_
_
_
_
Tribuna:Proceso a la izquierda / 1
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ausencia de espíritu crítico

Uno de los rasgos negativos más comunes a la izquierda revolucionaria -particularmente en los países de habla española- radica en su probada incapacidad de asimilar los análisis críticos que desde dentro o fuera de sus filas descubren sus mitos, insuficiencias o errores o ponen en tela de juicio la presunta intangibilidad de sus leyes o, por mejor decir, de sus dogmas. Enfrentada al desafío de una obra conflictiva u opinión perturbadora, su respuesta se traduce por punto general en dos actitudes puramente defensivas y por ello mismo acríticas: el anatema inquisitorial o el silencio.Hoy día, cuando es posible examinar ya desde la izquierda -como, con mayor o menor fortuna lo hace el PCE- la realidad del modelo socialista soviético, sin que el analista sea automáticamente tildado de fascista, reaccionario o agente del Pentágono, vemos repetirse el mismo fenómeno de ocultación y rechazo respecto a los nuevos modelos históricos: chino, albanés, vietnamita, cubano. En su búsqueda desesperada de un paradigma duro y puro, numerosos políticos e intelectuales marxistas e incluso socialdemócratas ponen los ojos en Pekín o La Habana y decretan -con el mismo entusiasmo y candor-que sus colegas de hace treinta años a su regreso de una URSS en pleno frenesí estalinista- que cuanto ocurre allí es verdadero socialismo. Confundiendo los términos de antiimperialismo y socialismo, estos panegiristas apresurados no parecen haber caído en la cuenta de que el modelo ajeno que proponen a nuestra admiración tiene muy poco o nada que ver con el que propugnan en sus programas de puertas adentro. Simples razones de oportunismo -el deseo de revestirse con el prestigio de la epopeya de la Gran Marcha o la figura heroica de Che Guevara- no explican suficientemente el fenómeno. Como tampoco los conocidos mecanismos de compensación de quienes, aunque se proclaman revolucionarios, se integran de hecho en los circuitos de lucha propios del sistema democrático burgués.

El mutismo de la prensa española y latinoamericana ante obras de la importancia de Los guerrilleros en el poder, de K. S. Karol, o Diario de la revolución cubana, de Carlos Franqui, es un buen ejemplo de la postura traumática de autojustificación y condena que, de modo perfectamente abusivo, convierte la crítica en agresión y, en lugar de estudiar la enfermedad diagnosticada, fulmina contra el diagnosticador. Mientras cualquier manual de divulgación marxista -siempre y cuando exprese una visión conformista y apologética del socialismo real o la estrategia adoptada por los partidos obreros para conquistar el Poder- será objeto de numerosas reseñas y comentarios por parte de nuestros periódicos y semanarios de izquierda, por ínfimo que sea su nivel teórico, ante toda publicación que plantea seriamente un debate sobre la realidad del socialismo y la práctica revolucionaria en los países donde éste se ha impuesto, los diferentes órganos de nuestra izquierda oficial u oficiosa se encastillan en un prudente silencio que, a fuerza de repetirse, acaba por erigirse en sistema. Ahora bien, como escribía recientemente Althusser, «el silencio sobre el error es la persistencia posible o deliberada en el error. Cuando se calla de modo durable sobre él, ello quiere decir que continúa: que se calla para que continúe. En razón de las ventajas políticas que procura su duración».

Silencio misterioso

Estas reflexiones -en cuya adecuada formulación no puedo detenerme ahora- nos ayudan a comprender el silencio, a primera vista misterioso, que ha envuelto entre nosotros la aparición del libro de Teodoro Petkoff titulado, muy significativamente, Proceso a la izquierda. Su autor, miembro del PC venezolano desde 1949, fue uno de los dirigentes más destacados de la lucha clandestina contra la dictadura de Pérez Jiménez y el Gobierno de Bettancourt. En 1970 se separó del PCV para fundar, en compañía de otros líderes de aquel partido, como Pompeyo Márquez y Freddy Muñoz, el Movimiento al Socialismo, que es, sin duda alguna, uno de los grupos políticos más vivos y dinámicos de la izquierda latinoamericana. Autor de obras como Checoslovaquia: el socialismo como problema y Socialismo para Venezuela, Petkoff es desde 1974 uno de los once diputados del MAS en el Congreso de su país.

Ante la desoladora perspectiva del fracaso de la lucha guerrillera, el golpe chileno y el creciente proceso de fascistización del mundo iberoamericano, Petkoff observa con razón que, si de un lado, la necesidad objetiva de una revolución es más fuerte que nunca, del otro, las fuerzas revolucionarias no han estado jamás tan alejadas como hoy de la posibilidad de cumplir con sus propósitos, y formula pregunta: «¿Cómo es, entonces, que tal conjunto de ideas -y la práctica que a él está asociada- no se hace evidente por sí mismo, no se impone por el propio peso de su generosidad y racionalidad? ¿Por qué los movimientos políticos de filiación socialista, la mayoría de los cuales se dicen marxistas -o más bien marxista-leninistas- permanecen arrinconados en un estrecho ghetto, desconectados del pueblo en nombre del cual hablan y actúan, sin comunicación verdadera con aquellos que la jerga izquierdista designa como «las fuerzas motrices de la revolución»? ¿Por qué estos obreros y campesinos, que el lirismo izquierdista considera la sal de la tierra, miran con tal inocultable desconfianza, si no con hostilidad, a esa aristocracia intelectual que habla de una revolución incomprensible?». Encarado con la triste realidad de esas «microscópicas iglesias marxistas sostenidas por el amor de sus feligreses», de esa izquierda que, a pesar de que «siempre tuvo razón» en sus previsiones, sigue siendo «la misma fuerza raquítica que continúa haciendo pronósticos desde un rincón de la sociedad», Petkoff aborda con gran lucidez e inteligencia el problema capital de «cómo restablecer los vínculos con la realidad, de cómo romper la camisa de fuerza de nuestra propia mitología, de cómo enfrentar el con texto dentro del cual actúa la izquierda tal como él es y no como quisieran sus deseos que fuera». Sus propuestas, energéticas, estimulantes, constituyen una contribución de primer orden al debate actual en torno a los conceptos de libertad y socialismo, que opone el socialismo real de los distintos modelos históricos del marxismo-leninismo en el poder al llamado eurocomunismo. Dejando ahora de lado los análisis de Petkoff relativos a la específica realidad venezolana, centraremos nuestra atención en aquellos puntos del discurso que, a causa de su índole más general, se aplican o pueden aplicarse a la problemática de la izquierda marxista en el seno de nuestra frágil y aún vacilante democracia hispana.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_