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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La crisis política en Brasil

El Gobierno brasileño ha provocado una profunda crisis política al suspender el mandato y los derechos políticos del líder de la oposición en la Cámara baja, José de Alencar Furtado. Esta medida, tomada a principios del mes de julio, ha desencadenado una ola de protestas y denuncias.Las medidas represivas se aplicaron contra Furtado a raíz de sus declaraciones en un programa de televisión en el que criticó duramente al actual Gobierno encabezado por el general Ernesto Geisel. El programa televisivo había sido autorizado gracias a una curiosa ley que permite a los partidos opositores exponer su pensamiento al país a través de la cadena de radio y televisión durante dos horas por año.

En contraste con otros regímenes militares de América latina, en el Brasil los militares permiten la existencia de un Parlamento, aunque evidentemente con poca capacidad decisoria. La debilidad del poder legislativo brasileño se puso de manifiesto la primavera pasada, cuando el jefe del Estado, general Gelsel, disolvió el Parlamento durante dos meses para evitar críticas a un programa de reformas judicíales que deseaba llevar a cabo por decreto-ley.

El partido del sí y el partido del sí señor

Desde hace diez años hay dos partidos principales que participan en la raquítica vida parlamentaria brasileña: el ya mencionado Movimiento Democrático Brasileño y la Alianza Renovadora Nacional (Arena), que es abiertamente un apéndice del Gobierno. A pesar de cierta retórica progresista, el MDB nunca ha pasado de ser un partido moderado que se pliega a las exigencias del jefe del Estado. Por eso es que los cariocas -de Río de Janeiro- se refieren irónicamente a los dos partidos como «el partido del sí» y «el partido del sí señor».

Los últimos acontecimientos han puesto a las fuerzas opositoras moderadas en un trance difícil, según manifestó recientemente Tancredo Neves, ex primer ministro brasileño y líder del Movimiento Democrático Brasileño, acusando al Gobierno del general Geisel de «retrógrado y oscurantista». También sostuvo que «no sólo existe un enfrentamiento del Gobierno con la oposición, sino con toda la nación brasileña, que asiste aterrorizada a la marcha hacia días sombríos».

En una entrevista publicada en el matutino La Opinión, de Buenos Aires, otro dirigente del MDB, Carlos Lorea Pinto, expuso algunas de las contradicciones más flagrantes del actual régimen brasileño. Subrayó la pauperización cada vez más acentuada de la gran masa del pueblo, que contrasta con el enriquecimiento fabuloso de las capas superiores de la sociedad brasileña desde la toma del poder por los militares en 1964. Para amplios sectores de la clase obrera, el salario real ha descendido muy sustancialmente desde entonces y en numerosas regiones rurales los campesinos se encuentran en condiciones cada vez más precarias en materia de alimentación y de atención médica.

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Se acabó el «milagro»

El dirigente opositor se refirió a la crisis universitaria y estudiantil que agita particularmente a las universidades de Porto Alegre, San Pablo y Brasilia. Manifestó que por el decreto 477 pueden existir centros estudiantiles pero bajo la prohibición de hacer política en la universidad. Los sectores estudiantiles luchan por la derogación de ese decreto, por la autonomía universitaria y por «que los profesores dejen de ser nombrados a dedo».

En el plano de la política nacional, la actual crisis ha alcanzado tal punto de gravedad que el partido opositor (MDB) está considerando la posibilidad de autodisolverse ante la postura autoritaria del Gobierno, lo cual dejaría en descubierto la farsa parlamentaria brasileña. Esta crisis política, por otra parte, coincide con una crisis económica nacional, desatada ya hace un par de años por los extraordinarios aumentos en los precios del petróleo importado.

El Gobierno de Brasil ha venido apoyándose en las compañías y bancos internacionales para resolver sus problemas económicos y llevar a cabo el llamado «milagro» brasileño. Pero como comienza al reconocerse, el milagro ha terminado y la sociedad brasileña se encuentra ante una encrucijada de dramática importancia y de muy difícil solución.

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