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Tribuna:La lengua española, desde tres calas geográficas/ y 3
Tribuna
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Los estudiantes de Helsinki

Uno de los fenómenos culturales más sorprendentes del mundo moderno es el auge que han cobrado en todas partes los estudios hispanistas. Revistas, departamentos, sociedades y asociaciones se prodigan por el mundo y el vocablo hispanista se ha convertido en una profesión. Son revistas especializadas y prestigiosas que surgen un día en Burdeos, en México, en Nueva York, en Liverpool, en Turín... Las razones que explican este portentoso auge son muy complejas, pero juegan un papel esencial los intelectuales del exilio.Encontrar estos círculos vivos e inquietos junto a la Sorbona o el colegio de México, a la sombra de los Sorolla de la Hispanic Society de Nueva York o viviendo del recuerdo próximo de un Allisson Peers o de un Merimée es algo en cierta manera natural, pero encontrarnos con las mismas preocupaciones lindando con las creaciones arquitectónicas de Alvar Aalto en la Finlandia actual del presidente Kekkonen es motivo de meditación en voz alta. ¿Tiene conciencia España y sus Gobiernos de nuestra deuda cultural con los hispanistas?, ¿corresponde nuestro país con algo positivo y sentimental a esos miles de departamentos de español y profesores que enseñan castellano repartidos por las universidades del mundo?, ¿tenemos conciencia de la increible rentabilidad de nuestra lengua?

En cierta ocasión visitó Finlandia una enviada de relaciones públicas encargada de abrir mercado a nuestros agrios, que visitaba hoteles y restaurantes enseñando cómo se mondaban las naranjas y muchos finlandeses le preguntaban en español y sabían lo de las naranjas, porque habían leído a Blasco Ibáñez. Finlandia es uno de los países más nuevos de aquí, el auge y la originalidad de su arquitectura y más tradicionales de la Europa de hoy. Paseando por sus calles Kckuskatu sorprendí el estudio fotográfico de Nyblin que estaba allí desde 1877 y recordé que en él se había fotografiado, en 1897, el cónsul Angel Ganivet y subí a aquel cuarto piso, cuál sería mi sorpresa al reconocer que, mezclado con Sibelius y Mannerheim, se ordenaban también en sus paredes, concebidas como catálogo fotográfico, los rostros de Angel Ganivet y de su amante española y encontré el perfil de su musa finlandesa y de la pintora que le trazó un retrato. Y todas las gestiones las pude hacer en español, como luego seguí hablando español en la recepción del hotel, en los grandes almacenes, en el nigh club y, naturalmente, en el coloquio celebrado entre hispanistas y en la confraternización con la Sociedad Hispano-Finlandesa. Es algo sorprendente. En mi conversación con el rector de la Universidad de Helsinki fue él primero -no yo- quien abordó el tema del gran interés que tenía la creación, en aquel centro, de un lectorado de español. Visité el departamento de español de la Universidad de Helsinki y vi alineados los clásicos del Siglo de Oro de ayer y del Siglo de Oro de hoy. Y pensé que ese lectorado, podría traer luego consigo, el de Turku, el de Oulu y el de otras Universidades y Escuelas de Altos Estudios Comerciales.

Los años treinta

Y todo empezó recientemente. En los años treinta se comienza a ofrecer clases de español en la escuela de ciencias económicas de Helsinki y en torno al profesor Arturo Lángroos surge él primer núcleo de estudiantes interesados en los estudios hispánicos, que luego condicionarían las enseñanzas que se establecen en las dos universidades de Turku, y en las de Jyväskyla y Tampere, así como en las Escuelas de ciencias económicas de Helsinki, Turku y Vaasa. En unos cincuenta Institutos para adultos, de poco más de doscientos que existen en Finlandia, es posible cursar estudios de español, en una docena de institutos de enseñanza media se elige el español como lengua voluntaria, en otra docena de institutos de enseñanza por correspondencia se incluye el español y en varias universidades de verano es ofrecido el estudio del castellano. La labor que inició el profesor Neuvonen al publicar su método de español, su gramática y su diccionario da sus frutos, la doctora Tyyne Tuulio publicaba una amplia antología en finés de la literatura española y todo este movimiento venía alentado por el descubrimiento por los finlandeses de la Costa del Sol y de la Costa Brava que daban paso a múltiples sociedades de amistad como la Finlandia-España de Helsinki, el Círculo hispano-finlandés, de Tampere, o la Soc¡edad Finlandia-Cuba. Pero todo este amplio abanico de enseñanza y difusión de la lengua española está orquestado desde la vertiente finlandesa. Y faltan lectores de español, lo que impide que se organicen nuevas enseñanzas y que el estudio de la lengua española entre como materia más destacada en el curriculum de enseñanzas que se ofrecen en los planes de estudio. Un finlandés, Erkki Vierikko, y un español, Alfonso Reta, mantienen hoy viva esta preocupación por los temas españoles, en Helsinki, en cuyo círculo existe un joven filólogo de extraordinario porvenir: Timo Riiho. Pero múltiples zonas del país expresan su demanda por contar con enseñanza de español sin que existan profesores que puedan ofrecerla.

