De la erótica cotidiana
No por conocida es vieja la historia del Cipote y sus redaños. Ocurrían los hechos en 1972; noticias teníamos luego por carta de Canales a Cela, y de Cela a Canales, algo a escondidas, como preludio a El último tango en París. Una erótica para andar por casa que celebraba la inscripción de señalado elemento en nuestra iconografía. Contra los pujos, repujos y tapujos del ecumenismo que por aquí celebrábamos aparecía esta serena crónica del desconcierto nacional; de Archidona el Cipote y sus halagos. Era puro romanticismo -el goce vital- que los vendimiadores de la ley redujeron a folios, a números, a disciplina.A nadie, o casi, se le ocurría conectar la crónica con las gozosas mieles del pasado literario, la poesía conventual y goliárdica, el Quevedo leído a media luz, el esperpento de regadío sensual y licencioso. Debieron estar al quite los académicos Canales y Cela y ordenar la carcajada para la ciencia literaria. Y hasta se me hace que de aquí a poco sea texto obligado en las cátedras de literarios; era esta la única aventura que le faltaba contar al Lazarillo.
Crónica del Cipote de Archidona
Camilo José Cela y Alfonso Canales. Ilustraciones de Lorenzo Goñi. Madrid, Gisa, 1977.
La Crónica, que se nos ofreció incompleta, como fábula de tapadillo, aparece ahora con segundas cartas, que ahora sí son buenas, sentencia de la Audiencia de Málaga, el doctor J. de P. A., metido a ceremonioso sabedor de las cosas y los casos de Priapo, felicitación de Navidad del «rondeño cachondo», Robustiano Cipotón, y la respuesta de Camilo José al mismo en verso de la trotamundia hispana erótica. Qué bien, qué aire, qué donaire, qué carcajada por este surco del verso y contraverso. Porque ahí está «el sordico», Lorenzo Goñi por señas, poniendo con cuatro aguafuertes el punto sobre la i de la Iberia machuda y prepotente.
Y en edición de lujo, para bibliófilos y afines, muy cuidada. Porque, contra lo que pueda parecer, no estamos perdiendo el tacto para estos regalos visuales. Es decir, que ni el hecho ni la crónica, ni el resultado impreso son tan livianos. Como corresponde.
Babelia
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