¿Por qué no se raciona la gasolina?
Recientemente leemos las severas medidas que se van a tomar para obligar a consumir menos energía: calefacciones, alumbrado y otras fuentes de consumo absolutamente más necesarias que la que supone el uso irracional del coche -irracional por innecesario-. Todos somos conscientes de los millones en divisas que se van, quemándose inutilmente en ir a tomar una copa a la cafetería de moda; para ir al cine o para pasear la novia que, objetivamente, todo eso está muy bien, pero de ninguna manera tolerable en la época de tremenda crisis que atravesamos y que no se cansan, quien es su obligación, de decírnoslo por todos los medios: por televisión incluso. ¿Y no es la televisión asimismo un medio estúpido de derroche de energía, con programaciones insulsas hasta altas horas de la noche que obligan o inducen no sólo al gasto de emisión, sino a la innumerable suma de gastos de recepción? ¿Y por qué se toleran esos estúpidos fletes de costosísimos aviones supersónicos para llevar a cabo una propaganda mema por parte de una firma comercial que, por otra parte, «para ahorrar», po.ne en la calle a centenares -¿o miles?- de empleados?España, en otra época, también atravesó por una CIrisis aún más dramática. Donde la vida, toda, se hizo verdadommente difícil, casi imposible. España estaba materialmente en ruinas. No había gasolina -maldito lo que nos importaba-; no había con qué calentarse; no había de qué comer; no había con qué vestirse -eso sí que nos importaba-. Como no había de nada ni dinero para comprarlo, ni créditos, ni embajadores, no hubo más remedio que racionar absolutamente todo, para no derrochar lo poco que podíamos tener o lo mucho más poco que nos querían dar. Y de este modo, poco a poco, pero, eso sí, con auténticos sacrificios del pueblo a nivel individual y colectivo, pudimos ir saliendo del enorme bache hasta al canzar las cotas de desarrollo, nivel de vida y bienestar que, quieran o no reconocer detractores y resentidos, alcanzamos, sobre todo, en los últimos quince años de la ahora denostada y vituperada «dictadura» por los no sólo «enemigos tradicionales», sino -y esto es auténtica vergüenza y oprobio para ellos- por aquellos que se aprovecharon, prosperaron y en cumbraron de, un modo digamos más singular, de ella.
Muy complejas, ocultas o inconfesables deben ser las razones que silencien la necesidad de racionar la gasolina al usuario que vitalmente no la necesita. Yo me imagino algunas y puede que usted también. Pero cualquier medida restrictiva que no incluya, y en primer lugar, el control, mediante ra cionamiento, de la energía que mi minuto a minuto se gasta inútilmente ,-se quema criminalmente- por los centenares de miles de coches particulares que ensucian y atascan las calles de toda España, es injusta e irracional.
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