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Parte de la prensa estatal portuguesa se canaliza hacia el sector privado

La reorganización del sector de la prensa, con especial atención a los periódicos estatales, ha sido una de las decisiones más importantes del consejo de ministros celebrado el miércoles en Lisboa.

Las medidas de austeridad decretadas por el Gobierno Soares golpean profundamente a la prensa subvencionada por el Estado.

Dos diarios de la mañana, que ya habían suspendido su publicación hace varios meses (O Seculo y O Jornal do Comercio), ambos de Lisboa, desaparecen, definitivamente. La intervención del Estado en la gestión del Diario de Lisboa, y en los tres diarios de Oporto (Primeiro de Janeiro, Comercio do Porto, y Jornal de Noticias) cesa, y una comisión interministerial deberá apreciar de la forma que asumirán las futuras empresas: vuelta al sector privado, cooperativa, o emoresa mixta.

Las únicas dos empresas estatales supervivientes, ambas de Lisboa, y editoras, la primera de dos periódicos (Diario de Noticias, por la mañana, y O Capital, por la tarde), la segunda de Diario Popular, de Lisboa, son declaradas en «estado de crisis».

Reorganización inevitable

Sin oponerse a una reorganización, por todos reconocida como inevitable, los profesionales de la información, el sindicato de los periódicos y la opinión pública progresista habían abogado siempre por la búsqueda de una solución que salvaguarde los intereses de los trabajadores, intelectuales o no, amenazados de despido, y que no permita al capital privado recuperar su poder hegemónico sobre la información. Las fuerzas de izquierda, aprovechando el ejemplo de numerosos conflictos surgidos simultáneamente en casi todos los países occidentales, subrayaban que hablar de libertad de prensa puede convertirse en pura figura de estilo cuando no está asegurada la independencia financiera de las empresas editoras.La solución adoptada por el Gobierno Soares está lejos de satisfacer estas aspiraciones. El propio secretario de Estado para la Comunicación Social reconocía que las medidas aprobadas iban a significar un número, aún desconocido, pero muy elevado, de despidos.

Con el cierre definitivo de O Seculo y del Jornal do Comercio desaparecen dos de los decanos de los diarios portugueses, Y es siempre muy triste ver morir unos periódicos que estuvieron asociados a un momento de la historia intelectual de este país.

En contrapartida, el Gobierno va a su bvencionar el 20% del consumo de papel efectivamente realizado por la prensa, privada y de Estado, y conceder ventajas, fiscales y otras, a las empresas editoras. La atribución de dichas ventajas dependerá de la tirada (para favorecer la concentración del sector) y del número de infracciones contra la ley de Prensa, sancionadas por los tribunales ordinarios, cometidas por dichos periódicos. Es el único medio (indirecto) de censura política sobre el contenido de las publicaciones que se reserva el Gobierno. El resto de las medidas significa un auténtico estímulo a la prensa privada, que enfrentaba últimamente graves dificultades financieras. Es de notar que si la prensa diaria privada es bastante equilibrada en su contenido ideológico, a nivel de la prensa semanal se verificó en los últimos tiempos una proliferación de publicaciones de derecha y de ultraderecha con varios títulos que hacían. propaganda abierta del régimen salazarista y de los ideales neonazis.

Conviene precisar que la estatalización de la mayoría de los diarios portugueses, en marzo de 1975, no obedeció a una acción deliberada. Los periódicos pasaron a ser propiedad del Estado, en totalidad o en parte, como consecuencia de la nacionalización de los bancos, sus propietarios, poniéndose así en evidencia el estrecho control del capital bancario sobre la prensa bajo el régimen de Salazar y Caetano.

Eran los bancos quienes aseguraban, por razones políticas y de prestigio, la existencia de empresas perfectamente envidiables desde el punto de vista meramente comercial: excesivamente numerosos para disputarse un número de lectores reducido, los periódicos portugueses soportaban además los gastos de su propia red distribuidora, de una plétora de otras publicaciones (revistas, editoriales, anuarios) y de una serie de librerías.

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