El Gobierno socialista portugués puede caer en una semana
Fracasados los últimos esfuerzos para llegar a un acuerdo con las otras fuerzas políticas del país, ya no quedan prácticamente dudas de que el primer ministro portugués, Mario Soares, planteará, en el Parlamento, la cuestión de confianza.El viernes, día 2, es la fecha considerada como más probable. La Asamblea dispone de tres días para pronunciarse, pero el Gobierno puede solicitar la urgencia. En todo caso, en los primeros días de la semana, el destino del primer Gobierno constitucional estará sellado.
Salvo cambio repentino de táctica de los partidos situados a su derecha -poco probable, pero siempre posible-, el Partido Socialista abandonará el Gobierno asumido hace dieciséis meses.
En dos años, los portugueses han conocido todas las experiencias propias de los regímenes de democracia parlamentaria clásica: elecciones legislativas, presidenciales, municipales, el cuadro institucional y legal está, por lo menos en grandes rasgos, trazado por las leyes fundamentales aprobadas en el primer año legislativo. Les faltaba experimentar esta otra situación típica: una crisis de Gobierno abierta, y todo el tinglado de encuentros, consultas y negociación entre bastidores que acompaña «normalmente» la resolución de tales crisis.
Después de aquel agitado período, la izquierda tuvo que aprender a valerse por sus propios medios, sin el refuerzo de sus militares, sin la «legitimidad revolucionaria» impuesta por el recuento de sus fusiles. Los partidos que se autotitularon demócratas y acérrimos defensores del juego parlamentario civil están, a su vez, haciendo la misma experiencia.
El general Eanes y el actual Consejo de la Revolución se mantienen firmes en su negativa de hacer inclinar para un lado o para el otro -mayoría de izquierda o de centro derecha- el equilibrio político del país.
Parece como sí, de repente, todo el mundo descubriese un hecho, patente, sin embargo, en los resultados electorales: ninguno de los dos campos en presencia tiene una superioridad aplastante sobre el otro. El propio Partido Socialista, reconoce Mario Soares, no puede inclinarse más h ' acia su izquierda sin desgarrarse. La solución de la crisis depende del tiempo que los rivales políticos tarden en convencerse de que ninguno tiene fuerza suficiente para imponer al otro la capitulación sin condiciones. Se trata de una ducha de realismo después de largos meses de guerrillas ideológicas.
La realidad financiera es tal que, si no quiere precipitarse por la vía desesperada del «cuanto peor, mejor», la oposición tendrá que rendirse rápidamente a una evidencia: Portugal necesita, como agua de mayo, el dinero que Mario Soares, y su equipo están a punto de conseguir.
Mario Soares tiene todos los dados sobre la mesa. Ha hecho el reconocimiento exacto de sus triunfos y do sus debilidades. Es la hora de la negociación. Si ésta fracasa, como decía el ministro del Plan, Sousa Gomes, en entrevista a EL PAIS, el camino estará libre para un «pinochetazo».
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