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"La locura es no compartir la noción de realidad de la mayoría

Desde 1964, Roland D. Laing es el símbolo de una revolución siquiátrica que, independientemente de cualquier crítica, ha conseguido sensibilizar a la opinión pública y a los propios especialistas de los gravísimos inconvenientes de los hospitales para enfermos mentales. Su aceptación de la locura como un componente más en la vida de las personas, y su postura de no-intervención violenta en la situación de los pacientes le convirtieron, en su momento, en un mito contracultural y agresivo.Sin embargo, en la llamada antisiquiatría, noción que acunara David Cooper y con la que Laing no se muestra de acuerdo, se puede encontrar un poco del sicoanálisis freudiano, de la filosofía existencial y de la teoría de la comunicación.

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Una nueva reivindicación

Cuando Ronald Laing se expresa sobre el mundo de la locura las palabras se vuelven más ambiguas, huye de todas las generalizaciones y no hace demasiado alarde de cifras ni de estadísticas, sobre las curaciones espectaculares que ha visto realizarse en las instituciones donde trabaja y que reciben el nombre de Asylum.

EL PAIS: Hoy se reivindica la locura, atribuyéndosele a usted, entre otros, la revalorización de ese hecho de ruptura y sacudida de la opinión pública que es la aparición del loco, el hombre que, con su comportamiento diferente, está denunciando la constante insatisfacción cotidiana.

Roland Laing: En realidad ya en el Malestar en la Cultura, Freud se extiende un poco en este sentido. Incluso yo iría más lejos, en el Nietzche que aparece por detrás de Freud ya se señala cómo la verdad y la mentira permiten de hecho que las especies puedan sobrevivir. Ya Freud se muestra en desacuerdo con la situación del ello en la civilización. En fin, desde luego no vivimos en el paraíso, sin embargo yo prefiero vivir en occidente antes que en China, o en la Unión Soviética o en la India.

EL PAIS: ¿Por una cuestión de libertad?

R. L.: Sí, desde luego. Al menos aquí podemos conversar sobre las cosas, inquirir respecto a ellas. Hay muy pocos lugares del mundo en que la gente puede estar tan loca sin que nadie intervenga. Esto es bueno por varias razones. En un sentido estrictamente científico yo diría que es necesario realizar una investigación médica a fondo para saber si se trata de enfermedades de las que la gente se puede recuperar, o bien si acaba realmente de producirse cuando a la gente se le encierra en esos hospitales para hacer pruebas con ellas. Se les encierra verdaderamente como si fueran animales. A mí se me ha criticado mucho por no dar ninguna clase de tratamiento a los llamados esquizofrénicos. Hay quien como negarle la insulina a un diabético, cuando sin embargo no se ha realizado ninguna prueba profunda sobre la esencia de la esquizofrenia.

'El 60% de los pacientes regresan de su viaje'

EL PAIS: Usted ha comparado la locura con un viaje que determinadas personas efectúan fuera de esta realidad para ellos negativa. ¿Es un viaje siempre con regreso?R. L.: Según mi experiencia personal, en Asylum, el número de pacientes que regresan de ese viaje se sitúa en casi un 60%. Antes de que existieran los tranquilizantes, los sedantes y los electroshok a esto se le llamaba remisión espontánea. Hasta septiembre de 1972, de las 255 personas que vivieron en estas, casas, hubo un 82% que salieron de ellas sin necesidad de recurrir después a ningún hospital siquiátrico clásico. Nuestra experiencia viene a demostrar que muchas de estas personas declaradas por los médicos como locos han salido de su situación simplemente al encontrarse en un medio social en que se ocupan de ellos, donde pueden establecer una relación humana con los demás.

EL PAIS: ¿Esas personas se han incorporado después a la vida normal en una situación de igualdad con el resto?

R. L.: La mayoría de ellos desde luego que sí. Se han integrado perfectamente, se han casado, han tenido hijos, realizan un trabajo con efectividad. Otros permanecen, cómo le diría, un poco frágiles. Pero es necesario contar con un mínimo de doce años de experiencia en una institución de este tipo para poder interpretar correctamente los diferentes casos.

