quién se ha dedicado a la caza nocturna del seno tipográfico de Silvia Kristell por las redacciones, las administraciones y los talleres de los periódicos serios?
El seno parece que ha sido cazado de madrugada, como el halcón cetrero de Calixto o como el seno mismo de Melibea, y precintado con una tirita y unas letras. Se acabó la transgresión. Yo es que soy escritor de las pequeñas cosas, como mi detestado Azorín, que de senos sabía poco, el hombre. Le miro al periódico el derecho y el revés, porque lo amo y porque decía mi abuela que a la mujer y al papel hasta el culo le has de ver, y ya he dejado constancia de que en quien yo me voy convirtiendo, con los años, es en mi abuela. O sea que los periódicos españoles y los senos de Silvia Kristell vuelven a estar en su sitio. Me llaman de Diario 16, de Pueblo y de Radio Nacional para hacerme esas preguntas que ayudan a remontar la cuesta de enero periodística cuando no hay información ni publicidad, porque uno es una especie de entrevistado-comodín al que se llama cuando no hay a quién llamar ni nadie en Madrid. A todos les digo lo mismo: que se fijen un poco y sigan las incertidumbres del seno izquierdo -o quizá sea el derecho- de Silvia Kristell por las páginas de publicidad de la prensa madrileña.
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