El Gobierno británico busca su supervivencia en Escocia
La visita que el primer ministro británico Callaghan hace estos días a Escocia es crucial no sólo porque esa región presiona cada vez más para independizarse sino porque el propio Partido Laborista podría poner su existencia en peligro si no cultiva y atiende las reivindicaciones escocesas.Se trata también de una visita con la que se pretende la supervivencia del actual Gobierno, que en el Parlamento depende de minorías nacionalistas o, como en el caso de los liberales, de partidos que luchan para que se alcance un federalismo sobre cuyas virtudes el laborismo aparece profundamente dividido.
En Edimburgo, Callaghan ha explicado que el porvenir de Gran Bretaña es brillante. pasada la recesión y superados los problemas inflacionarios que hundieron a este país en 1975. Ese porvenir depende del petróleo escocés en gran parte. Los independentistas reclaman el control de esa riqueza. Una concesión de esa clase acabaría con el optimismo expresado por el ministro. Es imposible que el Gobierno la otorgue. Por otro lado, la negación de ciertos grados de autonomía administrativa y ejecutiva profundizaría aún más los sentimientos nacionalistas abrigados por los escoceses.
En los últimos años, la incapacidad del Gobierno para legislar en favor de una devolución de poderes parlamentarios para Escocia ha hecho crecer en esa región el número de votantes del SNP (Partido Nacionalista), y ha acabado en muchas áreas con el tradicional poderío laborista.
Los propios laboristas escoceses le han hablado ahora a Callaghan de la urgencia de tal legislación. El partido ha sufrido recientemente una grave escisión de la que ha surgido un nuevo grupo nacionalista. La tardanza de una solución gubernamental al problema de Escocia haría más profundas las divisiones y convertiría al Laborista en un partido inglés, en lugar de ser un partido de toda Gran Bretaña.
El petróleo está en el centro del problema. El laborismo de izquierdas se opone a la autonomía en este momento porque eso podría suponer el empobrecimiento de otras regiones y la división de los intereses de la clase obrera del Reino Unido. A partir de otoño, en el Parlamento, los diputados van a discutir el alcance que ha de tener la devolución. El debate podría cambiar por completo dos siglos y medio de la historia de este país.
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