"Mantener las plantillas de las empresas a ultranza es suicida"
«La crisis económica española se inicia con la crisis del petróleo, último detonante de una situación que se veía venir en este país. El proceso coincidió con el ascenso a la presidencia del Gobierno de Carrero. No se sabe si porque se estrenaba presidente no se creyó oportuno alarmar al pueblo o porque se creyó que se trataba de una crisis pasajera, el caso es que se hizo ver que aquí no pasaba nada. » Luis Olarra, empresario vasco y senador real, dice no querer ser alarmista, pero se cree en el deber de hablar claro. Crítica a Suárez, vapulea a Jiménez de Parga y tiene palabras de admiración para «don Santiago» -como llama a Carrillo-, a quien considera imprescindible hoy en todo Gobierno que quiera hacer algo por el país.« Prescindiendo de Cabello de Alba, que no quiso meterse en líos, y de Villar Mir, que fue el más realista, el responsable de la crisis actual es Alfonso Osorio, y de forma secundaria, Fuentes Quintana. En el último año se podían haber tomado algunas medidas que hubieran frenado la cuesta abajo. Pero el Gobierno ha seguido una política triunfalista, de engaño, dando prioridad a los problemas políticos -qué duda cabe que los tenían-, pero no debió de haberse desatendido de esa forma los económicos.»
«No creo que haya habido intencionalidad concreta en dejar que el proceso se deteriore tanto. Si la hubiera habido, se hubiera actuado, a mi juicio, más inteligentemente...; lo que ha habido: es ignorancia, ingenuidad, triunfalismo desatado y ceguera ante lo que se nos venía encima. Y en economía no hay trampas, porque al final siempre salen las cuentas ... »
El presidente de Aceros Olarra, SA, cree ver en el miedo a la impopularidad una de las razones por las que no se ha puesto antes coto a una situación que se presentía cada vez más alarmante.
A la hora de repartir culpas, Luis Olarra se acuerda también de los empresarios españoles.
«Aquí se ha ido tapando el agujero, hasta que no ha habido manera de camuflarlo y el tinglado se ha venido abajo... Junto al Gobierno, los empresarios son también responsables por no haberse atrevido a denunciar lo que ocurría. No creo que ninguno fuera consciente de lo que se nos venía encima. Pero no lo decían en muchos casos porque tenían miedo de que su prestigio de empresarios se depreciara, porque pensaban que podria significar una falta de crédito para su empresa, o simplemente, por cobardía para enfrentarse con la realidad ... »
EL PAIS. ¿Cree que se está tocando fondo en la crisis?
L. O. Yo creo que sí. Creo que ahora la única pahe positiva del drama, es que se va a tocar fondo. Estamos en el tramo final. Ahora empieza la manifestación real del problema que tiene el país. Yo diría que hasta ahora no se liabía manifestado de forma alarmista para el pueblo. Hasta el mes pasado, de cara a la calle, en el país no pasa casi nada. La calle hace tres meses, con motivo de las elecciones, estaba aún en el franquismo psicológico. .
EL PAIS. ¿Franquismo psicológico?
L. O. El español está acostumbrado a que con Franco estas cosas no pasaban, y a que, a la postre, el Gobierno o quien fuera echaba una mano. Eso de cierre de fábricas, expedientes de crisis, no se hacía porque el Gobierno «tapaba» una y otra vez el agujero. Ese «franquismo psicológico» aún permanece, y aún espera que esto se arregle. El pueblo tiene que enterarse -y esa es labor del Gabinete- de que esto no tiene nada que ver con aquello. Se van a cerrar muchas fábricas, la gente se va a quedar sin trabajo. La situación es francamente grave.
EL PAIS. Pero, ¿no es cierto que durante años los empresarios españoles han ganado mucho dinero y perdido en pocas ocasiones?
L. O. Es cierto que en otros tiempos el empresario ha ganado dinero en este país. Hay mucha gente, sin embargo, que está confundiendo al empresario con el especulador, o con el promotor extraño, ese personaje que ha aparecido en el país en los últimos años. Para mí, lo más opuesto al empresario es el para muchos llamado financiero. Esta gente ha funcionado con compraventa de terrenos, especulando, edificando de forma extraña, haciendo uso de créditos raros y poco claros. Eso no es un empresario. A esos financieros, que son especuladores de hecho, se les ha considerado como empresarios, y no lo son. Han hecho mucho daño a los verdaderos empresarios, que como tal, sobre todo en la pequeña y mediana empresa, han invertido.