EL PAIS: ¿Cuál es el promedio de tiempo en que esta «curación» se produce en Asylum?

R. L.: Unos seis meses. Claro está que hay casos que exigen más tiempo, esta sería la media. Hay pacientes que tienen grandes oscilaciones en su estado mental y que en realidad nunca se recuperan del todo. Pero en el período de tiempo que le he citado sólo dos enfermos han vuelto verdaderamente al manicomio, en el caso de personas que antes de entrar en nuestras instituciones no lo habían pisado nunca.

'Los lamas en occidente serían esquizofrénicos'

EL PAIS: Doctor Laing, usted ha sido un revolucionario en el terreno de la siquiatría, sobre todo a la hora de afrontar lo que entendemos por locura, ¿cómo lo definiría usted hoy?R. L.: Hay dos formas de definir la locura, eso independientemente de las clásicas que usted puede encontrar en cualquier libro: una cultural; por ejemplo, en Mongolia a nadie se le ocurriría pensar que un lama, sacerdote que vive en el Tibet, es un esquizofrénico. Sin embargo, este hombre busca la desintegración anímica de su cuerpo, pierde el interés por todo lo que le rodea, pierde la noción del tiempo y del espacio, puede conversar con espíritus, ya no le interesa la higiene personal, ni la comida, ni el orinar, ni defecar, todo el mundo acepta la reencarnación del espíritu, y esto está considerado como una vida santa. Cuando sin embargo esto se opera en una persona de nuestra cultura, qué duda cabe que las cosas cambian. La locura socialmente sería el no compartir la noción de realidad de la mayoría. Yo pienso que una persona es un loco cuando está esencialmente en desacuerdo conmigo. Si alguien me dice seriamente que es Napoleón o Jesucristo, es que no comparte mi sentido de la realidad y por lo tanto para mí será un loco. Recuerdo ahora el caso de un funcionario, muy eficaz por otra parte, que se creía Judas Iscariote. Por este motivo se le despidió de su trabajo y la familia terminó por encerrarlo en un hospital, donde empezaron a ponerle electrochok a pesar de que él, no trasgredía ninguna ley. Freud trata en alguno de sus libros un caso parecido de un juez que finalmente consiguió que le rehabilitaran porque pensaba que si la locura es una enfermedad mental, esta enfermedad, al igual que un transtorno cardíaco no tenía por qué interferirse en su trabajo. En cualquier caso yo sentiría una cierta intranquilidad si en tribunal me tocara un juez como este, aunque lo hiciera todo muy bien.

EL PAIS: Sin embargo, ¿usted cree en la enfermedad mental?

R. L.:No, no, desde luego que no. Yo diría que sólo es una situación de desorientación, de perplejidad. Es la adopción de una posición alternativa que nadie, excepto usted está de acuerdo con ella.

EL PAIS: ¿Eso es la locura?

R. L.: Pienso que ese estado a que me refiero -y al definirlo soy completamente escéptico- no es necesariamente una enfermedad.

EL PAIS: Pero es algo que usted cura. ¿O prefiere no curar?

R. L.: Si utilizamos la palabra cura dentro del contexto de un tramiento terapéutico médico, entonces no, porque yo no empleo técnicas médicas. Ahora b¡en, yo no pretendo ponerme por encima de otros al afirmar esto, pero tampo por debajo.

EL PAIS: ¿Aliviaría usted el sufrimiento de tantos seres humanos que sufren por su locura, o mejor dicho que sufren las consecuencias dolorosas de su modo diferente de percibir la realidad?

R. L.: Yo en realidad lo único que hago cuando alguien que sufre terríblemente viene a mí, es ayudarle a aclarar su situación si es que me encuentro capaz de hacerlo. Pero yo no salgo por ahi a curar, ni soy un misionero.

EL PAIS: Ronald Laing, pues, llevó al campo de la asistencia siquiátrica las últimas consecuencias del método sicoanalítico y de la filosofía existencial. Se niega a dominar la mente de los llamados locos con los viejos procedimientos de dominación farmacológica.

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