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Gustav Leonhardt, un barroco de hoy

No cabe duda de que dentro del mundo de la interpretación musical existen hoy algunos estilos en crisis (el mozartiano podría ser un ejemplo), pero no es menos cierto que estamos presenciando un extraordinario apogeo de otros: entre ellos quizá el más destacado sea el de la música barroca.

En el caso de la música barroca (a diferencia de la clásica y romántica), no ha llegado hasta nosotros una línea directa de tradición interpretativa. Por ello, desde que a principios de siglo unos cuantos «pioneros» volvieron la vista hacia los siglos XVII y XVIII, hasta hoy mismo, ha sido necesario redescubrir un viejo modo de hacer música. Por ello.no es ocioso repasar alguna de las personalidades que han realizado y realizan esta labor, ya que no se trata sólo de grandes intérpretes, sino también de grandes creadores y musicólogos, que, a menudo, son poco conocidos en nuestro país por simples azares del «comercio musical» del que por desgracia dependen tanto los gustos y las modas. Entre ellas, una de las más significativas es la figura del clavecinista holandés Gustav Leonhardt.Desde luego, la recuperación de instrumentos olvidados como lo era el clavecín, es una de las grandes conquistas musicales de este siglo. Y sin embargo ha sido ésta una labor ardua, a veces heroica. Ya están muy lejos los tiempos en que algún crítico ridiculizaba a la gran clavecinista Wanda Landowska, al describirla como «barajando sus cartas de acero inoxidable».

El clave fue considerado hace medio siglo (¡y a veces hoy, to davía!) como un instrumento frío e inexpresivo. Esto no estaba exento de lógica, ya que al lado del piano, el clave carecía casi por completo de posibilidades de matización; ¿cómo era posible hacer música en un instrumento incapaz de hacer un crescendo, de destacar una voz intermedia o de acentuar una nota? A esto se unía otra circunstancia desfavorable: la de que como reacción a las interpretaciones «románticas» de la música barroca (que podían ser tan valiosas como las de Casalso Landowska) apareció una concepción fría y cuadriculada del barroco.

El resultado es que el clave se convirtió con frecuencia en algo cuadrado, mecánico e inexpresivo. Se llegó incluso a la máxima afrenta: convertirlo en una especie de sucedáneo del plano, imitando falsos crescendos y diminuendos mediante la adición o supresión de registros, o bien se compensó la inexpresividad con el efectismo fácil en el uso de efectos tímbricos.

Ahora bien, ¿era acaso posible hacer música de verdad con un instrumento de las características señaladas? Pues sí, por supuesto que sí, y nos lo ha demostrado genialmente una serie de clavecinistas entre los que Leorihardt ocupa un lugar compartido con muchos otros, pero destacado. El clave, es un instrumento capaz de enorme expresividad, de concentrada emoción (sin la que rara vez hay música), pero de una expresividad distinta de la romántica a la que estamos habituados. Si la matización dinámica es tan limitada, ¿con qué recursos expresivos se puede contar? Con dos fundamentales: en primer lugar, con la pulsación más exactamente, con la articulación, es decir, con el control perfecto de la distancia entre un sonido y otro, y, en segundo lugar, con la flexibilidad en el tempo. De este modo, si es imposible un fraseo o un acento dinámico, no lo es por «prolongación» de un sonido, técnica superbarro ca en todos los instrumentos. ¡Y qué gran maestro Leonhardt en esto!

Pero Leonhardt no es sólo un gran clavecinista, sino también un maestro al órgano (en la actualidad está grabando la obra de Bach), excelente director de orquesta (con el Leonhardt-Consort, con esa espléndida Petite Bande especializada en música de ballet en cuyas filas está el español Jordi Savall), y, por si fuera poco, violonchelista más que amateur. Músico especializado, pero no «encerrado» ni mucho menos «refugiado», ha sido capaz de grabar las sonatas de Mozart al pianoforte.

Leonhardt es el prototipo de intérprete-musicólogo, conocedor asombroso de la ornamentación de la realización de bajo contínuo (con ese gusto tan personal por los acordes arpegiados), etcétera. Es autor de un espléndido trabajo sobre El arte de la fuga, en el que demuestra que se trata de una obra para teclado. A estas actividades une las de profesor, editor y hasta actor de cine, en su encarnación del papel de Bach en la película Crónica de Ana Magdalena Bach. Pero, sobre todo, desde el teclado de sus claves dieciochescos, o de su adorado instrumento construido por Skowroneck, es Leonhardt un maestro de música y de humanismo.

Discografia en España de G. Leonhardt

J. S. Bach: Arte de la fuga. BASF 75 93175 (2 discos). Partitas BASF 10 53 215 (3 discos). Concierto re menor (con doble concierto C.F.M. Bach) BASF 37 931 82. Piezas del álbum de Ana Magdalena. BASK Conciertos para clave completos. TELDEC SCA 25022-1/5 (5 discos).

Couperin: Piezas de clavecín en concierto. TELDEC SAWT 9578. Las Naciones. TELDEC TK 11 55ó- 1 / 2 (2 discos). Piezas de clavecín. BASF 37 531 16.

C.F. M. Bach: Concierto en la menor. BASF 75 931 80. Virginalistas ingleses, BASF 34 53 130. G. Frescobaldi: BASF 37 93176.

Lully: El burgués gentilhombre. BASF 75 53448.

A. Campra: La Europa galante. BASF 37 53641.

J. F. Haendel: Cuatro sonatas para flauta dulce y b. c. BASF.

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