Franquismo extraparlamentario
LOS FRANQUISTAS que se manifestaron el pasado domingo en Madrid estaban en su derecho (del que nadie les privó) a ofrecer su público y emotivo homenaje a las figuras históricas de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. Tal homenaje habría sido siempre respetable y respetado. Empero, trastrocarlo en un mitin extraparlamentario en el que se pidió a voces la disolución por decreto de las Cámaras y la formación -suponemos que también por decreto- de un «Gobierno de unidad nacional», es el paso inevitable de lo sublime a lo ridículo. En la plaza de Oriente de Madrid se ha vuelto a recorrer el camino que separa la ética política del viejo tinglado de la antigua farsa.Fuerza Nueva, FE de las JONS, Confederación Nacional de Combatientes, Asociación de Juventudes Tradicionalistas y la Unión Nacional Española, escindida de Alianza Popular, han sido los convocantes de la manifestación del domingo en Madrid. Todas estas agrupaciones, que ahora reclaman la disolución del Poder legislativo, concurrieron a las urnas el pasado 15 de junio. El sufragio del pueblo español no les otorgó ni un solo escaño en la Cámara de Diputados o en el Senado. Concretamente, don Blas Piñar, acaso el líder nato de los concentrados el domingo en la plaza de las viejas adhesiones incondicionales al franquismo, obtuvo en Toledo (provincia por la que se presentaba a senador) el puesto noveno, con poco más de 33.000 votos, frente a los más de 100.000 que obtuvo el ahora senador socialista Gregorio Peces Barba (senior).
Pedir la disolución del Parlamento a los cinco meses de haber perdido estrepitosamente las elecciones no es una formulación política, es un mero exabrupto al que en Europa occidental no se atreven ni los misinos italianos. Elevados sobre la peana de la trama nera y su inevitable derivación conspirativa, los militantes del Movimiento Social Italiano tuvieron al menos la inteligencia de esperar décadas hasta abrirse un paso hacia el Parlamento italiano. Obviamente que para nada. O para nada bueno, desde la perspectiva de las democracias occidentales. Algunos franquistas notorios, pero no por ello insensatos, ya en vida de Franco afirmaban que a la muerte del general serían todo menos misinos. Blas Piñar, Girón; todo el MSI español, carecen de esa astucia política y acaban por ser orlados de una ingenuidad que casi los enaltece. Si tuvieran representación parlamentaria serían misinos. Como no la tienen derivan hacia un inútil franquismo extraparlamentario sobre el que tendrán que reclinar sus cabezas los estudiosos de la teoría política. Ni siquiera se atreven a ser abiertamente fascistas -al menos a nivel dirigente-, y sólo abocan a una especie de poujadismo que intenta asustar a las clases medias con las misteriosas sábanas blancas en levitación del desorden en las calles, la disolución de las viejas relaciones sociales o la crisis económica.
José Antonio Primo de Rivera dijo una vez en las Cortes republicanas, y refiriéndose a José Antonio de Aguirre y a Unamuno, que era más fácil reclutar un equipo de fútbol que un equipo de pensadores. Anteayer, en la plaza de Oriente de Madrid, no reclutaron los convocantes ni siquiera un equipo -o varios- de fútbol. Reclutaron sólo a una masa de buenos españoles desinformados, noblemente nostálgicos de un pasado en el que no pasaba nada malo porque, sencillamente, estaba prohibida la circulación de las malas noticias, gente recuperable para las soluciones democráticas y muy pocos, muy pocos, resentidos por su Waterloo electoral de junio pasado. Tan pocos, que podrían caber todos en la tribuna de oradores.
El franquismo extraparlamentario, en suma, ha dado su medida. Desdeña hasta su posibilidad de acceder al Poder de manera democrática. Anteayer ha perdido no sólo su careta, sino incluso su faz. Lo han dicho muy claro: jugarán al Parlamento si ganan unas elecciones; si el voto popular los rechaza invocarán a los fantasmas para sugerir ese honroso destino de las urnas, que para algunos consiste en ser troceadas. A bofetadas, claro, y en el nombre del cielo.
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