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Reportaje:

Seis españoles en la XV Exposición Internacional de Berlín

En la Galería Nacional, y en torno al común epígrafe Del constructivismo al arte concreto, se dan cita las grandes corrientes no-figurativas de la primera vanguardia. Las salas de la Academia abren sus puertas a una muestra antológica de arquitectura contemporánea, que enlaza la utopía futurista con el pragmatismo funcional, y a otra monográfica, específicamente circunscrita al fenómeno dadaista europeo. Imprecisamente titulada Surrealismo y neorrealismo, la cuarta y última exposición alberga en el palacio Charlottenburg a los más caracterizados pintores de la segunda década de nuestro siglo.Ciñéndonos al último apartado (dado que en él, y por doble motivo, resulta no poco abundante la representación española) son de destacarse dos extremos:, la cuantía de las obras expuestas, y el dato significativo de que muchos de sus autores se vean, por primera vez, colectivamente congregados en una misma muestra internacional de tales características. Pasan de doscientas las pinturas expuestas en el palacio berlinés, procedentes de los mejores nutridos museos europeos, con la colaboración de algunos de Norteamérica (el Guggenheim de Nueva York, el Busch-Reisinger de Boston ... ) y tales cuales colecciones privadas.

No creo que, con anterioridad a esta cuádruple exposición, hayan sido prolijas (en el caso de que simplemente hayan sido) las confrontaciones públicas entre aquellos movimientos generales y singulares protagonistas que premonizaron, y en buena medida definieron, el sentido de nuestro tiempo. No parece sino excepción el hecho de que aquí ocupen plaza común el cubismo, futurismo, constructivismo, surrealismo, dadaismo, expresionismo..., o que de sus más genuinos intérpretes se nos venga a ofrecer un catálogo conjunto y vivo (frente a la letra muerta de textos y manuales), muy capaz por sí, mismo de ejemplificar lo que fue y lo que hizo la primera vanguardia europea.

Arte y arquitectura

Tampoco puede ocurrírsenos cotidianas costumbres el que muchos de ellos (movimientos generales y particulares jefes de fila) hayan excedido, en el concierto de la exposición que nos ocupa, la práctica específica de la pintura yla escultura para verse emparentados (por vía, al menos, de correlato histórico o trasunto harto verificable) con el mundo de la arquitectura y del urbanismo, en cuyo quehacer hallaron fruto y acomodo muchos de sus puntos, programáticos. Más que síntoma es, al respecto, el que uno de los epígrafes de la muestra rece textualmente: De la ciudad futurista a la ciudad funcional.

Tras las primeras exposiciones analíticas (Braque y Picasso), la sucesiva extensión (Juan Gris y Fernand Léger) del cubismo, resalta en la exposición de Berlín la feliz concurrencia de aquellos tres frentes que acertaron a convertir en pura abstracción espacial los postulados geometrizantes de sus predecesores: el Buahaus (representado en este caso por Kandinsky y Paul Klee), el De Stifl (encabezado, como manda la historia, por Piet Mondrian) y el Constructivismo ruso (a cuyo frente, y aunque resulten ostensibles algunas que otras ausencias, campea el nombre del muy citado y poco visto Kasimir Malevich).

Igualmente asignable a la cuenta de los organizadores es el acierto en haber extraído el fenómeno futurista de su acos tumbrada inserción en el capítulo de la pintura y la escultura para incluirlo en el contexto arquitectónico. Más allá de las dudosas proclamas teóricas de Marinetti y de las ejemplares propuestas prácticas de Boccioni, Severini, Balla, Russolo.... vale reconocer que el futurismo italiano diocon muchas de sus más venturosas consecuencias en las utopías de Sant'Elia, no poco aprovechadas, y por marginales que se digan, a manos del movimiento moderno, como quiere insinuarlo el escueto enunciado del apartado antedicho: De la ciudad futurista a la ciudad funcional. Aparte de su intrínseca relevancia, parece de razón que se haya dado en Berlín un énfasis especial a las manifestaciones autóctonas del expresionismo. Fue, efectivamente, en Berlín y aledaños donde las huestes de El puente y El caballo azul lanzaron su primera voz de alerta, y allí fructificaron las premisas de esa corriente vanguardista que, por ser tan característica de mornentos de preguerra, entreguerra posguerra, resulta tan propia de los artistas alemanes. Los nombres de Beckmann, Kirschiner, Grosz... dejan ante los suyos el acento desenfrenado de una expresión no poco acorde con el sentir colectivo.

