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Reportaje:

En el centenario de Aguilera Heredia

Entre los centenarios partidos, al estilo del de Beethoven, que conmemoramos este año, figura el de un gran músico español, Aguilera de Heredia. El próximo 16 de diciembre se cumplirán 350 años de la muerte, en Zaragoza, de este insigne organista y compositor, fundador de una escuela cuyos frutos se prolongan hasta los comienzos del siglo XVIII.Sebastián Aguilera de Heredia fue bautizado en la zaragozana iglesia de San Pablo el 15 de agosto de 1561. Poco se sabe de sus años de formación, si bien no es aventurado suponer, como lo ha hecho Pedro Calahorra, que se iniciase en su parroquia, donde existía una buena tradición organística. Con toda probabilidad asistiría también a las clases públicas de órgano y contrapunto que impartía en La Seo el gran polifonista Melchor de Robledo. ¡Felices tiempos en que un músico de tal calibre daba clases públicas!

El año 1584, cuando Aguilera se ordena sacerdote, ya estaba al servicio de su parroquia, San Pablo, seguramente ejerciendo funciones musicales, porque un año más tarde, el 27 de septiembre de 1585, es admitido en el cargo de organista principal en la catedral de Huesca En la capital del alto Aragón iba a pasar el músico dieciocho años, alcanzando excelente reputación como tañedor de órgano y compositor. El ambiente cultural oscense, como el zaragozano, era sumamente propicio a las ciencias y las artes. El profesor Andrés Schoto, de la Universidad de Zaragoza, en su Academiarum Hispaniae Catalogus, refiriéndose a la Universidad de Huesca afirma: Oscana in Aragoniae regno mirae vetustatis, ut nulli hac in parte cedat.

Brillaba ya la vieja- catedral románica con el maravilloso retablo renacentista en alabastro de Damián Forment. Y comenzó también a brillar en ella el arte de Aguilera, tan libre, magistral en el uso de la disonancia, de místico aliento. Con él se inicia claramente la evolución que conducirá desde el severo estilo de los viejos maestros del siglo XVI, tan apegados al canto llano, hacia una mayor complejidad contrapuntística. Avance apreciable del órgano del siglo XVII, cuyo mayor logro reside en la utilización de la técnica del llamado medio registro.

El 24 de septiembre de 1603, a causa de la muerte de su titular, Aguilera es llamado para ocupar el puesto de organista principal de La Seo de Zaragoza, con prebendas y reconocimiento especiales. Esto supone su consagración, pues el cargo era importante en una ciudad en plena efervescencia política y cultural.

Aguilera se manda construir una vivienda en la calle Arcedianos, exigiendo como condición que tenga una azotea desde la cual pueda divisarse el río Ebro, En el órgano de la catedral zaragozana, cuidado por él hasta el máximo, completará su obra para tecla, puente de enlace indispensable entre la de Antonio de Cabezón y Juan Bautista Cabanilles. Música donde todo es suavidad y dulzura, serena gravedad, armonía colorista y tenue en los tientos de falsas.

Aguilera tuvo geniales atisbos del cambio que iba a operarse con la llegada del estilo barroco y así lo vemos en esa exuberante Obra de Octavo Tono, grabada reciente

mente por Montserrat Torrent, y que ha recibido el. nombre de Ensalada, por la multiplicidad de su material temático.

Pero no sólo en el campo del teclado destacó el organista aragonés. El año 1613, el impresor de Zaragoza, Pedro Cabarte, publica una colección de 34 Magnificat de Aguilera. Son obras polifónicas que van desde cuatro a ocho voces, aportación de peso que viene a mantener la tradición religiosa vo cal aragonesa de Melchor de Robledo, y se sitúa junto a la de su conciudadano y contemporáneo Pedro Ruimonte, el cual ya había nublicado en Amberes la mayor parte de sus obras.

Los Magnificat de Aguilera se extendieron por las capillas catedralicias españolas. El maestro Juan Risco, desde Toledo, pondera la utilidad de estos libros, pues, dice, no hay de este género ninguno para solemnidades.

Monseñor Anglés comenta: Los cuatrojuegos de Magnificat de Aguilera son escritos siguiendo la mei . odia gregoriana usada entonces en España. Tengamos en cuenta el poco tiempo transcurrido desde la muerte de Tomás Luis de Victoria.

El musicólogo Pedro Calahorra nos da noticia en su Historia de la Música en Aragón de cierta colección de misas a varias voces de Aguilera de Heredia, que figuraron en una exposición de música y teatro que tuvo lugar en Viena, el año 1892, y cuyo paradero se ignora en la actualidad. ¿Es posible que nadie se preocupase aquí de la evasión de tan importante legado musical? Habría que investigar sobre este asunto.

Digamos, finalmente, que la huella del maestro zaragozano no se perdió con su muerte. Sus discípulos, algunos de tanta categoría como él mismo (léase José Ximénez), supieron continuar el nuevo estilo desde la tribuna ilustre la de La Seo, a la vista del padre Ebro.

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