Polémica en Catalluña por la autonomía deportiva
No parece que el proceso de autonomía del deporte catalán vaya a seguir una línea tan acelerada y eufórica como el restablecimiento de la Generalitat provisional. La noticia de que en principio en el primer Gobierno de Tarradellas no figurará una consejería de deportes ha caído como un jarro de agua fría entre los hombres que escuchaban como cantos de sirenas los proyectos autonómicos y de promoción deportiva que habían expresado los partidos políticos a lo largo de su campaña electoral.
Cuando hace tan sólo unos días el informador deportivo de un popular y muy discutido semanario se atrevía a proponer como razonable que Cataluña acudiera independientemente a unos Juegos Olímpicos bajo el pabellón de las cuatra barras, ha resultado desalentador para estos sectores que los «Tarradellas-boys» ni se hayan acordado del deporte a la hora de poner la primera piedra de la autonomía.Pero no acaban aquí los problemas. La polémica se ha desatado en Cataluña desde hace ya varias semanas con motivo de la distinta forma de enfocar la incidencia de la autonomía en el deporte y fundamentalmente de canalizar el dinero destinado a esta actividad. El primer paso lo dio el presidente de la Federación Catalana de Natación, que ante el temor de una politización deportiva se reunió con sus colegas de la casi totalidad de federaciones y delegaciones de los demás deportes para formar lo que se ha venido en llamar «consejo del deporte catalán ». Su misión no sería otra que enlazar la política deportiva de Madrid, administrar unos presupuestos de forma que las subvenciones fueran a parar a los clubs y a los practicantes y, en definitiva, salvaguardar su propia personalidad de federaciones provinciales. La iniciativa sentó como una bomba en las áreas más politizadas y extremistas de la autonomía. Se calificó a Mones de fascista de la Vieja Guardia y a su gestión, de maniobra sucia contra el pueblo soberano representado en su futura -hoy ya actual- Generalitat. Se tildó a David Mohes de viejo colaborador de Juan Antonio Samaranch y de pupilo avanzado del hoy embajador en la URSS en cuanto a su pasado «antidemócrata» y otras lindezas por el estilo.
Mones ha tenido que defenderse con toda su artillería. Pero, a pesar de recordar-cómo la antigua DND lo segregó de la Federación de Remo por su acentuado catalanismo y cómo quedó probado en el pasado que no comulgaba con la vieja estructura del deporte español, de momento no le ha servido de nada. Su iniciativa, sin embargó, sigue en pie y cinco presidentes de federaciones catalanas han formado algo así como un ejecutivo provisional para dar vida a ese consejo del deporte catalán e iniciar el diálogo con Benito Castejón en torno a esa dificil frontera entre la autonomía del deporte y las subvenciones económicas de Madrid.
En las últimas horas, el Congreso de Cultura Catalana se pronunció sobre el deporte, subrayándolo como una actividad indeclinable para el ciudadano y dejando constancia de que la competición es sólo una faceta más. Esto último es lo que ha puesto en vilo a los presidentes de las federaciones porque quien más quien menos está viendo el dinero del deporte catalán canalizado a través de las asociaciones de vecinos para que se puedan bañar en una piscina todas las familias de unas barriadas.
En cualquier caso, la ausencia, por el momento, de una consejería de deportes en la Generalitat pro visional no ha calmado los ánimos. La difícil autonomía del deporte catalán tiene una base política e irreconciliable capaz de hacer escribir al periodista antes mencio nado en el diario más antiguo de Cataluña el siguiente y revelador párrafo en una crónica futbolística del pasado martes: «Johan Cruyff ha decidido que éste sea su gran título y ha tomado la determinación de ceder a los jugadores catalanes la opción de entregar al presidente de la Generalitat el trofeo de campeones. Esto, sin embargo, quiza sea vender jamones antes de matar los cerdos. Y, en efecto, antes hay que matarlos. En eso está el Barca».
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