El final de la crisis económica no parece cercano
El balance de las actividades de las Comunidades Europeas durante 1977 no ha sido muy alentador. Durante el pasado año, el paro superó la cota de los seis millones, descendió el poder adquisitivo del ciudadano y los problemas sectoriales obligaron a medidas de carácter proteccionista, para dar un respiro a la siderurgia y al textil europeo. Políticamente, los nueve, del Mercado Común salvaron la cara con ciertas declaraciones comunes, en temas tan conflictivos como el del Próximo Oriente. No lograron, sin embargo, un acuerdo definitivo para la celebración de elecciones directas al Parlamento Europeo para mayo de 1978.En relaciones exteriores tomó cuerpo el futuro de una ampliación a doce miembros, con la candidatura de España, última en sumarse a la lista de los otros dos candidatos: Grecia y Portugal.
Los primeros responsables políticos de la Europa comunitaria a lo largo de tres cumbres de jefes de Estado o de Gobierno no pudieron ir más lejos. Cada uno volvió a su capital pensando en los temas internos y en las próximas citas electorales.
Sin embargo, a pesar de los quebraderos de cabeza, el Mercado Común dio mucho que hablar. Sobre todo en política comercial exterior; política de seducción hacia los países árabes productores de petróleo con el «diálogo euro-árabe»; advertencias a los agresivos comerciantes japoneses; simpatías hacia el tirón económico del coloso norteamericano, que no acaba de llegar; promesas para un Tercer Mundo, cuya distancia económica con los países desarrollados no deja de aumentar.
Una crisis más larga de lo previsto
Al principio de la crisis en el sistema económico capitalista, provocada, en parte, por el embargo petrolífero en octubre de 1973 y por los repetidos aumentos del precio del petróleo, pocos observadores creían que la crisis económica sería tan larga. Hoy, cuatro años después, nadie se atreve a pronosticar el final del túnel, salvo, naturalmente, los políticos con deberes electorales, que prometen que 1978 será mejor.
«La crisis es estructural», empiezan a decir algunos expertos económicos. Estamos ante un cambio de sociedad, después de dos décadas de gran desarrollo económico.
El paro forzoso afecta a todas las capas sociales. Desde el peón hasta el presidente director general de la sociedad multinacional. Seis millones de parados, en una población activa de cien, representa sólo un 6% de nivel de desempleo. La cifra no sería catastrófica si las perspectivas económicas fuesen buenas.
«Para reabsorber parcialmente el paro es necesario un crecimiento Mínimo del 4 al 5% del PNB», dice Roy Jenkins, presidente de la Comisión Europea. En 1977 no llegará, probablemente, al 3%. Para 1978 no se anuncia mucho mejor. Más de un tercio de parados (el 37%) son jóvenes de menos de veinticinco años. La mayoría son estudiantes en busca de su primer empleo. Para los próximos años, el nivel de jóvenes sin trabajo aumentará, en parte por la crisis, en parte por los efectos del crecimiento de la natalidad de los años sesenta.
Poderes públicos y sindicatos se centran en programas destinados a reducir el paro. La semana de 36 horas, el retiro anticipado y apoyo financiero a las empresas que contraten a jóvenes son los puntos capitales reivindicados en todas partes.
Frustración y elecciones
Nadie ignora que las tensiones sociales que están naciendo en muchos países europeos se deben, en parte, al alto nivel de desempleo juvenil y al sentimiento de frustración que crea el sentirse inútil ante la sociedad.
Las «cumbres» europeas en 1977 tuvieron como primer punto del orden del día la política económica. Los resultados finales, sin embargo, se han orientado a forzar una «Europa antiterrorista», justificada, como propone el presidente francés Valery Giscard d'Estaing, por los acontecimientos trágicos que protagonizaron los anarquistas alemanes. ¿Se pretende combatir los efectos ignorando las causas?
Ante 1978, Francia prepara sus elecciones, en un duelo entre la derecha y la izquierda; Italia vive bajo la presión del PCI, dispuesto a ocupar los mandos del Gobierno. La República Federal de Alemania sigue su progresión económica, acompañada de restricciones a la libertad que inquietan a sus vecinos. Holanda acaba de formar un Gobierno de centro-derecha con escasa mayoría parlamentaria. Gran Bretaña confia superar sus males económicos, en parte gracias al petróleo del mar del Norte.
Buenas relaciones atlánticas
El año 1977 concluyó con una mejora en el «clima» entre europeos y norteamericanos, a pesar de la actitud de Estados Unidos de dejar caer la cotización del dólar, para ganar mercados exteriores.
La «cumbre» económica occidental del 8 y 9 de mayo en Londres sirvió de foro para estrechar puntos de vista entre los dirigentes europeos y el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter.
Los «fuertes» del grupo de países con economía de mercado libre, americanos, alemanes y japoneses, se prometieron entre sí esfuerzos suplementarios para reactivar sus economías. Era la época de las promesas primaverales.
Después, la deterioración de los intercambios comerciales mundiales obliga a cerrar el año con medidas proteccionistas en Estados Unidos y en el Mercado Común. Un gesto de «buena voluntad» japonés, que abre un poco sus puertas a las importaciones, es el único signo positivo.
Las dificultades del momento inciden sobre la política de defensa. La mayoría de países eu ropeos son reacios a destinar un mínimo del 3% de su PNB a defensa, como desea Estado Unidos. La temible «bomba de neutrones», que mata a los sere vivos dejando intacto el resto, es pera el visto bueno de los Gobiernos europeos para iniciar su fabricación en Estados Unidos. Se presenta como un arma eficaz para frenar una eventual invasión de tanques, por parte de los países del Pacto de Varsovia. Europa acabará claudicando, ante su impotencia para defenderse sola frente al bloque del Este.
Tercer Mundo
En relaciones con los países en vías de desarrollo, la CEE ha frenado su entusiasmo. Los múltiples acuerdos comerciales preferentes, con más de sesenta países de todo el Globo, encuentran dificultades para su aplicación. Después de vender maquinaria textil al Tercer Mundo, Europa no sabe cómo frenar las importaciones de camisetas, calcetines otras prendas originarias de países en vías de desarrollo.
Para Europa, como para lo demás países desarrollados, 197 fue también un año perdido, en su intento de establecer nueva relaciones económicas entre países «ricos» y países «pobres» tras el fracaso del «diálogo Norte-Sur», a primeros de junio, de París.
Como signo positivo cara al futuro, hay que destacar la decisión de la OPEP de «congelar» los precios del petróleo para los seis primeros meses de 1978.
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