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Una alcaldía obligada

Ayer, cuando se intentó preguntar a Juan de Arespacochaga su opinión acerca de los más de 1.300 millones de pesetas que el Ayuntamiento va a sumar a su déficit, si el Metro pasa a depender de este organismo, la secretaria del Alcalde contestó que las preguntas deberían formularse por escrito.Juan de Arespacochaga -da la impresión- está aguantando en la alcaldía de Madrid en tanto las elecciones municipales, que pueden retrasarse considerablemente, proporcionen a esta ciudad una Corporación democrática. Pero, entretanto, mientras el ministro Joaquín Garrigues se pasea por entre las miserias de Orcasitas y el barrio de Bilbao, sorprendiendo a los que creían que eso, en todo caso, debería ser competencia de un delegado provincial, Juan de Arespacochaga rumia, cada vez más solo, cada vez más huraño, los Inciertos resultados de una gestión que comenzó con aires reformistas para convertirse en una actuación personalista, torpe y falta de comprensión y participación popular.

El señor Arespacochaga, que posiblemente quisiera no estar hoy en la plaza de la Villa, ve cómo día a día sus propósitos se esfuman, los ministros se oponen a sus deseos de modificar la actuación sobre viviendas unifamiliares, el plan de barriadas es ampliamente contestado, la idea de privatizar la EMT produce sorpresa y sonrisas y los grandes proyectos que Juan de Arespacochaga plantea provocan una reacción desaprobatoria que, en otras circunstancias políticas y de sensibilidad ciudadana, hubieran sido fácilmente digeridos.

Cuando se empieza a sentir una cierta claridad Informativa en ministerios y organismos oficiales, el alcalde de Madrid quiere las preguntas por escrito. A Juan de Arespacochaga lo mantiene en la alcaldía una situación política de la que se siente víctima impenitente. Pero a pesar de todo, existe un talante político que, al parecer, el alcalde ha decidido olvidar para volver a las viejas formas y los cuarteles de invierno de un Ayuntamiento del que, desde hace bastante años, hay pocas cosas gratas que recordar.

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