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Nadie ha ganado gran cosa y todos pierden un poco

Tras el Pleno del Congreso celebrado el martes y miércoles pasados, los imprecisos contornos de sus resultados han permitido la realización de docenas y docenas de interpretaciones diversas. Tal vez la sensación ambiental más generalizada es que nadie ha ganado gran cosa y todos han perdido un poco.El Gobierno y la UCD no salen especialmente reforzados, ya que su victoria material no basta para borrar el mal sabor de boca de una derrota moral. El PSOE no ha logrado el cese del ministro tan duramente atacado ni de la política que encarna, entre otras cosas, porque el resto de la izquierda y los nacionalistas catalanes y vascos le han dado la espalda. Estos últimos consiguen una promesa gubernamental de amnistía, a cambio de no censurar una política de orden público muy dura para sus respectivas regiones. Los comunistas no logran que alguien les haga caso en su Gobierno de concentración, y los fraguistas, después de aseverar que el señor Martín Villa es muy negligente con el orden público, retiran su propia moción y se abstienen en todas las demás.

Pero la sesión plenaria del Congreso ha permitido extraer otras enseñanzas. En primer lugar, el hecho de que el Gobierno tiene de hecho la obligación de explicarse ante el Parlamento, aunque de derecho no esté obligado a hacerlo mientras no sea promulgada una nueva Constitución, en segundo lugar, que todos los intentos e invitaciones al PSOE para que se convierta en un partido simplemente socialdemócrata -y a esta palabra se le da actualmente una connotación parecida a domesticidad o colaboracionismo- pueden estrellar se con el hecho de que, no ya sectores de base de dicho partido, sino el mismo grupo parlamentario socialista, tiene a gala defender un espacio político en la izquierda, más que en el centro-izquierda.

Para calibrar el estado de ánimo de los socialistas en este aspecto, he aquí uno de los textos del PSOE que el señor Pérez Llorca, portavoz de UCD, leyó como argumento contra los socialistas, encontrándose con la sorpresa de que éstos se levantaban para aplaudirlo: «El PSOE propugna un método dialéctico de transición al socialismo, que combine la lucha parlamentaria con la movilización popular en todas sus formas, creando órganos democráticos de poder de base (cooperativas, asociaciones de vecinos, comités de pueblos, de barrios, etc.), que busque la profundización del concepto de democracia mediante la superación del carácter formal que las libertades políticas tienen en el Estado capitalista, el acceso a las libertades reales; que señale las reivindicaciones de cada momento, así como las alianzas que fueran precisas, conectadas con la perspectiva de la revolución socialista, ya que no puede existir libertad sin socialismo, ni socialismo sin libertad. El texto forma parte de la resolución política del XXVII Congreso del PSOE, redactada según una ponencia del llamado Colectivo Pablo Iglesias.

Todos son débiles

Desde el punto de vista político, esta sesión plenaria del Congreso ha dejado planteada una situación confusa y relativamente extraña. En primer lugar el hecho de que cada grupo plantee su propia alternativa -en forma de mociones-, y que el conjunto de las mismas afectará a temas bastante heterogéneos. constituye un índice de que cada grupo está dispuesto a hacer la guerra por su cuenta, hecho tanto más curioso cuanto más débil es cada uno de ellos.En segundo lugar, el comportamiento de cada grupo parlamentario en las votaciones no hace más que reforzar esa idea. La UCD sale a flote porque tiene el mayor número de parlamentarios, pero sería aventurado afirmar que haya reforzado su cohesión interna después de este Pleno. El PSOE no logra la colaboración del PSP y el PCE por la izquierda, pero tampoco progresa en la extensión de sus alianzas por el terreno de los nacionalismos vasco y catalán; antes el contrario, este Pleno ha servido para ahondar la brecha entre el PSOE y el PNV, por ejemplo. A su vez, la minoría comunista permanece aislada, y lo mismo le ocurre al grupo mixto (donde casi todos son del PSP), y a Alianza Popular.

Naturalmente, habrá otros temas en que probablemente cambiarán las posiciones; hoy por hoy, sin embargo, todos son débiles, pero nad le se une a otros para refórzar sus respectivas posturas. Los grupos parlamentarios están consiguiendo demostrar que aquí no hay nada parecido a una bipolarización, y cada uno trata de afirmar su propia identidad, así tenga 165 diputados o sólo media docena. Pero también esto parece normal en los primeros meses de andadura parlamentaria, y todo ello demuestra que la democracia no culmina con las elecciones del 15 dejunio, sino que empieza a construirse a partir de ahí.

En el plano político, todo está en construcción en nuestro país."Ello explica muchas cosas, entre ellas, el hecho de que el Parlamento no tenga recetas mágicas para resolver todas las cuestiones espinosas en unas semanas de funcionamiento Algunos parecen decir: «¡Qué barbaridad! ¿Cómo no han resuelto ya éstos la crisis económica?» Y cuando de verdad lo intenten, de seguro oiremos: «¡Qué barbaridad! ¿Pero qué sabrán éstos de economía?» Días atrás se oía decir: « ¡Qué barbaridad, el PSOE y la UCD han pactado, pobre democracia!» Y hoy: «¡Qué barbaridad! Pero ¿dónde van estos socialistas atacando así al Gobierno?» Se oye de cir con frecuencia: « ¡Qué barbari dad, la izquierda nos va a llevar a un frente popular!» Y también: «¡Qué barbaridad! ¿Cómo es posible que no voten juntos PSOE y PCE?» Y lo más curioso es que no siempre estos comentarios o apreciaciones proceden de diferentes sectores, sino a veces de los mismos.

En fin, para centrar debidamente las enseñanzas de esta compleja sesion del Congreso de Diputados, convendría tener en cuenta que temas como la responsabilidad del Gobierno ante el Parlamento, o la política de orden público, están perfectamente clarificados en la mayoría de las democracias, mientras aquí asistimos apenas.a los primeros intentos de fijar el marco en que ambas cuestiones tierien que moverse. A partir de un motivo aparentemente incidental, el Parlamento ha comenzado a plantearse dos de los más difíciles problemas pendientes.

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