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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gibraltar un problema estratégico

EN LOS PRIMEROS días de septiembre llega a Madrid, en visita oficial, el secretario del Foreign Office David Owen. Es el último de los ministros de Asuntos Exteriores de los paises mas importantes de Europa occidental que visita nuestro país, después de la normalización política producida por el proceso de democratización. Gran Bretaña también puede ser el último de los países europeos occidentales que entre en la agenda de visitas del monarca español. Las relaciones"hispano-británicas, a nivel oficial y estatal no se hallan, como no se han hallado casi nunca, en un momento de cálida expectativa, a pesar de las fuertes corrientes psicológicas y culturales en que congenian tan bien el pueblo español y el británico. La causa de ello es, en gran parte, Gibraltar. El de Gibraltar es un problema colonial, lo que a estas alturas del siglo XX no deja de ser una supervivencia extravagante.La colonia de Gibraltar se halla aislada a cal y canto del territorio español, con todo lo que ello comporta de penalidades para la población de la pequeña colonia. Una España que ha solicitado su ingreso en la Comunidad Europea, encuentra triste el verse forzada a imponer tan duro aislamiento a un pueblo sentimentalmente tan vinculado al área española del Campo de Gibraltar.

Parece que se busca un buen argumento, un argumento sólido e incontestable, para justificar el alivio del cerco a Gibraltar. ¿Cuál prodría ser ese argumento? ¿Qué ofrecerían en capital diplomático contante y sonante, los británicos para justificar que el Gobierno español diese tan comprometido paso? Madrid piensa en la posibilidad de que Gran Bretaña se avenga a discutir con España de la soberanía de Gibraltar como lo ha hecho recientemente en torno a la cuestión de las islas Malvinas con Argentina.

Gran Bretaña justifica sus derechos soberanos en base

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al principio de autodeterminación, ejercido por el pueblo

gibraltareño en el referéndum favorable a la continuación del statu quo colonial. España reclama la misma soberanía en base al principio de la integridad territorial,

corroborado por una resonante resolución de las Naciones Unidas. Así pues, Gran Bretaña se apoya en el argumento político de la expresión libre de la voluntad de los

pueblos, España lo hace en el principio jurídico del orden

internacional. supuestamente dependiente de una autoridad mundial. El argumento británico comporta una

aparente fuerza moral, porque viene envuelto en factores

psicológicos y sociales a los que las sociedades en estado democrático no dejan de ser sensibles.Pero es que España, al abrazar con fuerza el argumento jurídico, parece haber dejado en eclipse la enorme fuerza moral de convicción entrañada en el tipo de situación colonial que padece. Esta no consiste en que una peninsulita del sur de España no esté amparada por la bandera española ni en que 25.000 personas se nieguen a ser españolas. La situación colonial reside en la «hipoteca» representada por la presencia británica en Gibraltar, con todas sus consecuencias políticas, militares y de seguridad internacional.

Recientemente, un periodista español lograba arrancar a Sir Joshua Hassan, alcalde de Gibraltar, unas reveladoras declaraciones: los submarinos nucleares británicos visitan periódicamente. la Roca. Esto no lo habían puesto de relieve hasta ahora las autoridades diplomáticas y navales españolas. El hecho demuestra, sin embargo, que la colonización de Gibraltar es también de naturaleza estratégica y representa una hipoteca plena a la seguridad española. No hace falta entrar en ulteriores consideraciones de la ciencia naval sobre la importancia suprema de los estrechos y el tremendo poder político que dan a quienes los controlan tampoco hace falta entrar en la doctrina naval soviética, para la que el objetivo prioritario es la destrucción de los submarinos nucleares enemigos y de los objetivos importantes en tierra. Lo malo es que la destrucción de un submarino nuclear o de su base en Gibraltar comportaría la destrucción de la zona meridional gaditana.

Recientemente, diputados por Cádiz se reunieron y pidieron el alivio de las penalidades que a los gibraltarenos impone el cerco de Gibraltar. Esta consideración deberia ir acompañada también de esta otra: los gibraltareños deberían ser sensibles a la necesidad española de seguridad y tener confíanza en que se respetarán todos sus derechos y las ventajas de la buena vecindad.

Por eso, las conversaciones entre los señores Owen y Oreja no deberían basarse sólo en el quid pro quo de las medidas restrictivas y la cuestiónde la soberanía, sino que la este binomio debe unirse el tema de la seguridad estratégica. Entre otras razones porque, en el contexto internacional actual la seguridad de España y la de Gran Bretaña, junto con la de Europa occidental, son, en gran medida, inseparables.

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