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Joseph Losey y Bellochio, esta semana en el Centro Cultural de la Villa de Madrid

Continúa, el ciclo de "Grandes realizadores"

Ángel S. Harguindey

El ciclo de Grandes realizadores, que organizan conjuntamente el Ayuntamiento de Madrid y la Filmoteca Nacional, entra en su segunda mitad, ya que comenzó el pasado 14 de julio y concluirá el próximo 15 de agosto.

En la presente semana se proyectarán La huella, de J. Mankiewicz (1972); French Can Can, de Jean Renoir (1955); I pugni in tasca, de Marco Bellochio (1966); Caza humana, de Joseph Losey (1970); Mi tío, de Jacques Tati (1958) y Pat Garred and Billy the Kid, de Sam Peckinpah (1973) que con M (El vampiro de Dusseldorf), de Fritz Lang, proyectada el pasado lunes, completa la programación semanal. Las proyecciones se celebran a las 19.30 horas en el centro de la plaza de Colón.La programación de 35 filmes en un período estival en el que los distribuidores comerciales suelen cubrir la exhibición con reestrenos más o menos afortunados, seleccionados todos ellos con un indiscutible buen sentido cinematográfico y a precios populares constituye uno de los mejores aciertos de la programación cultural del Ayuntamiento de Madrid y sin duda una espléndida idea para cubrir las funciones del Centro de la Villa de Madrid (Plaza de Colón), de reciente creación y, todo parece indicarlo, prolífica actividad.

En definitiva, toda exhibición cinematográfica racional y sensible no es sino una siembra cultural cuyos frutos se recogerán en un futuro no lejano. La experiencia puede suponer -al menos eso deseamos- la estabilidad definitiva de un nuevo local de la Filmoteca Nacional, cuya colaboración con el Ayuntamiento sólo puede ser mutuamente provechosa, y situado en unos parajes civilizados y céntricos, a más de confortables.

Los criterios selectivos no son otros que los de la calidad o el interés y todas las películas programadas eti el ciclo poseen las suficientes dosis de ambas cualidades artísticas como para justificar el propio ciclo. Las distinciones entre cine «comercial» y cine de «calidad» no dejan de ser aburridas aportaciones semánticas de una crítica poco imaginativa al acerbo común de la mediocridad. La posibilidad de contemplar filmes como el ya clásico de Bellochio que en tiempos ocupó lugar destacado en la vanguardia europea (¡qué razón tenía Sanguinetti al afirmar que el devenir histórico de las vanguardias artísticas es el de convertirse en nuevos clásicos!), o una de las más fascinantes historias que nos contó Losey y todo ello a precios accesibles para los más, sólo puede ser apludido. De seguir así las cosas los ayuntamientos lograrán convencernos de que su función social es algo más que las cabalgatas de los Reyes Magos o la ya extinguida ceistumbre de las campañas benéficas en las que usted podía sentar un pobre a su mesa para mayor autoconmiseración.

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