Por más que se la pretenda enmarcar en la vanguardia de Europa, y aunque europeo fuese su gran definidor, Marcel Duchamp, la corriente dadaista no puede disimular, en Berlín y fuera de Berlín, su precedencia. norteamericana y su particular aclimatación a las trepidantes avenidas neoyorquinas. Allí, en Nueva York, convirtió Duchamp en arte el acto de su propio respirar, y allí se encontró con sus fidelísimos aliados, Francis Picabia y Man Ray, descubriendo allí, trimbos a tres, la sinrazón de la vida y el porqué del arte. De su gesta común se ofrecen en la Expo berlinesa varios testimonios.

Españoles en Berlín

El capítulo surrealista aparece encabezado por el alemán Max Ernst, secundado por el italiano Giorgio De Chirico y felizmente concluido con dos nombre españoles: los catalanes Joan Miró y Salvador Dalí. A lo que se ve, se ha renunciado en Berlín a más de un aspecto teórico, conformándose la muestra con la presencia sucinta de algunos de los exponentes más cualificados de aquel grupo que, apenas iniciados los años 20, aglutinara André Breton, y con «la deficiencia, también, o parvedad de otros no menos significativos, especialmente, Ives Tanguy, cuya cercana exposición en París acaba de confirmar a un auténtico maestro.Antes apuntaba cómo la presencia española se deja sentir por una doble razón que ahora me toca aclarar. De un lado, y como en otras manifestaciones y exposiciones de carácter internacional, ocupen en la de Berlín un lugar destacado aquellos compatriotas nuestros (los Picasso, Juan Gris, Miró ... ) que, por motivos de todos sabidos, hicieron del exilio, de la erradicación o de la abstención sistemática en cualquier acto o embajada oficial, norma de vida y pública conducta. De otro lado, y de acuerdo con los nuevos tiempos, la Dirección General de Relaciones Culturales ha acertado a engrosar la nómina con otros valores.

Al lado de Joan Miró, presente en Berlín a través de dicha Dirección General y merced a dos pinturas cedidas por la Fundación que lleva su nombre, concurren oficialmente otros dos españoles que, por unas u otras causas, vieron paulatinamente extinguida su vinculación a la vanguardia europea: Daniel Vázquez Díaz, que del inicial coco a codo con los primeros cubistas vino a parar en un magisterio, digamos provinciano, y Salvador Dalí, quien luego de su fulgurante peripecia en los escaparates de Nueva York, había de retirarse con sus musas al apacible retiro, provincianamente publicitario, de Cadaqués.

Queda el primero representado por su célebre pintura titulada Los hermanos Solana, ocasionalmente cedida por la Colección Santos, en tanto el otro concurre con dos cuadros de primera época: la Joven en la ventana y el Retrato del padre del artista, respectivamente cedidos por el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, y por el de Arte Moderno de Barcelona. Cedidas igualmente por aquél y por el museo de Bilbao, otras dos obras (los Clowns y Mujeres de la vida) constituyen la tardía carta de presentación de quien, a juicio mío, encarna la gran novedad de esta embajada española: el genial y tristemente incomprendido Gutiérrez Solana.

Y si es muy de lamentar que la obra de nuestro expresionista por antonomasia no haya trascendído hasta ahora la frontera, o concurra por vez primera a una exposición de las características de la de Berlín, es al propio tiempo de agradecer que la primicia tenga lugar en la patria oficial del expresionismo. Coetáneo de muchos de sus colegas alemanes, Gutiérrez Solana, a diferencia de ellos, no entide de guerras, anteguerras y posguerras. Para él la vida es íntima conciencia, dramática o grostescamente cotidiana, en cuyo sucesivo acontecer son más los días infaustos que los faustos. Quiera Dios que los sempiternos inicados lo sepan comprender.

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