Prometedora actuación de Chocolate, El Manqui y Diego Vargas
Las buenas maneras de Chocolate, el toreo alegre y vibrante de El Mangui, y el sabor gitano de una verónica y unos naturales de Vargas, han sido los detalles más destacados de esta primera novillada de la «oportunidad».Chocolate, recibió al novillo con una larga de rodillas, y jugó bien los brazos en unas verónicas espatarrado. Puso tres pares de banderillas, bueno el segundo dejándose ver. Toreó muy bien de muleta, con temple y buen gusto, toreo serio y hondo de buena escuela, desde el pase cambiado con el que abrió la faena hasta el toreo a dos manos con el que finalizó el trasteo, todo tuvo calidad, derechazos, naturales ligados con el de pecho. Faltó en todo caso vibración y mató muy mal. Paco Ojeda, un tanto veterano nos pareció para oportunidades, cumplió con el capote y estuvo aseado con la muleta, con oficio, pero vulgar. Muy verde, Morenito de Chamberí, alto y desgarbado.
Plaza de Carabanchel
Novillos de José Luis Lozano, muy chicos, flojos, nobles y encastados. Juan Bellido Chocolate: Vuelta. Paco Ojeda: Vuelta por su cuenta. Morenito de Chamberí. Aviso y silencio. El Mangui. Dos orejas Diego Vargas: Aviso y palmas. Pedro Castillo: Oreja
El Mangui, bajó bien las manos en unas verónicas a pies juntos, dio unas chicuelinas garbosas y ceñidas. Torero que conecta rápido con los tendidos, posee un estilo alegre y vibrante, pero un tanto perfilero. Comenzó la faena con muletazos muy templados, saliéndose a los medios, luego compuso una faena desigual de calidad, junto a muletazos muy rápidos intercalaba otros de mucho temple, siempre con la virtud de ligar, y de citar con la muleta adelantada, unos derechazos a pies juntos, mano baja y unos recortes por la cara, tuvieron calidad. Una verónica por el lado derecho, cargada la suerte, la mano baja, lentísima, sentimiento puro, fue lo mejor de Diego Vargas y de la tarde entera, con la muleta el gitano se mostró un tanto agarrotado, con la zurda tardó en centrarse, pero al final surgieron unos naturales largos y templados, y unos ayudados por alto. Pedro Castillo, con una falta de consideración para su compañero Vargas, dio unos lances de salón, cuando el gitano se afanaba en descabellar, luego le faltó el respeto a toda la tauromaquia: puso en escena toda una gama de triquiñuelas, de toreo efectista cara a la galería, a base de trapazos y de inas.
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