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El plebiscito puede provocar cambios en el futuro político de Chile

La pregunta que de manera más insistente se hacen los observadores y analistas de la situación chilena, con respecto a la consulta nacional que ayer se realizó en el país, es de qué manera utilizará el presidente Augusto Pinochet los resultados de la votación, que ha estado presidida por la normalidad, salvo incidentes aislados, como la proclama difundida por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el atentado contra el edificio de la IBM en Santiago.

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Las hipótesis sobre dicho uso son muy variadas. Pero en lo que todos están de acuerdo es en que, sea cual sea el resultado, la consulta ha de influir en el futuro político chileno. ¿De qué manera? Ese es el tema.En algunos medios diplomáticos se expresa veladamente el temor de que el general Pinochet, respaldado por un resultado abrumadoramente favorable, tome decisiones que concentren en su persona más poderes de los que ahora dispone. No debe olvidarse que el texto escrito en los impresos de voto ofrece a Pinochet un auténtico cheque en blanco.

El «sí» a esta fórmula supone, pues, por un lado, un apoyo personal a Pinochet para defender, como éste crea conveniente, la dignidad nacional. Por otro lado, legitima las futuras acciones del Gobierno, cuya máxima autoridad, civil y militar, es el propio general.

Se piensa que es ésta, precisamente, la razón que impulsó a dos de los miembros de la Junta Militar, el general Leigh, jefe de la Fuerza Aérea, y al almirante José Toribio Merino, comandante de la Marina, a mostrar abiertamente su oposición a la convocatoria de la consulta. Según esta hipótesis, los dos militares habrían pensado en la posibilidad de que Pinochet disolviese la Junta Militar y asumiese todos los poderes, tras una votación ampliamente favorable.

Lo evidente es que, por primera vez en cuatro años, los componentes del cuarteto que gobierna Chile ya no están plenamente de acuerdo. A pesar del interés del Gobierno en arropar las discrepancias existentes en el seno de la Junta, éstas son públicas y claramente confirmadas. Anteayer el general Leigh reconoció, en una carta dirigida al diario. La Segunda de la Hora, haber remitido al presidente Pinochet una misiva (tachada de «apócrifa» por la propia Oficina de Información de la Junta), en la que le mostraba su desacuerdo por la convocatoria de la consulta. Ayer mismo el almirante Merino reconoció ante periodistas nacionales y extranjeros, en el edificio Diego Portales, sede del Gobierno, que la Marina también había expresado al general Pinochet su oposición a la consulta. El mismo almirante admitió la posibilidad de «cambios en las personas y en los rumbos políticos del país» después de la convocatoria electoral.

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La disyuntiva parece estar entre los partidarios de tecnocratizar la presencia de las fuerzas armadas en el proceso político chileno (sin abandonar, por supuesto, el protagonismo militar en él), y los que propugnan una perpetuación de las actuales fórmulas, endurecidas nuevamente tras el fracaso de la «primavera política» iniciada alrededor del mes de julio y violentamente terminada tras el fracaso propagandístico que supuso la visita del dirigente democristiano alemán Franz J. Strauss a Chile, y la votación en las Naciones Unidas condenando la violación de los derechos humanos.

La aparición pública de opiniones discrepantes se siguen viendo en el país, y siguen un curso irreversible. Los días previos a la consulta de ayer han sido una buena prueba.

La misma víspera de la consulta, por la tarde, grupos muy numerosos de jóvenes recorrieron las calles céntricas de Santiago gritando, en las mismas barbas de los carabineros, frases como ésta: «Fascistas», «Asesinos», «Chile, sí; Junta, no». Los carabineros intervinieron en ocasiones, pero no con dureza.

Estas abiertas muestras de hostilidad popular, que recogen los diarios y revistas, la radio y la televisión, irán presumiblemente incrementándose, a no ser que el Gobierno adopte medidas de dureza, en lo que no parece haber unanimidad dentro del Gobierno.

Incidentes aislados

Las votaciones se realizaron, por otra parte, con normalidad, aunque con mucho desorden. El hecho de que los votantes pudieran acudir a cualquier mesa electoral, en los colegios más próximos a sus domicilios, provocó un constante trasiego de personas de unas colas a otras, deseosas de permanecer el menor tiempo posible al achicharrante sol que les presidió toda la jornada electoral.

Los dos incidentes se refieren, el primero, a una acción del MIR. En momentos en que la radio de esta capital, dependiente del arzobispado, emitía un programa informativo, sus transmisiones fueron interferidas por una voz de mujer que comenzó a leer una proclama del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), instando a votar no en la consulta nacional.

Por otro lado, una bomba hizo explosión en la madrugada de ayer en el edificio de la IBM, en el centro de la capital chilena, provocando tan sólo leves daños. Este es el quinto artefacto que hace explosión en la capital chilena en los últimos cuatro días. Ninguno de ellos ha causado víctimas.

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