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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Presencia andaluza en Madrid

La pasada semana fue pródiga en acontecimientos musicales de contenido andalucista. El último viernes Miguel Ríos (después de vanos afios de ausencia) presentó su elepé Al-Andalus en el teatro Alcalá Palace, mientras el sábado se celebraba en el Pabellón de Deportes del Real Madrid el I Festival de la Emigración Andaluza.Miguel Ríos comenzó su recital precisamente con Al-Andalus. La forma de hacer de Miguel, que comenzó cantando Popotitos y Johny B. Good, a principios de los sesenta y que pasó después por una etapa marcada fundamentalmente por Himno a la alegría, ha variado notablemente en los últimos años. El año pasado se editaba su primera producción independiente. Su nombre era la Huerta atómica, álbum que ocupó toda la segunda parte del concierto. En aquel disco, Miguel iniciaba una etapa en la que a una mayor complejidad musical se unía una temática de compromiso contra las causas y efectos de una posible hecatombe nuclear.

Con Al-Andalus, el antiguo rocker vuelve sobre un tema que no le ha abandonado desde sus primeros tiempos: la inquietud por los problemas y la estética de Andalucía. El concierto del Alcalá, por bien planteado que estuviese, adoleció de una falta de claridad casi absoluta en los arreglos. Los diferentes instrumentistas e incluso la voz del propio Miguel, se perdían, en numerosas ocasiones dentro del marasmo general. Y fue una lástima, porque los brillantes efectos especiales (bombas de humo, luces, caretas, maniquíes, etcétera) ni la presencia escénica de Miguel consiguieron salvar las dificultades antedichas.

El acto del sábado (que llegó a realizarse en condiciones gracias a que el mismo Miguel prestó su voluminoso equipo), congregó por su parte a unas 4.000 personas, que en cierta forma representaban al medio millón de emigrados andaluces en Madrid. El escenario desnudo y presidido por una enorme bandera verde, blanca y, verde encontraba su reflejo entre un público que en ningún momento hizo ondear otra bandera que la andaluza. El acto, con la participación de cantantes, cantaores y poetas, mostró una parte de la cultura andaluza que sigue viva a pesar, del metódico olvido a la que había sido arrojada en los años del franquismo.

José Luis Ortiz, que hacía las veces de presentador junto a Fernando Quiñones, dio comienzo al festival con un sonoro canto a la autonomía. Comenzó Pepe Suero, que dio una de las notas exóticas de. la noche con unas bulerías ejecutadas a la flauta dulce. Le siguieron Antonio Mata, La Cuadra, el Piki, Gente del Pueblo (que volverían en la segunda parte), Enrique Morente, Jarcha, Carmen Linares, Carlos Cano, José Menese. A ellos se unieron los poetas José Hierro, Félix, Grande, José Luis Ripoll, Luis Melero y Pepe Heredia.

La estrecha unión de todos los participantes con los problemas y el espíritu de su pueblo hicieron que su arte adquiriera esa verdad y esa validez originaria, que en el caso de Andalucía supone no sólo una respuesta política, sino una amplia y diferenciada alternativa cultural.

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