Una intérprete excepcional: Ana Bela Chaves
Por iniciativa de Henri Gagnebin y un grupo de activos colaboradores (Bory, Empeyta, Dunand, Jeandin, Liebstoeckl y, muy especialmente, Marescotti), nacen en 1939 los muy pronto célebres Concursos Internacionales de Ginebra, cuya 39 edición acaba de celebrarse.
Las especialidades señaladas en esta ocasión han sido las de canto, piano, viola, oboe y trío con piano. A disputarse los galardones concurrieron 46 pianistas, 37 cantantes, 35 oboistas, veinte violistas y once tríos. España, que logró en Ginebra triunfos máximos (Victoria de los Angeles, Teresa Berganza, Consuelo Rubio), no estaba representada en ninguna de las secciones.He aquí la lista de los palmarés principales, es decir, primeros premios o segundos (primeros nombrados), en caso que el primero quedara desierto): viola; Ana Bela Chaves (Portugal); oboe; Jean-Christophe Gayot (Francia); canto femenino: Kristine Ciesinski (Estados Unidos), todos ellos primeros premios. Desiertos éstos en el resto de los grupos, fueron concedidos, los segundos, primeros nombrados, a Roberto Nalerio-Frachia (Uruguay), canto masculino; Yukie Irizuki (Japón), piano; Brunnen Trío (Japón), formado por Tomoko Okada, Junko Isono y Solchi Nishluchi.
Ya es sabido que el valor de cuantos intervienen en un concurso y alcanzan los primeros galardones es relativo. Se exige siempre un nivel de calidad, pero, a partir de él, no todos los que ostentan el mismo premio poseen igual valor. En esta ocasión la figura fuera de serie, cuya carrera seguirá a partir de ahora un ritmo vertiginoso a través de triunfos fulgurantes, ha sido, sin discusión posible, la solista portuguesa Ana Bela Chaves. En el concierto final de los laureados, celebrado en el Victoria Hall, Ana Bela tocó de manera prodigiosa el Concierto para viola, de Bela Bartok. Obra dificil en todos los sentidos, no pareció serio para la joven intérprete lusitana, dueña de un mecanismo más allá del mejor virtuosismo, ya que sirve a un pensamiento de una madurez anticipada a través de una calidad sonora absolutamente bella. Sutilmente coloreado y dotado, en toda la gama de matices, de una sorprendente luminosidad, el sonido de la violista se erige en valor constitutivo con gran poder creador. La afectividad de la expresión, dentro de los cauces musicales más riguroso, hace de una imaginación muy rica y se realiza con tan insólita naturalidad que, por esta vez, cabe hablar con propiedad de la técnica como inspiración.
Los otros premios
Es duro para un cantante salir a escena a interpretar una sola obra. Con todo, cabe decir que la norteamericana Kristine Ciesinki, lució en el aria de Agata, de Freischütz, grandes posibilidades.Su voz, de belleza grande en la región central, no lo es tanto en la aguda, aun cuando, eso sí, la domine con facilidad y brillantez. Desde el punto de vista interpretativo sólo elogios cabe hacer de lo escuchado. La Ciesinski será valor de segura cotización en el género operístico. Le aguarda también espléndido porvenir al bajo Nalerio-Frecha, capaz de demostrar en el aria de Felipe II, de Don Carlos, flexibilidad, talento musical, buena técnica y unos medios vocales de indudable belleza.
El Concierto, de Ricardo Strauss, sirvió para demostrar los merecimientos del oboista Gayot, producto muy cualificado de la excelente escuela francesa por la naturaleza del sonido (más delgado que el de los alemanes o checos). La técnica está superada no sólo en las agilidades virtuosísticas o la estupenda administración del fiato, sino también por la posesión de un legato bien sostenido que mantuvo la tensión de los pasajes cantábile.
Un concierto que reúne las características del tercero de Prokofiev puso en evidencia la técnica virtuosista, la excelente línea y un garbo especial en el fraseo y la calibración de ritmos, acentos y cantidades sonoras, de la japonesa Yukie Irizuki.
Una buena obra del suizo Rudolf Ketelborn, la Fantasía a tres, instalada en una estética que compatibiliza tradición y modernidad, fue interpretada con exactitud y buen arte por el Trío Brunnen, equilibrado, bien cohesionado, con valores específicos individuales y de conjunto, y lo que más me llamó la atención, con una finura de oído de cada componente para escuchar a sus compañeros gracias a la cual el concepto de cámara se realizó con rara perfección.
La coincidencia de todos -crítica y público- con los fallos de los diversos jurados fue casi total. Sólo en el caso del cantante brasileño hubo quien se preguntó si no se merecía el primer premio tanto como la americana Ciesinski.
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