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Sesenta años de pintura rusa "oficial"

Exposición antológica en París

Una profunda sensación de tristeza, una gran desilusión, es lo que produce la exposición 60 Años de Pintura Rusa, que actualmente se celebra en el Grand Palais. ¡Qué pobre conmemoración del sesenta aniversario de la revolución de octubre! Las obras presentadas en París son una muestra de un arte oficial, basado en las directrices de un realismo socialista, completamente despersonalizado, aburrido, sin gran interés.Es que en la URSS todos los pintores son oficiales? No, evidentemente, pero... 1956, comienzan a manifestarse otras formas de expresión que se alejan de la norma del partido y quizá ponen en peligro el monopolio del Estado sobre la pintura. En 1974, el 15 de septiembre, en un barrio extremo de Moscú, realiza una exposición de pintura no conformista que es aplastada por los bulldozers y la policía, enviados por el camarada Dimitchev, ministro de la Cultura. La exposición pansiense, si recordamos este hecho, no es del todo incoherente, puesto que en el comité de la exposición aparece el nombre del citado ministro, junto al del camarada Tchrvonenko, embajador en París, y que como dice algún periódico parisiense «antes lo fue de los carros que ocuparon Praga en 1968».

Triste papel el del artista ruso obligado a pintar escenas de la revolución, o retratos oficiales (como el del mariscal Joukov, cargado de pesadas condecoraciones que, parece ser, le impiden levantarse de la silla en la cual está sentado); o alegres jóvenes, atléticas, fuertes, bien alimentadas, corriendo por el campo; o bodas, o madres con hijos, o la plaza Roja, en distintas versiones; o soldados luchando, o diciendo adiós a sus novias, etcétera, etcétera. ¿Es esta la realidad en su desarrollo revolucionario? Es que en Rusia no hay otras tristezas que las de la guerra y otras alegrías que las que provienen de la revolución?, o ¿es que mientras se piensa en esto, no se ocupa uno de otras cosas?

Felizmente para el espectador, la primera parte de la exposición está dedicada a pintores nacidos a finales del siglo pasado, lo que nos permite ver algunos cuadros (que responden a la vanguardia de la época) bellísimos, como los de Lentoulov, Retrato de la actriz de cine A. S. Kholkeva, Paisaje de árboles secos, entre otros de Rojdestvensky, o Archipov, y sólo cuatro cuadros de los «grandes» de la pintura contemporánea: dos del creador del suprematismo, Malevicht, Suprematismo 1914/16 y Autorretrato, pintado años después de la, revolución (1933), cuando ya la hostilidad cada vez mayor de los poderes públicos le obligaron a resignarse al realismo conforme a las «consignas del momento», uno de Kandinsky, de 1917, y que curiosamente se llama Confusión, y un Chagal.

A medida que avanzamos en los años, la exposición va perdiendo interés, progresivamente se impone el realismo socialista, se palpa la ortodoxia y solamente a finales de los años cincuenta se «permiten ciertas libertades de expresión» y el artista puede imitar a Cezannel Matisse o alguno de los clásicos rusos, siempre y cuando se, exalten los valores de la patria o las costumbres (El Estado Mayor de octubre, 1966, con el imprescindible Lenin como figura central; El artista del pueblo, 1970; Partisanoy,Discurso, 1972; La boda, 1975; La belleza de Kazan, etcétera).

Pero, no obstante, hay obras sorprendentes, sobre todo por la extraña relación que existe entre el elemento temático y el título, como, por ejemplo Cerezas, de Moissenko, pintado en 1969, con un grupo de partisanos comiendo cerezas, y, sin embargo, el cuadro es profundamente dramático, casi angustioso; o el de Dantzig de 1968 De la gran guerra patriótica, de un atroz realismo, una oficina desierta, en el primer plano, una gran máquina de escribir; o el de Popkov, pintado el año de su muerte, 1974, Pouchkine contemplando las nieblas de otoño, en el que,el escritor aparece como un muñeco romántico, casi ridículo. En estas tres obras hay extrañas sugerencias a una lectura diferente, o, ¿es únicamente la manifestación de un inconsciente descontrolado?

Para paliar, en parte, el descorazonamiento producido por esta exposición conmemorativa, en la Orangerie del Jardín de Luxemburgo, en el cuadro de la exposición internacional Art et Matière, el museo ruso en el exilio (constituido, en parte, por las obras de Alexandre Gleser, obligado a dejar la URSS bajo la presión de la KGB, pero que consiguió sacar su colección), dispone de una sección. Es la pintura «disidente» y con mejor o peor fortuna encontrarnos representada en ella todos los rnovimientos u orientaciones del arte contemporáneo, «pop art», realismo fantástico, cinético, conceptualismo, móviles, etcétera. Es el grito del arte que no quiere someterse a consignas, lejos de la pintura oficial y que Michel Chemiakine, artista emigrado, residente en París, ha recogido en Apollon 77, almanaque del arte disidente.

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