Política de crédito rural
Si los restantes temas de política agraria fueran tan susceptibles de planteamiento y solución correcta como el del crédito rural, nuestra agricultura estaría salvada. Sólo un conjunto de circunstancias personales e institucionales, llamadas a desaparecer, han impedido un tratamiento adecuado del crédito agrario español hasta la fecha.En éste, como en muchos otros temas, es dificil inventar algo nuevo; las experiencias realizadas en otros países marcan la pauta a seguir con grandes posibilidades de éxito. En especial hay que referirse a los sistemas. de crédito agrario en Europa, ya que son los que se desenvuelven en circunstancias más parecidas a las nuestras y además representan el modelo al que habrá que, adaptarse en una eventual incorporación española a la Comunidad.
El sector agrario español ha sido durante largos años proveedor de recursos financieros necesarios para el desarrollo de los restantes sectores económicos. El drenaje de medíos financieros sufrido por la agricultura durantelos años cuarenta, cincuenta y primera parte de los sesenta es difícil de cuantificar, pero, a decir de todos los expertos, alcanza magnitudes muy elevadas. Sin embargo, esta tendencia se ha visto frenada en los últimos años como consecuencia de la baja rentabilidad de las empresas agrarias y de la cada vez más imperiosa demanda de medios financieros con destino a la mecanización y modernización de las explotaciones. En efecto, debido principalmente a la emigración y a la presión al alza de los salarios agrícolas, el empresario del campo se ha visto obligado a multiplicar sus inversiones de forma que su negocio pueda subsistir. Así, pues, el recurso a un crédito apropiado a las peculiares características de la actividad primaria es ya cuestión de vida o muerte. Los privilegios crediticios a la agricultura se dan en todas las economías de Occidente.
A todo esto, parece que la capacidad ahorradora de la población rural es todavía importante si se atiende a la celeridad con que las instituciones financieras privadas de nuestro país proceden a la apertura de nuevas oficinas localizadas en áreas típicamente agrícolas para captar unos fondos que, en gran parte, se siguen trasvasando a otros sectores y otras regiones.
Actualmente atienden las necesidades de crédito agrícola tres tipos de instituciones: la banca oficial (principalmente Banco de Crédito Agrícola), organismos-estatales (IRYDA, SENPA y algunos otros) e instituciones privadas (banca comercial y de negocios, Cajas de Ahorro Y Cajas Rurales).
En la obsoleta estructura del crédito oficial es precisamente el agrícola uno de los que más claramente puede justificar su existencia, ya que el sector primario no puede competir en pie de igualdad con el resto de los sectores económicos cara al mercado de capitales. Ello no quiere decir que elactual Banco de Crédito Agrícola deba seguir actuando de la forma que lo hace. A su función de destinar directa mente fondos del Estado a la financiación de actividades muy peculiares (como la mejora ganadera o las plantaciones forestales.) habría que añadir la de utilizar parte de las dotaciones . que recibe del Tesoro como movilizadora de un flujo de créditos al campo por parte de las instituciones privadas mediante la subvención de tipos de interés para determinadas actividades señaladas por el Gobierno. Entre aquellas instituciones privadas que podrían ejercer esta labor destaca, sin duda, la del sistema de Cajas. Rurales, que superaba, a finales de 1976, los 100.000 millones de pesetas en depósitos procedentes del medio rural y que jamás debieran ser destinados a financiar realizaciones ajenas al medio de donde proceden.
Por otra parte, hay que considerar que los organismos oficiales que actualmente actúan en el campo del crédito agrario no debieran contar entre sus funciones la de financiación de Inversiones, ya que ello significa una anomalía que actúa en contra de la necesaria especialización de actividades.
En cuanto a las instituciones privadas, tanto la banca como las Cajas de Ahorro parecen ciertamente poco interesadas en la concesión de préstamos agrícolas si se observan los exiguos porcentajes que éstos representan en el total de sus operaciones de activo con fondos propios (3% para la banca y un escandaloso 7 % para las Cajas).
Así, pues, quedan como órganos especializados sobre los que apoyar la reforma del crédito agrario al Banco de Crédito Agrícola y las Cajas Rurales, con la particularidad de que estos dos tipos de instituciones, entrelazadas, son las que actúan en la mayor parte de los países europeos y muy en especial en Francia, donde todo un sistema de Cajas Rurales locales y regionales tienen como cabeza a la Caja Nacional de Crédito Agrícola, que es una entidad de derecho público y que podría equivaler al Banco de Crédito Agrícola español reformado (permítasenos decir aquí que una de las claves de esta reforma sería la de establecer un consejo de administración en el banco que fuera claramente representativo de los intereses agrarios regionales). Con la conexión entre Cajas Rurales y un Banco de Crédito Agrícola descentralizado se consigue un punto de unión entre el ahorro campesino y los fondos del crédito oficial, y algo tan sencillo como eso puede resultar revolucionario en la financiación de la agricultura.
Por último, cabe llamar la atención sobre el significado de lo que llamados crédito rural, en contra posición al puramente agrario. Se ha dicho ya muchas veces desde estas páginas que cualquier plan teamiento de política hacia el cam po ha de tender a la mejora global del medio rural superando la distinción entre actuaciones rurales y agrarias (entendiendo estas últimas como las destinadas a un mero desarrollo de las fuerzas productivas). La planificación ha de ser rural, la colonización ha de ser rural y el crédito ha de ser rural. Dada la situación del campo español, no hay motivo para conceder créditos subvencionados a la compra de maquinaria y de negarlos a la mejora del medio de vida de las personas que viven en zonas rurales, sean o no agricultores; de nada sirve la máquina si no existen los hombres que la utilicen. Para poco sirven los créditos a la transformación en regadío si al médico rural se le niegan las ayudas para que permanezca en el pueblo y pueda atender así las enfermedades de los regantes.
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