Por otra parte, en Finlandia está naciendo un nuevo concepto de hispanismo que trasciende de lo meramente cultural a lo científico con proyección a la geografía. la economía, la botánica. En 1918 nace allí el Hispanismo con un libro sobre Cervantes, pero en 1977 el interés por Latinoamérica cambia los horizontes del hispanismo. Finlandia es el botón de muestra del actual auge de la enseñanza de la lengua española en los países nórdicos y en Alemania. Y en todas partes existe gran demanda de profesorado y en todas partes, las iniciativas españolas están ausentes. Cuando el rector de la Universidad de Helsinki me hablaba de sus deseos de contar con un lectorado de español yo pensé en los casi trescientos estudiantes que llenan sus aulas de conferencias para oír una disertación en castellano y cómo en las carteleras de su teatro nacional se mantiene el nombrez de García Lorca y cómo en las estanterías de la gran librería que diseñó Alvar Aalto están los autores españoles y la traducción al finés de las de Cartas finlandesas, Ganivet. Ya no es sólo el estudio de la lengua española que está en el plan de estudios de su escuela diplomática, sino un castellano vivo en las bilingües calles de Helsinki.

Sonsonete y tópico

Decididamente los políticos españoles no han descubierto todavía el extraordinario valor de nuestra lengua. Primero fueron los juegos florales y la Fiesta de la Raza, después el hallazgo del vocablo de Maeztu: pero todo quedaba en sonsonete y tópico. Lo real es el estudio de la lengua en las escuelas, institutos y centros de cultura superior, lo real es la vitalidad de los departamentos de español y las aportaciones de los hispanistas. Un Ministerio de Cultura debe de atender estas realidades y mirar hacia ellas. Es cierto que todo el movimiento hispanista ha crecido de cara a las relaciones comerciales con Latinoamérica. Pero ese es el gran porvenir de nuestra lengua, la gran política del libro que hay que lanzar, las nuevas divisas que nos llegan de la mano de las Sonatas, de Valle Inclán.

Finlandia, los estudiantes de Helsinki, son sólo un ejemplo., En Marruecos, los niños de Marruecos, exigen por parte de España una determinada política; en Israel, los viejos que hablan en la dino y los menos viejos que llegan hablando español exigen, por parte de España, la misma política; en Finlandia, los estudiantes de sus universidades demandan lo mismo: creación de Lectorados de Español, becas para salir a enseñar español. El paro intelectual, pavoroso, que azota a los estudiantes que salen de nuestras Facultades de Letras encontrarían un alivio y nada hay más rentable para un país como la enseñanza de su lengua. Y la España de los últimos años se ha ido replegando en esa política en lugar de abrirse en nuevas iniciativas y en fecundas realidades. Lo dicho, a pretexto de Finlandia, podría trasplantarse a cualquier lugar del continente. Es sólo una cala y una vieja preocupación que compartí con aquella maestrita de la Escuela del Magisterio de Nápoles que había enseñado a hablar español a muchas generaciones de italianos y de la que España sólo se acordó porque había sido enfermera voluntaria en la guerra de Africa. Los intelectuales españoles, también, casi recuerdan a Finlandia a través de alguna anécdota frívola de Foxá. Y en Finlandia existen mujeres y hombres que actúan como si fuesen eficaces funcionarios de la administración española: todos aquellos que una mañana enseñan con la tiza en la mano las diferencias en castellano entre ser y estar, y para explicar un giro de la lengua abren por la página veinte una edición de El Lazarillo de Tormes.

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