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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La vida en el espejo

Es éste un filme realizado a la mayor gloria de dos famosas figuras de la pantalla y. en cierto modo, también de sus dos casas productoras: la Metro y la Paramount. El cine, como cualquier otro arte más o menos efímero, gusta a veces de recordar sus viejos sueños, sus viejos tiempos, sus momentos, por así llamarlos, estelares, echando mano, de cuando en cuando, de sus mitos, de sus viejos muñecos para adornarlos, vestirlos, pasearlos y hacerles amar, vivir, morir por los antiguos escenarios de antaño. Aquí se trata de una década ya conocida, la de un Hollywood dorado, con sus coches espectaculares y sus fiestas locas; un universo particular entre dos guerras, capaz de lanzar sus propias invenciones y sus propios héroes a la lejana nebulosa de cinco continentes.Como mito y símbolo de aquella edad, no están mal escogidos aquel Clark Gable rudo y simpático, franco y sincero y, a la vez, un poco astuto, como su recortado bigotillo, y esta Carol Lombard de belleza tantas veces alabada, a la que vino a suceder lo que a tantos toreros famosos: morir a tiempo, borrando con su última aventura una posible madurez en la que sus escasas dotes dramáticas difícilmente le hubieran llevado por el clásico camino del Oscar.

Los ídolos también aman

Guión: Barry Sandler. Fotografía: Jordan S. Cronenwth. Música: Michel Legrand. Director: Sidney J. Furie. Intérpretes: James Brolin, Jill Clayburg, Allen Garfield, Red Buttons.

Sidney J. Furie se ha propuesto traer hasta nosotros aquel amor, la carrera de ambos, su enfrentamiento con un mundo puritano. Se ha servido para ello de dos rostros que, en cierto modo, se les asemejan; uno bastante, el otro vagamente, y los ha hecho moverse ensayando, copiando su manera de andar, sus actitudes, sus gestos. Sin embargo, lo más difícil de copiar en cualquier tipo de héroes no es aquello que se ve, sino lo que se imagina, lo que este tipo de filmes debe añadir sobre lo ya sabido. Y esto es lo que no se nos da, a través de unos cuantos clichés conocidos de antemano que, a menudo, caen en la novela rosa.

No hubiera importado que lo que en él se narra no hubiera sucedido nunca, a fin de cuentas el amor Gable-Lombard no torció el curso de la Historia, pero se echa de menos en el filme un punto de vista particular que su realizador no ha querido, o no ha sabido, aportar a su relato.

Todo ello pesa en la labor de los intérpretes, más atentos a reproducir mímicamente a sus personajes-héroes, que a vivir de verdad la vida de una pareja célebre, pero humana, al fin, en sus triunfos y también en sus de sastres. Como se sabe, cada cual ve en sus ídolos sus propias frustraciones y por ello la empresa, de llevarlas a la pantalla, corre siempre el riesgo de defraudar al espectador.

Asi, esta crónica, más o menos animada con anécdotas auténticas y rodajes de archivo, acaba por producir un cierto desencanto, a pesar de sus toques de melodrama, de su pretendida crítica antipuritana e incluso en su destino trágico que remata con un toque real una vida que quizá llegó en su tiempo a apasionar como cine dentro del cine, pero que hoy sólo entretiene a ratos.

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