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Se desató el triunfalismo en Valladolid

ENVIADO ESPECIAL, No es que uno pretenda que salgan a los ruedos diplodocus con cuernos, ni tampoco va a ser tan optimista que exija toros reglamentarios todos los días en todas las plazas, pero un poco de decoro sí hay que pedir. Aunque las llene hasta abarrotar los tendidos un público amable y fácil como el de Valladolid. Y la verdad es que ni siquiera decoro hubo en la corrida de ayer, donde una vez más el reconocimiento de las reses fue un coladero, porque pasaron corno buenas seis muy justitas de trapío, sin fuerza, y casi todas sin pitones. Hubo un astifino, que fue el primero, pero se compensó con el cuarto que tenía dos platanitos por cuernos y un descaradillo de cabeza (aunque astillado) corno el quinto, pero se compensó con el segundo, tan brocho, cornicorto y romo que entraba la risa; y un bien armado como el sexto, pero se compensó con el tercero, chico y anovillado, que inspiró la voz de la tarde: «íAtale un cordel, que es de bazar!»De manera que si el ganado tuvo tales trazas, está claro que esa no fue corrida de toros, sino una pantomima en la que se simulaba todo, y más que nada el primer tercio. Porque ésta es otra: entre los seis torejos, tomaron cinco varitas y un picotazo, teniendo en cuenta que sólo el primero se llevó una varita y un picotazo. Es verdad: no salen las cuentas. Si hacemos números veremos que uno se quedado sin picar los restantes, pero poco importa. Si se hubiera quedado sin picar los restantes tampoco habría pasado nada. Sobraban los picadores, los cuales ganaron un sueldo por hacer bulto para que todo el montaje, que era de becerrada, pareciera festejo mayor.

Plaza de Valladolid

Segunda corrida de Feria. Cinco toros de hermanos Manuel Arranz y uno (el primero) de Camacho, escasos de trapío, tres también descaradamente escasos de pitones; sin fuerza; mansos, sin casta, manejables.Paquirri: Bajonazo a toro arrancado (dos orejas). Buena estocada corta (dos orejas y rabo). Manzanares: Pinchazo, rueda de peones, otro pinchazo y estocada baja. El presidente le perdonó un aviso (oreja). Pinchazo y estocada (oreja). Julio Robles: Estocada, rueda de peones y descabello (oreja), Media estocada tendida y desprendida (dos orejas).

Se supone que hubo autoridad en el reconocimiento y en la presidencia, claro, si bien no estamos muy seguros de que fuera para vigilar el buen orden del espectáculo y el cumplimiento estricto del reglamento. Más bien debió ser para bendecir la mojiganga, firmar lo papeles que le echaran, cumplir la órdenes que le daban los matadores desde el ruedo y regalar trofeos. Aunque incurriera en el disparate, como en esa vuelta al ruedo con que premió al cuarto; un manso sin presencia, ni casta, que se había ido suelto de una sola varita.

El balance de la corrida no puede ser apabullante: nueve orejas y un rabo. ¿Qué sucedió para tan triunfales resultados? Pues ocurrió que después de una faenita y un bajonazo de Paquirri, parte del público pidió una oreja pero el presidente concedió dos. Y a partir de aquí vinieron las comparaciones, con lo que se desató el triunfalismo. Por eso al siguiente trasteo de Manzanares, muy vulgar, pero que tuvo un par de tandas de derechazos suaves con los pies juntos, planteó en el público la razonable proposición de que si lo de antes de Paquirri había valido d orejas, esto tenía que valer por lo menos una. Robles, hizo el toreo en el tercero, con seis derechazos de altas calidades, y se le concedio el empate. Paquirri, en el cuarto, que era corno tonto, dio una larga cambiada de rodillas, puso tres pares al quiebro y afán en el muleteo arrojado, sufrió una voltereta por equivocar los terrenos y mató bien, todo lo cual encendió al personal que le dio la casquería completa. Con el quinto, Manzanares se hizo un lío, no le salía el toreo y recurrió a su número -derechazos de perfil, pies juntos- más giraldillas y espaldinas, que eran como mendigar la orejita, que también cayó. Y en el sexto, de nuevo, un toreo a cargo de Robles, con derechazos y naturales de buen corte (innecesariamente afeados con el pico, por cierto) y uno de pecho monumental; uno de pecho en el que se Ilegó la mano de mandar al hombro contrario, con remate limpio y bellísimo, encarados torero y toro (o lo que fuera aquello). Dos orejas más, y ya sale la cuenta.

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