El lenguaje de las flores
Suárez se ve que no puede estar sin una figura decorativa al lado, sin una porcelana. Sin una figulina, que decían los poetas de la Restauración. (De la otra Restauración). Suárez tuvo a Carmen Díez de Rivera como figulina predemocrática y tiene a Camuñas como figulina ya plenamente demócrata.Digamos que Carmen Díez de Rivera fue el Camuñas de la transición. Un Camuñas provisional, femenino y vago. Un Camuñas con abanico y talento. La prefigu ración de Camuñas en la mente seuísta del presidente. Carmen Díez de Rivera fue a Camúñas lo que los Camuñas son a los Garrigues, lo que los Garrigues son a los Kennedy. Lo que los caballos de circo picassianos son al caballo de Guernica. Un esbozo, una intuición. Pero de una delicada costilla de Carmen nació Camuñas, y en tonces Carmen, o sea el esbozo, ya libre de su condición de presueño, se fue errática por la primavera de los partidos, siempre hacia la izquierda, y ahora parece que se pasa al pecé con todo el abanico.
A ver si ahora me bordas pañuelos con la hoz y el martillo, Carmen, amor. En esto que Suárez, que por fin había encontrado el modelo pilarista en quien evacuar todo su dandismo del SEU, instala al ministro para Relaciones con las Cortes en la casa de Semillas, que ustedes, no habían reparado en eso, porque son ustedes unos unidimensionales, ya digo, y sólo piensan en que les conserven la paga del 18 de julio. La casa de Semillas, que está al lado del palacio de la Moncloa, es el sitio donde se cultiva el clavel de Felipe, la rosa roja de Carrillo y la gardenia wildeana para el ojal de Camuñas.
Yo me imagino a Nacho de Nietzsche (de Nietzsche por lo superhombre y lo crecido que se ha puesto), levantándose por las mañanas entre el perfume de las semillas y eligiendo una semilla para plantársela en la solapa corte fiel y que le haya crecido a la hora de ir a las Cortes a decirles a los periodistas que está hasta la testosterona de que le saquen fotos recreándose en la caries, como diría el inolvidable Aldecoa. Hay fotos que no se le pueden hacer a un dandy neoliberal.
Camuñas es la Carmen Díez de Rivera del neosuarismo, sin abanico, ya digo, porque se ha vuelto muy nietzscheano, y sin gardenia porque no se atreve. Pero no hay mayor wildeanismo que tener el tajo, o sea el curre, en la casa de Semillas, lo cual que ahora le trasladan a Castellana, 3, que es algo así como el gabinete del doctor Caligari del franquismo.
Me parece un error, porque Camuñas, que vivía feliz y desodorado entre semillas, ya no podrá hablar, el lenguaje de las flores en el Parlamento, comolo habló el otro día, ya no podrá ser la violetera imperial de UCD. Claro que, teniendo en cuenta que Suárez no comete errores, lo que puede pasar aquí es que le esté alejando sutilmente de su vecindad floral. ¿Ha comenzado la involución de Ignacio Camuñas? Después que se tiró de espontáneo en las Cortes el otro día, es muy posible. De todo esto en general y de Camuñas en particular, podría contar algo Forges, que por cierto ha perdido en un taxi su historia del franquismo o historiciclo, que él denomina Forrenta años, rogando su devolución por ser recuerdo de postguerra. ¿Quién va a ser la Carmen Díez de Rivera que sustituya a Camuñas cerca del presi, en la perfumada casa de Semillas? Quizá Carmela García Moreno, ejecutiva de UCD, feminista de dioríssimo y casada de 32 años.
Iba yo a comprar el pan y me encontré a Ruiz-Gallardón. Parece que tampoco le han gustado las declaraciones de Garrigues-Walker, porque las encuentra muy de derechas y robadas a Alianza. Suárez también piensa que Felipe le ha robado el programa. Lo que pasa es que todos hablan el lenguaje de las flores y a medida que evoluciona o involuciona la democracia se van pareciendo unos a otros como un Adonais a otro Adonais, que diría Eugenio d'Ors. O como un banquero a otro banquero. Yo ya sólo distingo a Camuñas de Carmen Díez de Rivera. Y eso por el abanico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.