Una tragedia andina

De Miguel Littin, conocido auto de Acias de Marusia y profeta del nuevo cine chileno, nos llega ahora su primer largometraje. En él se narra la peripecia humana de un personaje emparentado en cierto modo con el protagonista de La familia de Pascual Duane, una historia de crímenes gratuitos y absurdos que acabarán si no a manos del verdugo, ante el pelotón de ejecución. Analizada desde el punto de vista social y humano. el filme la convierte en historia-documento acerca de las relaciones del hombre con sus semejantes, en este caso dentro de las sociedades aún vigentes con caracteres de puro feudalismo.Cargando el acento en Ia búsqueda de un arte popular, pero al tiempo intentando realizar un cine, en su momento moderno, el atutor lleva adelante su relato que, si en la primera parte puede pecar de moroso en ocasiones tras el crimen y la captura del criminal, adquiere interés especial. Vienen entonces sus secuencias mejores: la vida en la prisión, la amistad con los demás reclusos, la cara menos amarga de la vida, de un mundo que, sin embargo, cuando ya está a punto de interarse, le rechaza brutalmente, poniendo en marcha todo el tinglado siniestro de su sistema judicial. capaz de borrar, de echar por tierra ante el pelotón de ejecución, todo cuanto de positivo había creado en el presunto reo.

La secuencia de los preparativos para la muerte, el análisis de todos cuantos de un modo u otro participarán en ella, las reacciones de los antiguos compañeros, la intervención de la prensa y la voz apasionada del pueblo, a pesar de haberse visto ya otras muchas veces, cobran relieve inusitado aquí por su valor auténtico, como si aparecieran en la pantalla por vez primera. Deigual modo es digna de elogio la interpretación de Nelson Villagra, muy en la línea de la más reciente de Michel Galabrú, con cuyo personaje posterior en El juez y el asesino tiene notoria afinidad este chacal del otro lado del océano.

La sobriedad en la exposición de los hechos salva a este filme de los riesgos del melodrama, al tiempo que le rodea de una belleza formal inmune, como puede comprobarse al paso de los años, vigente como la denuncia que supone de un sistema moral caduco, a cuya brillantez no es ajena, por paradoja, esa velada fotografía que parece fijar las imágenes de esta tragedia andina, más allá de toda geografía, en la lejana noche de los sueños.