EL PAIS. Sinceramente, ¿desde hace cuántos años no se gana dinero en España?
L. O. Si se analizan con rigor las cuentas de explotación auténticas de la generalidad de las empresas del país, vemos que llevan más de tres años perdiendo dinero. Lo malo, además, es que cuando llegan procesos de pérdidas de ese tipo en un ano, se pierde lo ganado en cuatro.
Cuando hace poco menos de una semana Naviera Letasa, de Bilbao, anunció una suspensión de pagos -que en opinión de algunos expertos puede terminar en quiebra-, no hacía sino confirmarse algo que muchos no se atrevían a creer: que la crisis económica es, si cabe, más drástica en el País Vasco que en el resto de España. Empresas como Babcock Wilcox, Echevarría, General Eléctrica, Altos Hornos, Astilleros Españoles, atra viesan el momento más peligroso desde su creación. Algunas de ellas y otras de menos nombre desde hace meses no cotizan a la Seguridad Social, no pagan impuestos, no reintegran créditos e incluso no atienden a los acreedores.
La gran empresa de Vizcaya está en una situación realmente caótica y puede decirse que la empresa vasca va a sufrir más que la de todo el resto del Estado español. Muchas de las empresas fuertes de Vizcaya, por ejemplo, están en situación irreversible, y otras tendrán que reconvertirse. Ya no quedan «potentados» ni grandes capitales. La oligarquía vasca ya no existe. Es un camelo.
EL PAIS. ¿Se acabó, pues, el admirado «imperio industrial vasco»?
L. O. Sin ninguna duda. Esto va de mal en peor, y lo malo es que, como no se tomen medidas «quirúrgicas», para mayo puede haber, solamente en Vizcaya, alrededor de 80.000 parados, sobre una población laboral de 400.000 personas. Es muy posible que lleguemos a cotas de un 20 ó 22 % de paro. Hay que afrontar el problema como es. Si hay una gran empresa que tiene que cerrar y suspender pagos, es mejor que lo haga cuanto antes, y luego intentar reconvertirla. A lo mejor de una gran empresa pueden salir dos o tres, o parte de una pasar a otra existente. Ahora más que nunca la ordenación de los recursos debe ser sensata, porque hay el riesgo, en este momento de escasez, de emplear recursos en sostener situaciones insostenibles, que no van a poder arreglarse. Esos recursos deben ser destinados a empresas que tienen futuro, aunque atraviesen dificultades. Pero excuso decir que el 80 % de las empresas están en suspensión de pagos.
EL PAIS. Se habla mucho de la crisis, usted también lo hace, pero hacen falta soluciones. ¿Las tiene?
L. O. En España hay que «operar a vida o muerte». La expresion no debe parecer exagerada. Para mí, la primera condición básica es que los responsables económicos del país se decidan de una vez asentarse, en las Cortes primero y luego delante del televisor, a informar de la situación al país «a tumba abierta». Si es necesario, un día a la semana, durante dos horas. Pe ro sin preguntas preparadas y sin «afeitar» el programa. En directo. Dejar a los ministros económicos con los periodistas -no seleccionados por su «docilidad al régimen»- para que, con honestidad y claridad, el país se entere de una vez de lo que pasa y se lo crea.
EL PAIS. La nación está ya operada, ¿cuál es el tratamiento a seguir luego?
L. O. Yo sé que no es popular un plan de austeridad, pero no hay más remedio. Hay que limitar las rentas, pero, ¡ojo!, también para los privilegiados, y si fuera necesario poner en marcha una reforma fiscal tres veces más fuerte, pues se hace. Que cada uno aguante su vela, de arriba a abajo. Es necesario, además, para que el pueblo contribuya y tome conciencia, una etapa de «ejemplaridad social». Ejemplo que deben dar desde el presidente hasta el último español. No más despilfarros, no más presupuestos desorbitados. Es decir, que si físcalmente se ha de actuar duramente con los individuos como tales -en vez de hacerlo con las empresas-, se hace, y si es necesario, se les grava tres veces más. Es preciso, crear una conciencia clara en el país de que hay ejemplaridad. Si hace falta, se dobla o triplica el impuesto de lujo. Debe hacerse, en definitiva, lo que sea necesario, sin temor a la impopularidad, sin concesiones. Hay que ser drásticos, porque el país está tan mal que, o lo salvamos, o cae en una situación irreversible.
