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Tribuna
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¿Qué hacemos con Madrid? / y 3

¿Qué quiere decir el control estricto sobre la zona histórico-artística del casco de Madrid? Muchos interpretan, erróneamente, que esto supone congelación total del caserío y conversión del sector histórico en una ciudad-museo inmovilizada, donde los vecinos van a sufrir las consecuencias de vivir en edificaciones degradadas que no se pueden reformar ni alterar lo más mínimo. Nadie que conozca de verdad la filosofía de la conservación de los centros históricos participa de tan absurdos criterios. Antes bien, de lo que se trata es de conjugar conservación con revitalización. Los edificios faltos de significado, ruinosos e insalubres pueden derribarse, siempre y cuando se sustituyan por otros capaces de integrarse en el viejo conjunto por su volumen, tipología, formas, texturas y color. Caben en esto posibilidades de creación arquitectónica de muy alta calidad. Es cierto que habrá edificios de especial significación que deberán mantenerse, pero siempre susceptibles de reformas interiores que pueden llegar al total vaciado como sucedió hace muy poco con el palacio de Villahermosa, en el paseo del Prado. Es decir, se trata de una política flexible, inteligente y cuyo planteamiento es mucho más progresivo y actual que el de la brutal demolición incontrolada.Nada sustancial

Senador de Unión de Centro Democrático por Toledo

José Luis Castillo -Puche. Ediciones Destino. Barcelona, 1977.

¿Qué puede perder Madrid con la aplicación de la normativaque entraña la declaración de zo nas histórico- artísticas? Nada que afecte sustancialmente a su dinámica urbanística, desde el momento que la zona de aplica ción es el 0,7% de su área total nada que implique una pérdida de vitalidad ni un estancamiento del proceso económico de la construcción; nada que vaya en contra de los legítimos derechos de la propiedad del sector, pues los interesados en evadir estas normas son grupos de presión generalmente ajenos a la propie dad vinculada al lugar; nada que obligue a una pervivencia de formas de vida decrépitas y obsolescentes, pues la vida en los barrios del viejo Madrid, debidamente revitalizados, por su misma estructura urbana, por el ambiente humano de sus calles y plazuelas por su accesibilidad y por multitud de factores, resulta y resultaría cada vez más apetecible, si un torpe afán innovador no diera al traste con todo, creando un híbrido insufrible.

Adulteración, especulación...

¿En contrapartida, qué puede ganar Madrid con esta política de conservación urbanística y monumental? Primero, cortar de una vez para siempre la grave adulteración de una iniagen a laque todos, madrileños y no madrileños, nos sentimos ligados por razones de tradición, de identificación, de respeto a valores estéticos esenciales, de positivo y experimentado bienestar social y de sentido ecológico. Segundo, cortar en gran medida la perniciosa especulación del suelo y recuperar la plusvalía en beneficio de la comunidad. Tercero, responder a la voluntad plebiscitaria de la sociedad vecinal, que siempre se pronunciaría por la conservación de su «habitat». Cuarto, revitalízar sectores entrañables de la ciudad que, entregados al flujo competitivo de los intereses, no provocará más que distorsiones irremediables en un constante tejer y destejer, que mantendrán abiertas las heridas urbanas, sin posible cicatrización.alir de la situaciónAntes de que el Ayuntamiento se oponga por sistema a esta política, que no tiene otra inspiración que trabajar en beneficio de la ciudad, diríamos, con frase vulgar y ahora muy en uso, que se lo piense dos veces. Que las autoridades que ahora lo rigen no nos den esa imagen tan pobre de su concepto de la ciudad, que colaboren con ánimo fecundo y constructivo y que nos ayuden a pensar e imaginar lo que debemos hacer entre todos. Lo que debemos hacer con nuestro Madrid para salir de la triste situacl -t que nos hemos visto arrastrados.

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