La imagen de la fotografía española

La iconología es ya una ciencia inseparable de la sociedad contemporánea. El predominio de la cultura de la imagen es terreno ilimitado para sociólogos y lingüistas, que quieren cuantificar modos y efectos de comportamiento, empenados en descifrar las connotaciones de unos signos. La imagen es consumo inmediato, apropiacíón del recuerdo, rastro de una realidad y vehículo ideológico.Dentro de las formas expresivas visuales, la fotografía se ha impuesto contra el insulto de arte menor para convertirse en propia manifestación artística, sin la necesidad de llamar la atención con la obligada refe rencia a la pintura y al cine. Ha entrado en las galerías de arte y en los museos, tiene sus propios medios especializados de difusión y unos pocos críticos de arte que empiezan a valorar sus dimensiones. Son clásicos los estudios sobre el mensaje fotográfico (Roland Barthés), la fotografía como documento histórico (John Heartfield) o social (Giséle Freund).

El ensayo de Manuel Falces (Almería, 1952) es uno de los primeros intentos de abordar una historia de la fotografía española desde la proximidad del creador que se enfrenta a una infravaloración artística, social y profesional del hecho fotográfico. El libro se publica a los dos años de haber sido escrito y este retraso impide acercarnos al momento actual, aunque los hechos y las situaciones que describe tengan plena vigencia, ya que empezar a historiar la fotografía en este país comprende unos veinte años, acontecimiento -que es paralelo al interés por el cine, con la creación de los cine clubs y las primeras revistas especializadas.

En cien páginas de texto, el autor se sitúa, sin pretensiones sitemáticas, ante un deterioro general de la imagen de la fotografía, vista como autor. Recorre su experiencia personal con un enfoque sociológico, aplicando una distancia objetiva a un material con voluntad de crítica. Se reserva la propia teoría de la expresión artística, donde valora el tema fotográfico y su tratamiento, que además explica en la segunda parte del libro, con ilustraciones en color y blanco y negro, tanto suyas como de otros creadores. Es más urgente referirse a las interioridades de la fotografía española, que se singulariza frente a las categorías de los ortodoxos, la penetración de las multinacionales y la imposición de imágenes.

Manuel Falces apunta los comienzos de un grafismo nacional en la década de los cincuenta, cuando surgen los primeros foto-clubs y asociaciones de aficionados. Dedica especial atención a la influencia de la pintura, arte más próximo a la fotografía que el cine. En los sucesivos paralelismos cuadro - fotografía, aparece la marca surrealista, hiperrealista o conceptual, con el dominio de nombres como Magritte, de Chirico o Bacon. El consumo de imágenes a nivel popular ocupa la mayor carga crítica, donde domina la pobreza artística en unos medios masivos. La parte más técnica, sobre la alteración de las imágenes, la fotografía infrarroja y la halografía, no despista la denuncia de la ausencia de educación estética de la imagen, los festivos concursos, el artículo de lujo que significa la fotografía o la raquítica industria nacional de unos materiales que se consideran de consumo no necesario o superfluo.