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Reportaje:

Resultados positívos en la curación de la impotencia masculina

La impotencia es un problema que preocupa a muchas más personas de lo que habitualmente se cree. Según investigaciones y encuestas realizadas, uno de los principales motivos que llevan a los hombres a consultar al siquiatra es el temor a la impotencia.El problema, sin embargo, no es nuevo, aunque así nos lo hagan parecer los modernos medios de comunicación. Rara es la religión primitiva en la que el tema de la potencia o impotencia masculina no esté de una u otra forma presente. El culto a ciertas divinidades tiene en algunas ocasiones cierto trasfondo fálico. Es el culto a esos poderes invisibles de la naturaleza que nos vuelven potentes o impotentes, que apoyan y desarrollan nuestros impulsos o los hacen morir antes de desarrollarse. ¿Por qué ese miedo a la impotencia?,¿Por qué esa tensión entre el «querer» y el «poder»? ¿No estará el miedo a la impotencia, paradójicamente, entre las principales razones que impulsan a la impotencia? Pero, antes de todo, ¿qué es la impotencia?

Un problema de origen síquico

La impotencia es un concepto relativo. Según ciertas escuelas sicológicas no hay nadie absolutamente impotente, al igual que no existe individuo alguno plenamente potente, capaz de responder efectiva y conscientemente a todas las situaciones eróticas que se plantean. En mayor o menor medida, todas las personas tienen algo de impotente. Se trata de un gradiente que va desde la respuesta más o menos madura a la incitación erótica, hasta la absoluta incapacidad para responder.Se ha investigado -nucho el tema desde diversas perspectivas. Algunas de ellas afrontan la cuestión desde un ángulo fisiológico, neurológico o endocrino. Se investigan entonces cuáles son las causas que en estos niveles del conocimiento científico determinan la ímpotencia masculina. Pero los resultados de ciertas investigaciones son sorprendentes. No parece que tras el problema se escondan factores claros de distorsión funcional. No parece evidente en absoluto que en el problema de la impotencia existan alteraciones concretas funcionales, ni de orden anatómico o fisiológico.

La investigación entonces se hace sicológica, sicoanalítica. Parece claro, que tras el problema lo que existen son profundos problemas de orden síquico. Un orden que siempre es el de la afectividad, el de la interpersonalidad. El impotente es. en ese caso, un individuo con profundos conflictos afectívos, que llevan a su sistema de respuesta sexual a no funcionar adecuadamente.

Los problemas que se ocultan, pues, bajo las crisis más o menos permanentes de impotencias, son de diversos orígenes, pero en todo caso parece haber, según explica el sicoanálisis, una clara relación entre la falta de potencia sexual y la relación con las demás personas, del otro o del mismo sexo.

Miedo a la castración

El miedo inconsciente a la castración es uno de los principales motivos causantes de impotencia. Hombres educados por madres o padres excesivamente autoritarios, que quizá tienden incluso a repetir las parejas que constituyeron sus padres, uniéndose a mujeres dominantas o castradoras como lo fueron sus madres, acusan, en ocasiones, una profunda impotencia. Cuando esa pareja se establece y el individuo que podía ser una persona normalmente potente en el terreno sexual, se torna impotente y acude al médico, la experiencia sicoanalítica patentiza reiteradamente que la pareja que ese hombre escogió es en el fondo una pareja para ser impotente toda la vida. Es decir, las fantasías analizadas en el diván muestran profundos temores a la mujer castrante, a la madre absorvente v posesiva. proyectados en la propia esposa. La impotencia es, en estos casos, una respuesta de origen sicológíco, pero transformada en inhibición funcional, que impide la erección sexual, por temor inconsciente a ser castrado. Tener un pene, en ese caso, es estar expuesto a ser castrado. Ser impotente -ocultar el pene- es una defensa con la cual síquicamente se evita la castración. El aspecto más sorprendente de la cestión es que el individuo eligiera una pareja sexual tan similar a la detectada en sus padres durante la primera infancia, que el síndrome de impotencia haya sido una consecuencia lógica de su elección. Es decir, se elige una persona con la que se es impotente en lugar de otras con las que no se sería impotente.Otras veces, el miedo a la castración adquiere un carácter más sublimado. Es decir, en ese caso no se trata de un temor a la castración física, a la amputación de los órganos genitales, sino miedo a ser aniquilado o absorbido por el partenaire en otros aspectos de la individualidad, en otras dimensiones del yo. Se teme, por ejemplo, ser potente con una persona con la cual formar pareja sería peligroso por algunos aspectos: quedar reducido intelectualmente; perder otras posibilidades de contactos y desarrollos interpersonales; verse atrapado en un matrimonio que se rechaza a un nivel profundo; abandonar para siempre a una tercera persona con la que se está profundamente ligado; enfrentarse con una tercera persona a la que se teme, alguien quizá emparejado con la persona con la que se está intentando el acto sexual, etcétera.

Todas estas razones son, por tanto, de orden síquico, de orden interpersonal. Lo que está volviendo impotente al individuo en cuestión no es algo general o biológico, algo que le definiese como impotente. Lo que le está haciendo perder su potencia sexual -mejor dicho, lo que está bloqueando su potencia sexual- no es algo general y definitivo. No se trata de ser impotente, sino algo más concreto e inmediato que está teniendo lugar siempre en el aquí y el ahora. No existe una razón para ser ímpotente. Existe una infinidad de razones para ello.

La agresión también es otro de los sentimientos humanos que, puede jugar un papel en los conffictos de impotencia. La agresión a la persona con la que se está formando pareja, de la cual inconscientemente se venga uno al dejarla frustrada, la agresión al propio padre cuya imagen de masculinidad se destruye con la impotencia. Una vez más, la infinitud de situaciones afectivas por las que puede atravesar el ser humano se transforma en tantas posibilidades de impotencia sexual. No existe, pues, la impotencia. Existen situaciones de impotencia originadas por esa infinidad de situaciones afectivas del propio pasado y del propio presente, aunque la situación de impotencia sea tan fija que pudiese durar toda la vida del individuo en cuestión.

Recursos y tratamiento

Los recursos empleados frente a la impotencia son de lo más variado. En el orden individual, se intentan las más variadas y sofisticadas prácticas. Las personas tienden inconscientemente a buscar esas vías que puedan desbloquear su potencia sexual, como contrapartida a los objetos sexuales que producen impotencia. Si alguien es impotente en el orden heterosexual, puede intentarlo en la vía homosexual. Si se es impotente con determinado tipo de mujer, se busca otra. La búsqueda adquiere aspectos grotescos cuando lo inventado va desde la revista erótica a la visita. a la sex-shop -actos muchas veces, encubridores de profundos conflictos de impotencia- a la constitución de parejas o situaciones eróticas que asuman sentimientos sádicos, masoquistas, teatrales, etcétera, todos ellos tendentes a crear situaciones que, por estar asociadas a hechos del pasado del individuo, supongan el desbloqueo de la potencia sexual. Se están provocando de esa manera fuertes sentimientos de estímulo, que contrapesen el bloqueo sexual.El tramiento científico del problema se reduce básicamente a dos posturas. Una, considerando que la inhibición sexual puede compensarse con fuertes estímulos endocrinos o neurofísiológicos. Otra, intentando comprender los conflictos de orden interpersonal y afectivo que están en el origen de las situaciones de impotencia. Comprenderlas y analizarlas se convierten así en ía vía analítica y terapéutica para la superación del conflicto. Llegar a ser capaces de establecer una profunda y amorosa relación interpersonal es entonces la única vía para superar la impotencia.

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