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Moscú quiere crear un clima amistoso hacia los eurocomunismos

Los actos programados para la celebración, en los primeros días de noviembre, en Moscú, del sesenta aniversario de la revolución soviética podrían constituir la fiesta de la reconciliación de los «eurocomunistas».Los dirigentes soviéticos parecen decididos a perdonar las pequeñas culpas de los teóricos del nuevo comunismo occidental como Santiago Carrillo. El texto de la nueva Constitución ha dejado bien claro que el comunismo no es dogma de fe y aún está lejano en esta etapa de socialismo desarrollado.

Un escrito ideólogo destacado del comité central, Víctor Afanasiev, ha quitado importancia en Madrid estos días a la discusión con Carrillo. Afanasiev, director de Pravda -órgano del comité central del PCUS-,- fue invitado por el Partido Comunista de España (PCE) para la fiesta del pasado fin de semana en lo que parece un claro síntoma de la prerreconciliación entre los dos partidos.

Pero este deshielo con los comunistas españoles se ha ampliado, significativa mente, al Partido Comunista italiano (PCI). El semanario soviético Tiempos Nuevos elogió días pasados a Gramsci, fundador del PCI, en un artículo amplio, donde junto al halago para el histórico personaje, no se regatean inciensos para Berlinguer y sus seguidores al reconocer que la trayectoria actual del. Partido Comunista italiano «avanza por la vía pacífica y democrática».

Los dirigentes de la Unión Soviética se esfuerzan en las últimas semanas en la preparación de un clima amistoso a nivel mundial, en torno a la celebración del 60 aniversario de la gran revolución rusa. El primer ministro francés, Raymond Barre, y el ministro británico de Asuntos Exteriores, David Owen, han comprobado -a través de sus recientes viajes a Moscú- el intento de comprensión para resolver los problemas pendientes.

El deseo real de cooperar con Occidente, a pesar de los problemas de Africa y Oriente Próximo, no debe menoscabar las relaciones con los partidos que se titulan comunistas. El 1 de noviembre se confía ver en la plaza Roja, junto a los dirigentes soviéticos, a Enrico Berlinguer, Georges Marchais y, Santiago Carrillo y Alvaro Cunhal, en un síntoma claro de distensión entre eurocomunistas y «ortodoxos».

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