El "Canarias"
Lo decía yo días atrás en esta columna: a uno sólo le llegan ya noticias urgentes del pasado. Debe ser porque uno está ya un poco carroza. El crucero Canarias, un suponer, que nos ganó la guerra a los nacionales y en estos días ha sido subastado y adjudicado en sesenta y tantas mil pesetas.¿A que a ustedes se les había escapado esa noticia? Claro, porque son ustedes unos unidimensionales y sólo piensan en ir a verle el anticuerpo a Africa Prat en Oh, Calcutta y en tener la nevera llena de mirindas. Ahora que Alemania se vuelve hacia la nostalgia de Hitler y Rusia detiene a sus pintores como en los mejores tiempos de Stalin, aquí estamos ya queriendo olvidar nuestro pasado inmediato, el franquismo en que sustancialmente consistimos, juntamente con los obispos más-que-militantes, como me escribe hoy Pedro de Lorenzo desde Sigüenza. (Verán ustedes que Pedro y yo hemos iniciado una rarísima correspondencia política que soy el único que ha conseguido sacar al estilista de su torre de marfil azocriniano.)
Me envía Víctor de la Serna un folleto donde tipos tan importantes como Lázaro Carreter, Escarpit, Alarcos, Juan Luis Cebrián y el propio Víctor han divagado sobre el lenguaje periodístico. Yo, que siempre he hecho un periodismo un poco golfo y he ido por libre, máxime desde que los sicarlos de Fraga me negaron el camet, con gran alivio por mi parte (ese carnet que ahora quiere cargarse González Seara, y con razón), yo, decía, quiero hacer una crónica elegíaca y a mi aire del crucero Canarias, que debiera ser un símbolo de fe de la derecha eterna, si la derecha eterna tuviese fe en algo, que no la tiene. El Canarias se lo han adjudicado provisionalmente a don Carlos de Lacave, en la modesta pastizara que ya he dicho, pero el Canarias, como su gemelo el Baleares, había nacido de la fantasía dictatorial y marinera del general don Miguel Primo de Rivera, cuando los dictadores españoles soñaban todavía con nuestro imperio ultramarino. Luego pasaron a soñar con el Imperio hacia Dios, que era una cosa más retórica y comprometía menos.
En el año 36 estaba terminado para la República y, ya metidos en la más alta ocasión que vieran los siglos, o sea la Cruzada de Liberación, el Canarias, con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela franquista, se cargó a los bergantines republicanos Almirante Ferrándiz, Marinero Cante, Manuel, Sac número 4 y el ruso Konsomol. En plena guerra mundial, el Canarias rescata a los nazis del Bismarck, hundido por los ingleses, o sea toda una película de piratas, que hoy me ha dado el pronto de escribir en plan Salgari. Ya ven ustedes que el Canarias no era sospechoso de antifranquismo. Era más nacional que Pedrosa-Latas.
Nuestra ilustre Marina, naturalmente, no tiene nada que ver con el tema. La cosa ne es administrativa, sino sentimental, y a mí me parece que la subasta de¡ Canarias es casi an grave y como la desaparición de otros símbolos. Si la derecha empieza a arriar sus símbolos, razón tiene Fraga cuando se encrespa por la tele y se pone levantisco y le insinúa a Martín Villa que lo que tiene que hacer es pegar duro y al paladar.
Si la difusa derecha, sentimental y vaga, creyese en algo, que no cree en nada, ni siquiera en la Bolsa, que ya es lo último, habría hecho del Canarias un museo, un símbolo, una cosa, otro así como en el Museo de Franco, en El Pardo, lo hay nada de Franco, ni en el Museo Dalí hay nada de Dalí, o muy poco, en el Canarias ya lo habita el espíritu de la Cruzada, sino los ingenieros de una empresa madrileña que seguiamente lo van a desguazar. Las autoridades m annas han hecho lo que tenían que hacer, pero esa derecha tremante y colosal, civil y retórica, ha debido hacer algo por salvar el Canarias del oxidado destino de la herrumbre.
La derecha hace sus símbolos y los gasta. Un día retiran un retrato y otro día se subasta casi como chatarra un barco que es pura mitología naval de la Cruzada. Sin barcos ni fotografías, a nuestras derecha inerme ya no le queda nada, salvo la pastizara. O sea, que le sigue quedando todo.
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