EL PAIS. ¿Qué hacemos con las empresas en situación difícil?
L. O. Yo quería, ahora precisamente, hablarle de las medidas «más impopulares». Lo que hoy no sepuede es mantener «muertos». En una empresa de quinientos hombres -por decir alguna cifra-, cuando la situación es caótica, es preferible reducir la plantilla a cuatrocientos que mantener a los quinientos para que luego nos vayamos a pique con todos. Es mejor tornar la decisión estudiada y calculada y ver qué hacemos con esas cien personas. Buscar soluciones solidarias de la sociedad. Ver dónde podemos destinar esa gente para que no quede inactiva mientras esa empresa con. menos gente trata de ponerse a flote. Estas medidas son duras, pero el mantener una plantilla a ultranza, cuando no hay de dónde pagarla, es suicida.
EL PAIS. Lo que usted dice, en teoría suena bien, pero, ¿está seguro que los trabajadores despedidos podrán colocarse en algún lado?
L. O. Yo no me he inventado nada. La teoría la puso en práctica en Estados Unidos Roosevelt. El problema del paro va a ser desigual en el país. Tendremos que ver qué número de parados tenemos y qué programa podemos emprender con ellos. Nunca es mejor el momento para hacer cosas que normalmente nuestra sociedad no aborda (pavimentaciones, urbanizar, repoblar, limpiar y otras actividades útiles a la comunidad), que cuando las fábricas no ofrecen trabajo y la gente está sin empleo. Son cosas que la comunidad siempre pospuso cuando el país estaba en pleno boom. No hay otro remedio, la,empresa que no tenga posibilidades, mejor es cerrarla, y no darle más dinero. Veamos a cuánta gente podemos utilizar en otras actividades, dónde pueden ser útiles. Es poco popular, pero es una solución.
EL PAIS. ¿No hará falta llegar a situaciones de «sacrificio patriótico» (trabajar todos alguna hora gratuitamente o soluciones similares) que resultaron positivas en algunos países?
L. O. Antes de llegar a esas soluciones -que en Inglaterra, por ejemplo, resultaron bien-, lo que hace falta es que en este país las horas que se trabajan se trabajen bien. En España no se trabaja suficiente. Si lo hiciéramos, otra sería nuestra situación. Yo acabaría con los «puentes» y con las fiestas intermedias. A trabajar todos, de lunes a viernes por la tarde. Si no lo hacemos ahora, vamos a llegar al desastre, y los planteamientos políticos van a ser otros que los actuales, y como eso suceda, difícilmente podremos salir
EL PAIS. Usted habló recientemente del riesgo de la involución. ¿Cree de verdad que puede llegar un...Videla?
L. O. El comentario -lo he sabido no gustó en la Moncloa. Yo decía entonces que si el Gobierno sigue una determinada política, debe entender que la erosión y el deterioro va a ser tan grande que puede llegar un momento en que surja un Videla. Yo decía que en Argentina -modelo al que nos empezamos a parecer-, cuando Perón e Isabelita regresaron, se jugó una política de concesión en todos los terrenos. Aquello adquirió un aspecto de descontrol enorme. El Gobierno había perdido las riendas del país. Cuando se llega a una situación así, en la que todo es confuso, deshil vanado, nadie gobierna, nadie sa be qué hay que hacer y la pobla ción está asustada. Entonces es cuando puede llegar un Videla. Porque es el propio país, aunque no lo diga públicamente, el que de hecho piensa: «a ver cuándo sale aquí alguien que diga lo que hay que hacer». En España, la situación no ha llegado a tal deterioro.
EL PAIS. ¿Qué actuaciones podría poner en práctica un Gobierno de concentración?
L. O. Ya he dicho otras veces que este Gobierno no gobierna. Aparte de que Suárez y su partido carecen de programa político, el error es que el presidente hace, o trata de hacer, política de izquierdas, usurpando terreno político de los grupos de izquierda, con lo que tiene descontentos a los que le votaron y no logra convencer a las izquierdas. Por eso sería bueno un Gobierno de concentración, en el que desde luego no puede faltar Carrillo, el hombre más hábil y más político del actual Parlamento. Tampoco sería despreciáble un Gobierno socialista, siguiento las líneas maestras de un Willy Brandt, por ejemplo.
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